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domingo, 26 de noviembre de 2017

Uno de esos días míos

21 de octubre, sábado. 5:30 h de la mañana. Suena la alarma del móvil. Me tengo que levantar. Hoy tengo un examen de oposición. Casi no he podido estudiar, por motivos diversos. Pero vamos a intentarlo. Por lo menos, no me juego mi puesto de trabajo.

No son horas. No están puestas ni las calles. Al ser sábado, el horario del transporte público es mucho más restringido, con lo cuál, prácticamente tengo que hacer la Iron Man para estar en la otra punta de Barcelona a las ocho de la mañana.

Estoy en la estación y aún no ha amanecido. Llega el tren y, cuando estoy a punto de subir, me llega un intenso olor a tabaco por mi derecha. Por el rabillo del ojo, veo que hay un señor apurando el cigarrillo. ¿Quién coño puede fumar a las seis y media de la mañana? ¿En serio? Se abren las puertas y subo, el tren está a reventar. ¿A dónde va tanta gente a las seis y media de la mañana de un sábado?

Encuentro un asiento junto al pasillo y me acomodo, dispuesta a dormitar durante los 40 minutos que dura el trayecto. Mis ganas. Junto a mí, en el asiento al otro lado del pasillo, se ha sentado el tipo del cigarro y empieza a sorberse la nariz cómo si no hubiera un mañana. Pero, eh, no a sorberse la nariz en plan soy-una-damisela-delicada-con-un-poco-de-alergia-al-polen... no, más bien en plan soy-un-puto-rinoceronte-al-que-se-le-ha-quedado-atascado-un-ñu-en-la-garganta. ¡Qué asco más grande! ¿La gente no tiene reparo alguno? Lo miro de reojo, a ver si se da por aludido de que me está produciendo náuseas. Pero no, el tío a lo suyo. Y con fruición. Y yo con el estómago vacío.

Mis miradas se van haciendo cada vez más indiscretas, hasta que, directamente, giro la cabeza para taladrar con la mirada a semejante individuo. Y entonces me quedo estupefacta, ¡no puede ser! Bueno, y, a la vez, sí que puede ser, porque tan inconcebible comportamiento sólo podía ser digno de él: con los mismos pantalones beige de siempre y la misma camisa blanca de siempre (empiezo a pensar que es un uniforme), está sentado Mr. Pig, del que os hablé en este post. Me quedo a cuadros. ¿Así que tú eras el capullo del andén, con tu putrefacto olor a tabaco? ¿Así que también trabajas los sábados? ¡A trabajos forzados te metía yo, so cerdo! Al menos te has cortado las greñas estropajosas que tenías.

Me concentro en mi móvil, mientras pienso en lo injusto que es el karma conmigo, con lo bien que yo me porto... el chico que tengo en frente, empieza también a sorber por la nariz, no sé si es una especie de idioma entre machos, como el eh.. ah... uh... Escudriño el bolso en busca de mis auriculares. Uno de mis hijos los debe haber cogido. A los cinco minutos no aguanto más y decido cambiar de asiento; no pienso pasarme más de media hora aguantándome las ganas de vomitar.

En el otro extremo del vagón encuentro otro asiento vacío y me siento. En frente de mí va una chica a la que creo conocer, por lo que me hundo en el asiento y me concentro en el móvil como si ahí tuviera la fórmula de la Coca-Cola. No estoy yo para conversaciones a estas horas de la mañana. Un chico de detrás mío, empieza también a sorberse la nariz. Ya es que me da la risa. ¿Hoy es el día internacional de los mocos viajeros? ¿Soy yo, que con mi olor estimulo las pituitarias ajenas? Y este es peor, si cabe, que Mr. Pig, sacando sustancia desde la garganta. Es repugnante. ¡¿Dónde están mis auriculares?! Me resigno y aprovecho el tiempo para borrar los millones de fotos y memes inútiles que tengo en el móvil. Menos mal que ya estamos llegando. Hoy tengo los ojos muy secos y estoy ya muy cansada antes de empezar el día.

Mr. Pig
Ya en el metro, me siento en un banco del andén. Consulto mi móvil y una aplicación me dice que he andado 3.144 pasos. Y son las 7:15 h de la mañana. ¡¿Pero cómo no voy a estar cansada?! Levanto la vista e ¡increíble!: en el andén frente a mí, en el banco frente a mí, está sentado Mr. Pig. Como sé que no me íbais a creer, le saqué una foto disimuladamente. Menos mal que va en dirección contraria a la mía, ya he tenido mi dosis tope de asco por hoy.

