jueves, 28 de enero de 2016

Otro día de mierda, que no lo fue

El otro día tuve una experiencia nueva que me tenía nerviosa desde hace dos meses: mi primer juicio en la Audiencia Provincial. Tenía que ratificar y defender mi informe sobre una familia de forma presencial, en una sala de la Audiencia. Hasta ahora, sólo había hecho ratificaciones por videoconferencia (que da mucha seguridad) o en juzgados de primera instancia o familia. La Audiencia impone.

Audiencia Provincial de Barcelona
Para empezar, está situada en un edificio majestuoso, construido así expresamente para que te cagues vivo cuando vas a entrar, excepto si eres el juez y siempre que no sea tu primer día de trabajo. En la sala de vistas hay tres jueces en lugar de uno (bueno, en realidad son magistrados, que son una categoría superior) y todo es muy, muy, muy formal. El caso no era difícil: me pedían valorar la conveniencia de que el padre tuviera régimen de visitas con su hijo de tres años y la conclusión era que no. No, mientras no se ponga en tratamiento, ya que el señor es esquizofrénico, no está compensado (no reconoce su enfermedad ni se trata) y tiene conductas inadecuadas con el niño derivadas de sus delirios. El caso había acabado en la Audiencia porque el señor, lógicamente, no estuvo de acuerdo con mi informe y puso un recurso. Así que no creo que se alegre mucho de verme. 

Yo lo tenía claro. Aún así... Nunca antes había declarado en la Audiencia. Estarán los tres magistrados, los dos abogados, los dos procuradores, el fiscal, la Secretaria, los padres, el público... ¡y mi jefa! que muy amablemente se ofreció a acompañarme para darme apoyo moral... que está superbién, se lo agradezco de corazón, peroooo... por otra parte, pensé... primero, si me tienes que acompañar para darme apoyo, es que es chungo. Segundo, estarás ahí, a mi espalda, escuchando todo lo que digo... OMG!! Lo peor siempre es la incertidumbre de con qué te van a salir los abogados, porque los hay tan buenos como cabrones... jajajaja...

Así que, nada, yo el día de antes preparándome el informe a conciencia, que si porqué elegí pasar este test y no otro, que si la definición y criterios de esquizofrenia, que si en qué momento se me ocurrió poner esta frase aquí... bufff... Luego está el tema de la ropa, que parece una tontería, pero no lo es. Está de sobras demostrado, incluso con experimentos (pseudo)científicos que la ropa que usamos influye de manera directa en la percepción que tienen los demás de nosotros y la interpretación que hacen de nuestros actos (mira por ejemplo aquí). En un juicio en la Audiencia, dónde todo es un teatro orquestado, no puede uno ir de cualquier manera. No hace falta ir de boda, pero tampoco en bambas y sudadera. Así que ya me tenéis, cavilando... ¿qué me pongo?  Y es que, últimamente, al problema habitual que tenemos la mayoría de las mujeres de tener el armario lleno y no saber qué ponernos, se añade que estoy haciendo dieta y tengo infinidad de prendas por encima y por debajo de la talla que necesito. Murphy. Bueno, me pondré los tejanos, con la americana verde y unos botines negros que le dan el toque formal... ¡Ostras! ¡Mis botines están en el zapatero!  Pues nada, ya me ves yendo a una zapatería a comprarme otros. Sí, expresamente a comprarme unos botines para ir al juicio. En mi defensa, he de decir que me hacían falta unos igualmente. Y que estamos en Rebajas.

Bien. Llega la noche y me tomo un somnífero, para tener un sueño reparador y estar bien descansada al día siguiente. Y tan reparador. ¡Como que suena la alarma del móvil y sigo reparando las arrugas de la almohada! Me duermo. Y ya empiezo mal el día. Por suerte, tengo un poco de margen. Me visto pitando, me maquillo, cojo mis cosas y me voy. Camino como Robocop, ya que los botines nuevos todavía son rígidos en el empeine. Llego a la parada justo cuando llega el bus y, al subir, me tropiezo con un escalón. Aún no controlo la altura de los nuevos tacones... buf, mal seguimos... Me paso el viaje releyendo mis notas del caso, aunque me lo sé de memoria. Más que mariposas, noto alfileres en el estómago.

