viernes, 17 de enero de 2020

Slow time


Dos hermanas y una amiga, quince, dieciséis años. Van a ver la cabalgata de Reyes a un pueblo cercano, han quedado con colegas. ¡¡Corre, corre, qué viene el tren!! ¡Va, que nos da tiempo a cogerlo! El tren que circula en dirección contraria está parado en el andén. Ellas tienen que coger el que pasa por el andén de enfrente. ¡¡Va, tía, corre, cruzamos por detrás, que nos da tiempo!! A la primera le dio tiempo; a su hermana y a la amiga, no. Una, muerta; la otra, herida.

Esto sucedió la víspera de Reyes en mi pueblo y no me lo puedo sacar de la cabeza. ¿Por qué esas prisas? ¿Por qué perder la vida por coger un tren para ir a divertirse, cuando no hay un horario que cumplir y teniendo en cuenta que pasa un tren cada siete o diez minutos? Y es que vivimos en la cultura de las prisas. No se puede perder el tiempo.

Anuncios de antigripales: “que un resfriado no te pare”, no vaya a ser que nos tomemos el tiempo de ponernos enfermos, “con niños no se pueden tener días libres (para estar enferma)”, no vaya a ser que dejemos de ser las madres perfectas. Se premia lo rápido, lo primero, lo breve. Hay que ser el primer medio en dar la noticia, no importa cómo la des, si es veraz o no, ni a quién ofendas o hieras. Hay que sacar rápido otra canción, otro libro, otra película. Ser el primero en “dar a like”, el más rápido en subir la historia. Hasta en prácticas sexuales gilipollas como el juego de la galleta. Tenemos prisa para ir a trabajar y luego prisa para que pase la jornada de trabajo, aunque te guste lo que hagas. Prisa para que nos atiendan en un restaurante, para comprar, para cocinar, para depilarnos o en la peluquería. Prisa para recuperarnos cuando nos sentimos mal o cuando pasamos un duelo. Prisa para que llegue el tren, metro o autobús y prisa para que llegue a su destino. Prisa también para llegar al destino de vacaciones y prisa para entrar al museo. Prisa para tener relaciones sexuales, que tenemos cosas que hacer. Prisa para acabar un buen libro, y que no sea muy largo, que no tengo tiempo. ¿Una canción de ocho minutos? ¿Un audio de cuatro? Buff, ¡qué pereza!


Imagen tomada del Blog laquiles.com
Cualquier espera nos irrita, nos impacienta. Como tengamos delante de nuestro turno alguien que hace las cosas despacio, sobre todo si es un abuelito, cuando alguien es lento en adquirir una idea o entender algo… nos exasperamos. ¿Y cuántas veces nos decimos “no tengo tiempo”, “no me da la vida”? Queremos hacer mil cosas en el día, siempre corriendo a todas partes y haciendo correr a nuestros hijos desde bien pequeños “para llegar a todo”. Llenamos nuestra vida de tareas y obligaciones para exprimir al máximo la vida, y no nos damos cuenta de que, paradójicamente, cuánto más acelerados vamos, menos la disfrutamos. Y ante esa sensación de insatisfacción, ¿qué hacemos? Buscar nuevas actividades, nuevos retos, nuevos proyectos que nos estresan e insatisfacen aún más. Marchando una de círculo vicioso.

Y por supuestísimo, no tenemos tiempo de pensar. De pensar de verdad, de parar, de reflexionar, de aprender de nuestros errores, de mirarnos con atención y mirar a los que nos rodean de forma plena. Vivimos desconectados de nuestro propio yo, no hay tiempo para eso. La introspección nos da miedo, mirar hacia dentro y descubrirnos, con nuestras luces y nuestras sombras, asusta. Así que es mucho más sencillo quedarse enredado en el corre-corre diario. En palabras de Nietzsche: “la prisa es universal porque todo el mundo está huyendo de sí mismo”.

“En el mundo actual, 
la lentitud es subversiva”

Pues yo no sé si será la edad, o mi enfermedad que también ayuda a ralentizarlo todo, pero últimamente me estoy haciendo fan del slow time, de vivir las cosas despacio, saboreándolas en su tiempo justo. He leído por ahí que, en el mundo actual, la lentitud es subversiva. Estoy totalmente de acuerdo y me voy a hacer una revolucionaria, una Che Guevara del vivir despacito. Quiero disfrutar de esa charla con amigas, de una buena peli o un buen libro, de sentarme en el sofá a no hacer absolutamente nada. Quiero hacer el amor despacio, sentir un beso interminable, un abrazo de los que te resetean. Quiero tomarme el tiempo que necesite para recuperarme. Comer despacio, pasear, ser consciente del sol. Me voy a tatuar mentalmente palabras como contemplar, reflexionar, saborear, disfrutar, despacio, caricia, calma. 

Porque, total, cada siete minutos pasa un tren, y a dónde todos vamos a ir, no tengo prisa por llegar.


Imagen tomada del Blog laquiles.com



2 comentarios:

  1. Voy a ser la primera en comentar, y lo voy a hacer sin prisas...
    Tienes TODA la razón, deveriamos parar y mirar a nuestro alrededor, seguro nos sorprendemos.
    Petonets

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    1. Cada pequeño detalle de la vida puede sorprendernos, darnos un microinstante de felicidad. Pero andamos demasiado ocupados para ser felices :-(

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