Eso creía yo. Subo al metro y me siento en los únicos asientos que veo vacíos. Yo, tan observadora como siempre, no me doy cuenta hasta que ya estoy sentada de que, tanto el suelo como los asientos, están sucísimos y que huele a alcohol que tira para atrás. De pie, hay dos extranjeros con un pedal que ríete tú de BH... van bebiendo cerveza y cantando y el pestazo es insoportable. En el suelo hay unos regueros que no logro discernir si son de alcohol o de pis.

Decido levantarme y cambiarme de asiento. ¿Será hoy el día internacional del juego de las sillas? ¿O el de, o te cambias de silla o te pilla un moco?...  Unos metros más adelante, dónde está sentado todo el mundo (¿por qué será?), encuentro un asiento vacío en una de esas filas de cuatro, con el respaldo en la ventanilla, de manera que quedas frente a frente con los cuatro viajeros de la otra ventana. Me siento y, por un momento, tengo dudas de encontrarme en Barcelona... ¡¡a ver si es que tengo tantas ganas de irme a Nueva York que me he teletransportado!!  A mi izquierda hay una chica latina, con un niño pequeño en el carrito. Pelo negro, piel oscura, ojos marrones. En frente, un chico negro como el carbón, vestido como un rapero. A su lado, justo en frente de mí, una chica asiática, con su piel clara y amarillenta, pelo liso, largo, negro, y sus gafas redondas, mirada fija en el móvil. Al lado de ella, una marroquí, tez blanca y ojos marrones, con su pañuelo en la cabeza y su yihab de lentejuelas. Y en el último asiento, un pintor, con su uniforme lleno de motas de pintura, barriga cervecera, pelo y perilla blancos, ojos oscuros. A mi derecha, una argentina o uruguaya, morena, pelo corto, ojos verdes, pendientes grandes tipo hippie, que habla con la rusa que tiene al lado, rubia platino, piel translúcida, ojos azul hielo. Parecemos un anuncio de Bennetton.
En la parada de España sube una pareja joven, con estética yo-soy-anarca-perroflauta-nini-metengoquedefinir y él empieza a gritar ¡España, vaya país de mierda! y otras lindezas. Claramente, tanto ellos como los dos tíos con los que les acompañan, van puestos hasta las trancas. ¡Ya lo tengo! ¡¡Hoy es el día internacional de las sustancias!! Da igual de qué tipo, da igual si las compras o las produces. Son las ocho menos cuarto y el metro va a tope... ¡¿pero a dónde va tanta gente un sábado por la mañana a estas horas?! A ver si van a venir a mi examen...
Llego a Palau Reial y, ¡cómo no! Me equivoco de salida. Finalmente, encuentro las escaleras correctas. Mientras las voy subiendo, veo que arriba, en la calle, hay un operario, con una escalera de esas de madera, tipo Telefónica, aunque más pequeña, al hombro. Está baboseando con una joven tía-buena, preguntándole indicaciones sobre una dirección mientras le mira las tetas. Cuando paso por detrás, el señor, que ya ha recogido su baba (no olvidemos que hoy es el día de las sustancias), se gira y me da con la esquina de la escalera en toda la cabeza. Uy, ay, perdón, lo siento, ¿se ha hecho usted daño? No, hijo... si a mí me encanta ir midiendo escaleras con la frente... ¡Y encima me llama de usted! Por suerte, el golpe ha sido leve y la sustancia sangre no aparece, aunque hoy sea su día. Tengo demasiada prisa y demasiados nervios para decirle al baboso lo que pienso.
Al final llego a mi destino, con todas mis partes vitales, el estómago vacío y sin vomitar. Después de saludar a mis amigas y compañeras (sin duda, lo mejor de toda la puta mañana), el examen transcurre como el proceso de selección de los Seal, que quién lo ha diseñado debe haber sido guionista de la Teniente O'Neal. En fin. Total, para suspender. Aunque, ahora que lo pienso, ¿a ver si va a ser el golpe en la cabeza lo que hizo que se me fueran los conocimientos? jajajaja...
Si es lo que yo digo, no se puede salir de casa a esas horas. Al menos, no sin una sustancia puesta.



lunes, 21 de agosto de 2017

Cómo explicar un atentado terrorista a los niños


Hoy escribo estas líneas con el corazón roto después del atentado yihadista que ha sufrido mi querida Barcelona. Mi Barcelona, mi ciudad, parte de mi identidad. Cuando se acaba de conocer que la policía ha abatido a tiros al único terrorista que permanecía fugado y que, según parece, era el autor material del atropello mortal de Las Ramblas.