Llego a Barcelona y, al bajar, se me engancha el tacón (es de esos de goma con surcos, un arma de destrucción masiva) en el mismo puto escalón, pero esta vez no puedo controlarlo y me caigo de rodillas a cámara lenta, como si me estuviera postrando ante el Dios de los que hacemos el ridículo... Señora, ¿está bien?, me dicen mientras me levantan por los codos... ¡¿¿Señora??! ¡Tu padre! ¿Qué pasa? Cada uno se baja como quiere... (evidentemente, esto sólo lo digo en mi cabeza).

Arma de destrucción masiva

Menos mal que los quince minutos que tengo de camino hasta la Audiencia, con el frío glaciar que hace, me ayudan a bajar el sofoco de las mejillas. Llego antes que mi jefa (eso está bien) y después vamos a hacer un café. Bueno, yo, mi Cola Cao. Me ayuda a preparar qué preguntas serán las más probables y me tranquiliza. Para mi sorpresa, no estoy demasiado nerviosa.

Vamos a la Audiencia, me presento y me toman los datos. A esperar. Me dicen que la vista consiste únicamente en mi declaración, que no se va a hacer nada más. ¡Ah! Qué bien. Qué poca responsabilidad sobre mis hombros... (ironía modo on). También me dicen que los padres no están citados. Aún así, el padre (el esquizofrénico cabreado conmigo) ha venido y va asistir como público. Lo tendré a mi espalda. De hecho, es, junto con mi jefa, el único público. Vaaaale. La situación va mejorando.

Además, haciendo honor a mis dotes como gran observadora, mientras esperamos, me dice mi jefa:

- Ese de ahí ¿quién es? ¿es el padre?
- No... No han venido, ni el padre, ni la madre.
- ¿Y quién es?
- Pues no sé...
- ¿¿Seguro que no es el padre??

Os he de explicar que había, a un lado nuestro, un hombre y una mujer con toga, y al otro, un señor con toga y un hombre vestido de calle, al que hacía referencia mi jefa.

- Ay, pues no sé... es que no me acuerdo de su cara... no, no... seguro que no es...
- Yolanda, pero no hay nadie más... está con el abogado...

Hasta que lo oigo hablar, y hacer los tics que hacía durante la entrevista...

- ¡Ostras! ¡Que sí que es! Uy, es que está muy cambiado... A la entrevista vino sin gafas...

Mi jefa se parte. Llevo más de media hora a dos metros del esquizocabreao y no me he dado ni cuenta. Ya decía yo que me miraba mucho... Como siempre os digo, estas cosas sólo me pasan a mí.

Después de lo que a mí me parece un siglo, nos hacen pasar.  Siéntese aquí, por favor.  Menos mal que me puedo sentar, así por lo menos no me caeré desmayada. Y el Presidente me dice aquello de las pelis, de:

- ¿Jura o promete decir la verdad?
- Prometo.
- Le recuerdo que está obligada a decir la verdad.

¿Pues no te he dicho ya que sí?  Vamos, pa' mentir estoy yo, si tengo el culo más pequeño que el IPod de David el Gnomo... Y empiezan las preguntas. Y voy contestando lo mejor que sé, lo mejor que puedo. Oye, pues no estoy muy nerviosa. Bien.

A la segunda o tercera pregunta, veo que el abogado de la madre empieza a hacer aspavientos... ¿y a este qué le pasa? Y en seguida lo descubro: hay una mosca del tamaño de un Boeing 747, negro cucaracha, que no tenía hoy otra cosa mejor que hacer que venir a escucharnos. Llego a la conclusión que, o bien es una mosca con una grabadora, teledirigida por el padre, o bien es una cotilla sorda. Porque la tía se acerca a cada persona que habla. Y eso me incluye a mí. Se pasea a dos centímetros de mis ojos, mi nariz... la aparto como puedo... hasta que en una de las ocasiones noto que se me posa en el pelo. Bzzzz, bzzzz... la muy cabrona se ha metido entre mis rizos (marcados con espuma) y no puede salir. Y se mueve frenética... Bzzzz, bzzzz... Bzzzz, bzzzz... Estoy entre ponerme a saltar y gritar como una histérica o hacerme la sueca... ¡Qué ascoooooooo!

Sin perder la digna compostura, y continuando con mi digna exposición (anda, guapines, probad a seguir argumentando algo mientras pensáis que tenéis un bicho asqueroso en el cuerpo), me llevo muy dignamente la mano al pelo, y la toco, dignamente envuelta en mis rizos, con digno autocontrol de mi cara de asco. La sujeto entre mis dedos índice y pulgar y la saco, también muy dignamente, como si fuera una de esas bolas de pinchos que se te ha enredado después de revolcarte por el campo mientras juegas con tus hijos. La dejo vivir y se va, muy digna también. Y ya no vuelve. Supongo que la he acojonao.

