Hoy hace quince días que estoy aislada en mi habitación,
dentro del confinamiento general, porque parece ser que me contagié del
puñetero bichito. Y digo 'parece' porque los famosos test que iban a llegar a
todo el mundo por aquí no han aparecido. Por suerte, he tenido casi toda la
batería de síntomas, pero leves. Otra cosa será si esto me va a pasar factura en
la fatiga crónica, pero bueno, intento ocuparme y no pre-ocuparme.
Oficialmente me han dado de alta por teléfono, “ya estás bien”,
aunque el dolor de cabeza persiste como una mosca cojonera, o, mejor, como ese
molesto mosquito que cuando te estás durmiendo pasa en vuelo rasante a dos
milímetros de tu oreja. Y digo yo, ¿ya estoy bien? Bueno, peor no estoy, eso
está claro. Podría haber sido peor, eso también está claro. ¿Pero bien? Vamos a
pensarlo juntos.
Llevo 21.685 minutos en una habitación de unos once metros
cuadrados (por suerte no es muy pequeña). Sé que tiene, exactamente, 63
baldosas en el suelo. Que mi cama mide ocho palmos de ancho y que se duerme
estupendamente sola. Que hay un kilo de pelusa entre la cama y el cabecero, que
supongo será el preludio de la tonelada que habrá bajo el canapé. Que las vistas
de mi ventana son horrorosas y que el señor que vive en frente está haciendo el
Ramadán, o por lo menos ora cada tarde a las seis. Que la televisión de mi
cuarto no sirve para nada más que para hacer honor a la antiestética y para
coger polvo. Que necesito un Satisfyer. Que un lateral de mi mesita de noche está roto y no sé cómo ha
ocurrido. Que las bragas quedan más bonitas ordenadas por colores. Que tengo
más ropa de la que necesito.
En estos días:
- He dormido. Mucho.
- He jugado al Scrabble en línea. Muchísimo.
- He leído. Poco.
- He visto series muy chulas y he empezado Bates Motel y no me ha enganchado.
- He hecho un curso online para aprender a teletrabajar (no te jode!).
- He pensado. Poco.
- He limpiado el polvo, barrido y fregado como si la habitación fuese un quirófano.
- He comido.
- He vuelto a comer.
- Y después he seguido comiendo.
- Me he tomado muchas pastillas.
- Me pasan la comida en una bandeja como a los presos, que sólo me falta hacer una rendija en la puerta.
- He salido al baño como si fuese un científico nuclear. Y cada vez que lo uso lo limpio y desinfecto, que no he visto el baño de mi casa más limpio en mi vida, parece el de un museo.
- He hablado mucho por teléfono y videoconferencia con familia y amigos.
- He ayudado psicológicamente a otras personas desde un perfil de Facebook que abrí para ese fin.
- Me he embarcado en un nuevo proyecto profesional que ya me rondaba por la cabeza y ahí estoy, dándolo todo.
- Me he angustiado, he llorado, he reído, he estado súper triste y de subidón total.
- He bailado y escuchado música.
Vamos, que sólo me falta ponerme a caminar por el techo a
cuatro patas como la niña del Exorcista, que ganas no me faltaron cuando ayer
la doctora me dijo que, precisamente porque “ya estás bien”, “debes quedarte 14
días más en aislamiento”. ¿¿Perdona?? Protocolo.
Así que, bien, lo que se dice bien, no estoy. Porque me
muero de ganas de que me dé el aire, de ver la playa, de caminar largo, de
tomarme una Coca-Cola en una terraza al sol, de quedar con amigos y echar unas
risas sin una pantalla de por medio... Porque me metí en la habitación con
calcetines y chaqueta de lana y cuando salga lo haré en bikini. Pero sobre
todo, sobre todo, porque me muero de ganas de abrazar y besar a mis hijos y a
Keaton. Que tenerlos al otro lado de la puerta y verlos de lejos y no poder
tocarlos, sobre todo en estos momentos tan inciertos y angustiosos para todos, es
una de las experiencias más duras que he vivido. Menos mal que tengo a Stuart,
mi perro, que con las pelanas que se le han puesto me hago a la idea que es
John Nieve y se está llevando una dosis extra ultra plus de mimos. Lo malo es
que es blanco, y cuando abro los ojos estoy besando a Fujur, el de La Historia
Interminable…😂😂
Aquí Stuart, cuando aún existían las peluquerías caninas :) |
En fin, que no me queda otra que aguantar. Y ser feliz, que
yo lo puedo contar. Eso sí, como me digan que mi aislamiento se alarga un solo día
más, me tatúo los planos de mi piso, rollo Prison Break, y me hago una ganzúa
con las hebras blancas de las naranjas.