Las redes sociales, la televisión, la radio, las conversaciones entre familiares, amigos, en la calle... no versan sobre otro tema. Los niños están, inevitablemente, expuestos a conocer esa información; es prácticamente imposible preservarlos, sobre todo a partir de cierta edad en que el móvil con acceso a Internet es un apéndice casi indivisible de sus manos.

Cómo explicar a nuestros hijos algo que nosotros mismos no entendemos. Cómo explicarles algo que nos causa tanto miedo, tanto dolor, tanta rabia, incomprensión e impotencia. Es más, ¿es necesario explicárselo?

La respuesta es sí. En la amplia mayoría de los casos, es mejor hablar de ello que evitarlo.

Desde mi humilde experiencia como psicóloga y apoyándome en algunos textos sobre especialistas que he leído, me atrevo a daros algunas recomendaciones para hablar con vuestros hijos (u otros niños) sobre este tipo de experiencias (adaptándolas, también pueden servir para explicarles otros incidentes trágicos, como la muerte de un ser querido, accidentes, incendios, etc.).

1. Protege a los más pequeños

Si el niño es muy pequeño, menor de seis o siete años, es probable que no se haya enterado demasiado de lo que ocurre, así que, aprovecha esa oportunidad para mantenerlo en su bendita inocencia, ya que, a esa tierna edad, los niños son particularmente influenciables por experiencias que les causen miedo. Si pregunta o hace alguna referencia, contesta con términos generales y una comunicación no verbal que le infunda tranquilidad y seguridad, algo que transmita el mensaje de que "ha pasado algo muy malo" pero que "ya está todo controlado", que no tiene por qué preocuparse.

2. Con los mayores, habla sobre ello

Con los niños más mayores de esa edad, en general, es mejor abordar el tema que caer en los pactos de silencio. La creencia de que es mejor evitarles el sufrimiento o la preocupación y hacer como si nada hubiera pasado, convirtiendo el tema en algo tabú delante de los niños, puede ser contraproducente ya que, como he dicho, es prácticamente imposible que vivan ajenos a la noticia, y el hecho de no obtener una explicación sobre lo ocurrido de su entorno más inmediato les generará incertidumbre y angustia, así que buscarán una explicación en otras fuentes (no siempre fiables ni buenas para su bienestar psicológico) o, directamente, se la inventarán, con los riesgos psicológicos que eso comporta (por ejemplo, puede creer que estamos en guerra).

3.  Cuanto más vínculo afectivo, mejor


Para dar este tipo de noticias o explicaciones, lo más adecuado es que lo hagan personas muy cercanas al niño, que sean importantes y significativas para él (padres o cuidadores principales, abuelos, profesores...), ya que eso aumentará su sensación de seguridad. Aparte, las personas más cercanas son quienes mejor lo conocen, saben de su personalidad, las experiencias vividas, los miedos que tiene, su grado de madurez y comprensión... y, en consecuencia, sabrán cómo y cuándo es la mefjor forma de abordar el tema según el niño.

4. Explícale lo que ha pasado

Explícale con palabras adaptadas a su edad y capacidad de comprensión lo que ha ocurrido, intentando mantener un tono de voz calmado y tranquilo. Es muy fácil dejarse llevar por las emociones que nos producen este tipo de hechos, así que es preferible no hablar con los niños "en caliente", ya que lo que buscamos es transmitirles seguridad y tranquilidad. Con los niños más pequeños, ten en cuenta que es probable que repitan varias veces la misma pregunta, ante lo que se debe dar siempre la misma respuesta, ya que la repetición les genera seguridad. Es probable también que pregunten qué es el terrorismo o un terrorista. La explicación del fenómeno es muy compleja, incluso para los adultos, así que es mejor dar alguna respuesta del tipo "son personas muy muy malas", resaltando lo de "muy" y haciendo hincapié en que hay muy pocas. El niño debe entender que se trata de algo excepcional.