Recompongo mi mente disociada y sigo atenta a las preguntas. Es el turno del abogado del padre. El pobre, menudo papelón tiene que hacer, si es que no hay por dónde cogerlo... Así que hace lo único que puede hacer: el ridículo. Que pienso, igual es también devoto de mi Dios del autobús... Me empieza preguntando por el párrafo en el que describo cómo se presenta el señor a lo largo de las entrevistas, en el cuál dije que tenía tics, pensamientos delirantes, alteración del pensamiento, etc. Y el señor letrado me dice:

- Dice usted aquí en la página tal, que el Sr. X presenta bla, bla, bla... (y me lo lee) vamos, ¡más o menos como Jordi Pujol!

Y se pone a imitarlo en medio de la sala como lo haría el personaje de Polonia. Os lo juro. No daba crédito. Miro al Presidente pensando  ahora le mete la bulla, y veo que el tío se tapa la boca con la mano con disimulo, controlándose para no ponerse a reír... Alucino. Total, que siguen unas cuántas preguntas con el mismo despropósito, el hombre debía pensar que algo tenía que hacer para ganarse el sueldo, y más con el padre delante.

Y cuando me quiero dar cuenta, todo ha terminado. En escasos 20 minutos. Y salgo contenta. Y mi jefa me felicita. Y dentro quedan los abogados, el fiscal y los magistrados debatiendo sobre el futuro de una criatura de tres años, con un padre, amoroso pero enfermo, observando cómo se le va la vida.

Y me voy a trabajar, contenta y satisfecha, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando que lo que creía que iba a ser otro día de mierda, no lo ha sido. Y que todo lo que nos imaginamos antes de que suceda algo que nos importa, nos preocupa, nos inquieta, nos ilusiona... es inútil; es anticipar algo que no sabes cómo va a ocurrir, es ansiedad en vano. Y mucho más en mi caso, que, como veis, aunque en esta ocasión salió bien, todo lo que me pasa tiene mi MarcaYolanda.





viernes, 8 de enero de 2016

Apagaos

Son las siete y media de la mañana. En un viernes en el que medio país todavía duerme y apura las últimas horas de vacaciones. Voy acurrucada, amodorrada mejor dicho, contra la ventana del autobús, escuchando a mis eternos Duran Duran, ahora más vivos (y más incomprendidos) que nunca. Diría que hace frío, pero sería faltar a la verdad. En toda mi vida recuerdo un diciembre con 18 y 19 ºC.  Me han vuelto a cambiar de lugar de trabajo (de sede) así que ahora tengo que coger dos autobuses, lo cual aumenta la probabilidad de que ocurran mis maravillosas historias del bus. Podría hablaros de que, en un momento determinado, ha empezado a oler a mierda. Literalmente. A alguien se le deben haber aflojado los polvorones y nos ha deleitado con aroma de o’de mèrd… Pero hoy quiero contaros otra cosa.

Con los ojos semicerrados veo, en la marquesina de una parada, un anuncio de la cadena de gimnasios DIR. Claro, primeros de enero. Lógico. Mucho gráfico y poca letra. Muy poca. Exactamente esta:
“70 actividades dirigidas a escoger. Más de 10.000 al mes. DIR.”

Estooo… vamos a ver… ¿nos hemos vuelto locos o qué? ¿Qué quieren decir con eso exactamente? Primero: lo he tenido que leer varias veces, porque, como además lo de DIR está más abajo y en pequeñito, al principio no sabía que era de un gimnasio y entendía que había 70 actividades dirigidas (pensadas/ideadas para) a escoger… y yo, ¿a escoger el qué? Segundo: ¿quieren decir que en un mismo gimnasio hacen más de 10.000 actividades dirigidas al mes? ¿O se refieren a todos los gimnasios de la cadena? ¿Me están diciendo que tienen un ejército de trainers, todos como locos, venga chicaaaassss, moved el culoooo, que se baje el turrónnnnnn….? Pues no caben en los metros cuadrados de todos los gimnasios. ¿Lo que quieren decir es que tengo que hacer 10.000 actividades al mes? ¿O 70 a la semana? ¿Puede que sea que me tengo que ir a vivir al gimnasio para poder hacerlo todo? Se supone que el deporte produce relax y bienestar, ¿no? ¡Sólo de pensarlo ya me estreso! Me recuerda a mi agenda en Marina d’Or…