5. Parte de lo que sabe el niño y no des más información de la necesaria

A menudo caemos en el error de hablar mucho y escuchar poco. En estos casos, además, podemos equivocarnos al querer dar toda la información posible para eliminar todas sus dudas o angustias. Lo primero que debes hacer es observar hasta qué punto el niño tiene información y de qué tipo. Si está angustiado, preocupado, confuso... o por el contrario sigue con sus rutinas y emociones habituales. A partir de ahí, se puede empezar abordando el tema (si no lo hace el niño primero) con una pregunta genérica del tipo "¿Sabes lo que ha pasado en Barcelona?". La mayoría de los niños, sobre todo si, como hemos dicho, la interacción se hace con un adulto emocionalmente significativo, ofrecerá información espontánea y hará preguntas. Es mejor ir respondiendo sus preguntas que darle información nueva que el niño no tiene. Y ten cuidado con la información que proporcionas (detalles escabrosos, morbosos, información que les genere inseguridad -por ejemplo, "ha sido al lado del dentista dónde vamos siempre"-...).
  
6. Controla y gestiona la información que reciben

Al hilo del punto anterior, controla, en la medida de lo posible, qué información e imágenes reciben, tanto por tu parte, como del medio exterior. Controla el acceso que tienen los pequeños a los medios de comunicación y contextualiza y explica la información que reciben los más mayores, especialmente de las redes sociales, dónde la mayoría de lo que van a leer son opiniones y no informaciones objetivas. Mucho cuidado también con las imágenes y vídeos a los que tienen acceso.

7. No le mientas

Son situaciones muy dificiles, en las que, como especie humana, se agudiza nuestro instinto sobreprotector para con los niños y los más desfavorecidos. En consecuencia, es muy fácil caer en la tentación de ocultarles información, decirles que no ha pasado nada, que es mentira, etc. Es un error. Como hemos dicho, el niño, de un modo u otro, se va a enterar de lo que sucede y descubrir que le has mentido lo único que le va a generar es inseguridad, desconfianza y decepción respecto a ti. Gestiona la información que le das, pero no le mientas. Es muy probable que pregunte si va a volver a pasar o si nos puede pasar a nosotros. Ante la tentación de contestar que no, que esté tranquilo porque supermami o superpapi siempre le va a proteger y a evitar que le pase nada malo, es preferible contestar la verdad: que no lo sabemos, pero que estas cosas suceden muy, muy, muy pocas veces y que ahora la policía está poniendo todos los medios necesarios para que no vuelva a pasar. 


8. Facilita sus sentimientos y muestra los tuyos

Aunque hemos dicho que hay que mantener la calma para transmitirles seguridad, eso no quiere decir que haya que reprimir las emociones, ni las suyas ni las nuestras. Se trata de reconocerlas y expresarlas de manera controlada y adaptativa. Por lo que respecta a las suyas, hay que animarles a que expresen lo que sienten y no reprimirles con frases del estilo "no llores", "tienes que ser fuerte", "no te preocupes tanto, no nos ha pasado a nosotros", etc. Acepta la expresión de sus emociones y consuélalo si llora, con afecto y contacto físico. En cuanto a las nuestras, hay que identificarlas y etiquetarlas: "estoy enfadada", "estoy triste"... Asímismo, no pasa nada por reconocer que nosotros también tenemos miedo o que no entendemos por qué ocurren estas cosas. Al contrario de lo que podría parecer, eso generará en los niños una corriente de empatía y un sentimiento de unidad emocional. 

9. No des mensajes xenófobos

Ante el fenómeno del yihadismo, es muy fácil caer en discursos y mensajes xenófobos en contra del Islam, los musulmanes, personas de origen marroquí o magrebí, etc. Es muy importante no generalizar (se trata de MUY pocas personas que son MUY malas) y transmitir a los niños el mensaje de que los terroristas pueden ser de cualquier etnia, nacionalidad o religión y que sus actos nada tienen que ver con eso, aunque lo utilicen como excusa o justificación.

10. Visualiza lo positivo

Dentro del horror y la barbarie, procura que el niño pueda ver los aspectos positivos, como las vidas que se han podido salvar, las muestras de solidaridad, la unidad de las personas, los actos altruistas...

11. Genera rutina y normalidad

Está sobradamente demostrado que, cuando ocurre un suceso extraordinario, lo mejor para la readaptación psicológica es retornar a la normalidad lo antes posible. Las rutinas ofrecen sensación de control y seguridad, especialmente a los niños. Así que haz que el niño siga con su vida y rutinas habituales, saliendo a la calle, yendo al cole, al parque, a la compra, etc. Sin embargo, será positivo que, durante un período, le dediques más tiempo y una mayor atención: procura pasar más rato con él, escuchas sus preguntas y opiniones y aumenta las muestras de cariño como besos y abrazos.

12. Cierra la situación

Para la readaptación psicológica, es necesario cerrar la situación y resolver el duelo. Para ello, procura, después de los momentos iniciales, no estar continuamente hablando o viendo o escuchando noticias sobre el tema. Dale mensajes que le transmitan que todo está controlado, que las fuerzas y cuerpos de seguridad están haciendo un buen trabajo para protegernos y que todo vuelve a la normalidad. Algunos niños pueden necesitar expresar externamente su duelo y su acercamiento a las víctimas. Para ello puedes ofrecerles distintas alternativas que también deberán ser adecuadas a la edad y características del niño: hacer un dibujo, escribir una carta o un mensaje, poner una vela, participar en una manifestación, colaborar con asociaciones de voluntariado, etc.

sábado, 19 de agosto de 2017

Sí, los muertos de Barcelona me duelen más

Hoy escribo estas líneas con el corazón roto después del atentado yihadista que ha sufrido mi querida Barcelona. Mi Barcelona, mi ciudad, parte de mi identidad.

Porque sí, porque estas muertes me duelen más.

Antes de que me lapidéis, dejad que me explique.

Estos días las redes sociales y los medios de comunicación están que arden, con información y opiniones de todo tipo: verídicas y bulos, objetivas y parciales o partidistas, lo que añade más confusión y más desazón al tema. Además, con el anonimato que da estar detrás de la pantalla, hay gente que escribe gilipolleces o verdaderas atrocidades, como desear o celebrar las muertes por ideas políticas o relacionadas con el fútbol.

Y algunos de esos, dicen que somos unos hipócritas por lamentarnos de los muertos y heridos de Barcelona y Cambrils cuando no nos preocupamos por los cientos de muertos que se producen a diario en otras guerras, atentados, hambre, enfermedades, etc. alrededor del mundo.

A todos esos que habláis sin saber, sólo porque queda muy guay y muy políticamente correcto decir esas cosas, os cuento: una muerte es una muerte; un asesinato, es un asesinato. Pero no todos nos producen las mismas reacciones o sentimientos. Y no es que no nos importen las otras muertes, o que haya muertes de primera y de segunda, ni que seamos hipócritas, egoístas, insensibles o de doble moral. Te lo explica la psicología.

Verás:

  • La identificación es un proceso psicológico que hace que me sienta más cercana y empática con la comunidad a la que pertenezco, a las personas a las que me parezco y veo cada día, que a personas que pertenecen a otras culturas, con las que comparto pocas características, y que viven a miles de kilómetros de mis círculos vitales. Por eso me toca más de pleno un atentado que se ha cometido a 20 km. de mi casa que uno que se produzca a 5.000.  Por eso me afectan más algunas muertes, aquellas que sacuden mi identidad, sea esta social, psicológica, cultural, geográfica, política, de género, sexual... por ejemplo, las desgracias que les ocurren a los niños me afectan más desde que soy madre. Eso es así ¿Me hace eso menos humana?

  • Los seres humanos vivimos diariamente con la ilusión de la invulnerabilidad, una creencia o esquema mental de "a mí/aquí nunca me va a pasar nada" que permite que, la mayoría de nosotros, podamos salir de casa, tomar el metro, subir a un barco o a un avión, conducir, subirnos a una atracción de feria, etc. sin estar pensando continuamente que estamos en peligro. Es absolutamente imprescindible para vivir sin angustia o sin volverse loco. Pero cuando sucede una tragedia en mis círculos más cercanos, esa ilusión se quiebra, nos damos cuenta de que sí que puede pasar "a mí/aquí", en las calles que conozco y frecuento, a las personas que conozco y que quiero. A mí. Y eso hace estallar una de las necesidades más básicas, primarias y universales del ser humano: la necesidad de sentirse seguro. Afortunadamente, esa ruptura, si la elaboramos bien, es temporal, y, poco a poco, se vuelve a restablecer esa mentira de invencibilidad que nos decimos cada día para seguir viviendo en paz. Y ha de ser así. Sería inviable vivir continuamente sufriendo por lo que les ocurre a otros o lo que nos podría ocurrir. Nuestra psique no lo soportaría. De hecho, hay algunas personas a las que le sucede.