¿Y de verdad hay 70 cosas diferentes para hacer? Porque esa es otra… tú mírate los nombres de las actividades: Bodypump, Bodycombat, Bodybalance, TBC, GAC, GAP, Duet suspensión training, Ciclyng virtual, Radikal, Duet Runners, Tabata... nombres muy intuitivos, y en inglés, por supuesto (no vas a decir Cuerpobomba, Combatedecuerpo, Cuerpobalanceado o Dos Corriendo... eso no vende). Que dices, menos el Aerobic de toda la vida, el Spinning, el Aquagym y el Zumba, todas las demás me suenan igual, es decir, que no me entero de para qué son...
- Nooo, en esta se trabajan piernas, glúteos y vientre.
- Ah… ¿y en esta?
- Piernas y glúteos.
- ¿Y en esta?
- Piernas, vientre y abdominales.
- Ah… ya, ya… ¿y en esta?
- Piernas, vientre y abdominales, pero encima de una pelota.
- what?!


Voy yo en esos avatares mentales, cuando, en otra marquesina, veo un anuncio de Mc Donald's, en el que hay una foto de varios productos y la siguiente leyenda:
“Nuevo My Combo. Elije tu producto.
Más de 200 combinaciones posibles”

¡Me cago en mis muelas! ¿¿200 combinaciones?? ¿Pero de verdad hace falta eso? ¿Y alguien ha pensado en el pobre "cocinero"? Pfffff....

Y es que estamos en la era de la exacerbación de los números. Pitágoras estaría contento. No se trata de calidad, sino de cantidad. Cuánto más, mejor. ¿Qué importa si mis hamburguesas o mis actividades (por seguir sólo con los ejemplos) sean una mierda? ¡Te ofrezco 200! ¡Te ofrezco 10.000! ¿A qué nadie más te ofrece tanto? Volvemos a lo mismo… ¿Es que me voy a comer 200 combinaciones de un menú? ¿Es que voy a hacer 10.000 actividades en un mes? El quid de la cuestión es que te crean la ilusión de elegir, de que eres libre y ¡tienes tantas cosas por hacer!. Es como ese truco que siempre explico a los padres para usar con los niños en plena edad de las rabietas: ¿qué camiseta quieres ponerte hoy, la roja o la verde? Hacemos creer al niño que elige, cuando en realidad, estamos eligiendo nosotros. De eso saben mucho los políticos y algunos jefes.
Las series, por poner otro ejemplo. Precisamente hoy lo comentaba con mis compañeros de trabajo. Para poder ver, ya no todas, sino algunas de las series que recomiendan como “buenas” o “buenísimas”, tendríamos que dejar de trabajar y pasarnos la jornada entera delante del televisor. Y ni aun así, creo yo. Así que te las descargas (piratas o de pago), las guardas y las pones en “lista de espera”. Que no las vas a ver en tu vida (las 6 temporadas de Juego de Tronos, las 6 de Lost, las 5 de Homeland, las 2 de True Detective, las 15 de Urgencias, las 12 de Anatomía de Grey, las 10 de Friends, las 5 de Breaking Bad......) ¡qué más da! Y lo a gustito que te sientes sabiendo que las tienes ahí, esperando…

Estamos sobreestimulados y sobreinformados. Tanto, que al final lo que estamos es desinformados. Internet, sin ir más lejos: uno de los mejores inventos de la Humanidad, sin lugar a dudas, es, a la vez, un arma de destrucción masiva. Posibilita que millones de personas en el mundo puedan hacerse oír. Para decir cosas importantes, interesantes, novedosas, intrascendentes o gilipolleces, directamente. Para opinar, para divertirse, para trabajar. Para ligar y para follar. Para reírse de uno mismo o de los demás. Para organizarse para matar. Para exacerbar los fanatismos. Para colaborar y para hacer el bien… La cantidad de mensajes, artículos, posts, tweets, etc etc, por segundo es brutal. Imposible de digerir. Y de nuevo, da igual la calidad de lo que se escriba. Lo importante es escribir. Y cuanto más, mejor. Hay que compartir hasta que hemos comprado una escobilla nueva para el WC. Y en eso me incluyo hasta yo (algunas veces).

Para tener acceso a las noticias. Eso me preocupa especialmente. ¿Qué está pasando con los medios de comunicación? Que son el cuarto poder y que nos manipulan como quieren, o, mejor dicho, como otros quieren que lo hagan, es algo que aprendí hace ya tiempo. Pero últimamente asisto con horror al espectáculo dantesco que ofrecen los periódicos digitales. Todos, sin excepción. Incluso aquellos que creía serios como El País, El Periódico o La Vanguardia. Unos mitos caídos. Suelo seguirlos desde las redes sociales, básicamente Facebook y Twitter, aunque algunas veces también voy a su página web directamente. Estos ¿periódicos? están confundiendo publicar noticias en las redes con ¿gilipollismo? ¿chabacanismo? ¿imbecilidad? Parece que, al tratarse de sitios virtuales dónde muchos vamos a divertirnos, no puedan publicar noticias serias y cada día cuelgan cosas tan interesantes y prometedoras como que Justin Bieber ha visto la foto de una niña española buenorra y ha preguntado quién es; que Giselle Bunchen es vegetariana; que un búho ha pasado volando muy cerca de una cámara de seguridad; o que una mujer ataca a su marido con gas pimienta por tirarse pedos. En verdad se lo agradezco. No podría dormir sin saber esas cosas.

Da igual lo que se escriba, ni cómo. Incluso con faltas de ortografía o gramática. ¿Que soy periodista? Da igual. ¿Que soy un becario? Da más igual todavía. Da igual si el titular confunde o las noticias son contradictorias. Más aún, da igual si son mentira. Lo que verdaderamente importa es publicar rápido. Rápido no: el primero. Y mucho. Y si, además, generas polémica o audiencia, mejor. A veces me da por pensar (bueno, lo siento, algunas veces pienso), en qué pasará dentro de dos mil años (si es que no hemos destruido la Tierra antes), cuando la gente quiera conocer/enseñar la historia. Porque nosotros ahora nos basamos en unos hallazgos (manuscritos, fósiles, huesos, objetos, mapas…) y en unos libros que escribieron nuestros antepasados para saber la historia del hombre. Pero, dentro de dos mil años… ¿qué se explicará sobre la década del 2000? ¿A qué noticias harán caso? ¿Cómo harán la selección?
Y otro efecto de esa sobreinformación, tanto por los medios “profesionales” como por los curritos de a pie, es que nos enteramos de los millones de despropósitos que ocurren en el mundo. Que a lo mejor antes ocurrían igual, pero al menos vivíamos en la ignorancia. Ojos que no ven… Porque se pone una mala. No se pueden ver/escuchar/leer las noticias. Y además con el consiguiente y peligroso efecto contagio que suponen algunas de esas noticias (suicidios, homicidios, prácticas peligrosas…).

En fin. No sé. Todo es mucho y muy deprisa. En general. Más, más, más. Sin parar. ¡Múltiples opciones! Está prohibido parar, descansar, aburrirse, no quedar, no conocer... ¡Qué estrés! El último: un anuncio de un antigripal que espero que hayan retirado ya, en el que se ve a una mamá con un bebé y dice algo así como "¿gripe? ¡no! ¡Las mamás no se pueden poner enfermas!" ¡¿Perdona?! Me voy a ahorrar los comentarios...
 
Apagaos. Apagaos de vez en cuando. Hay que seleccionar muy bien lo que dejar entrar en nuestro cerebro. Aunque para eso hay que tener un cerebro con capacidad para analizar, pensar… y en un país con semejante índice de fracaso escolar, dónde se premia y se venera a personajes como Kiko Rivera, Belén Esteban o El pequeño Nicolás –por decir sólo tres-, dónde nos preside (y vuelve a ser reelegido) un “señor” como Rajoy y dónde a muchos les interesa que seamos cuánto más tontos mejor, no sé yo si de eso abunda mucho.
Apagaos. Yo cada vez veo menos la TV, prácticamente nada. Leo menos la prensa y más novela. Disfruto más de las pequeñas cosas como un paseo por la montaña o meter los pies en el mar; cosas que, por suerte, puedo hacer cada vez que quiera a sólo diez minutos de mi casa. Cada vez me desconecto más de los estímulos y de la gente. Soy un poco más asocial. Será que me hago mayor.
Apagaos. Y todo esto os lo dice una que, hace ya un año, empezó a saturar un poco más el mundo virtual con la maravillosa aventura de este Blog. J