  • Cuando, día sí y día también, en los medios de comunicación se nos expone a imágenes e información sobre atentados, muertes, guerras... se acaba produciendo una desensibilización sistemática, es decir, el horror, dolor, miedo... que te produce inicialmente, va disminuyendo por el efecto de repetición. Es como que "te acostumbras" a verlo y "deja de importarte" (nótese bien el entrecomillado), así que sigues cenando y comentando con tu familia cómo te ha ido el día. No eres insensible. Eres humano. Tu cerebro te protege de vivir permanentemente en el horror. De hecho, es la técnica psicológica por excelencia para tratar las fobias, por ejemplo. Si a un paciente le da miedo algo, lo expones repetidamente a eso que le da miedo hasta que se le pasa. Y se le pasa, te lo aseguro.

Y eso por citar sólo algunos. Así que, no es que sea insensible (de hecho, cualquiera que me conozca un poco sabe que, precisamente, de lo que peco, es de hipersensibilidad), sino que soy humana y operan en mí esos y otros procesos psicológicos. Los mismos que explican (no justifican ni disculpan, pero sí ayudan a comprender) cómo alguien de 17 años es capaz de subirse a una furgoneta y embestir a personas ¡a niños! para acabar con su vida. La mente humana es muy compleja.


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viernes, 11 de agosto de 2017

Gracias Kiko

Mi primer novio no fue mi primer amor.

Lo conocí un día en la estación de tren de mi pueblo. Era domingo. Él venía como acompañante de los novios de mis amigas, con los que hacía poco que salían. Teníamos 15 años.

Es curiosa la mente humana. Hay cosas (algunas importantes), que no recuerdo en absoluto. Sin embargo, visualizo con precisión fotográfica cómo iba vestida aquél día: jersey de canalé rojo, minifalda de tubo y botas de ante marrón con flecos, estilo arapahoe. Una estética muy ochentera, no llevaba hombreras porque ese día llevaba jersey... :-)

Me lo presentaron. Él me miró cómo si hubiese visto a una Diosa. De arriba a abajo, con la boca abierta y el habla retirada. Más o menos como hacen las viejas de pueblo cuando están tomando el fresco y llega la forastera por la calle que da a la plaza, pero sin su mala leche. Claramente quedó impresionado. Lo que seguramente nunca supo, es que yo quedé más impresionada que él.

Y no por el muchacho, pobre, que era más bien feíto y sin nada destacable: de estética heavy, pelo largo castaño, ojos marrones, pantalones vaqueros ajustados, chupa de cuero. Lo que me impresionó es que yo, carne de bullying, pudiese impresionar a alguien en el sentido erótico-festivo del término.

Como buenos aguantavelas, nos pasamos la tarde charlando mientras mis amigas andaban en modo lapa con sus churris, descubriendo (yo) que no teníamos nada en común.

Volvió los siguientes fines de semana, hasta que un domingo, al acercarnos a casa (por entonces los chicos acompañaban a las chicas a su casa), me dijo que quería hablar un momento conmigo. Me llevó aparte, no a ningún sitio romántico, sino delante de un portal bastante cutre, y me preguntó si quería ser su novia. No lo vi venir (llamadme ingenua), y me pilló totalmente desprevenida. Aquel chico no me gustaba nada de nada, pero, ¡¿cómo le iba a decir que no al primer tío que mostraba interés en mí?! No era negociable. Así que, mientras una voz interior decía no, no, no... mis labios pronunciaron, bueno, vale... muy romántico también :-)

Oficialmente, ya tenía novio. Me duró unos dos o tres meses, viéndonos sólo los fines de semana. Apenas tengo recuerdos de qué hicimos durante ese tiempo. Sé que me pedía besos y yo le decía que no, que aún no me había besado nadie... ¡pues por eso! me decía :-) Sólo consiguió algunos piquitos inocentes. Sin lengua ni nada.

El recuerdo más nítido que tengo, aparte del día en que nos conocimos, es que un día, volviendo a casa, yo no paraba de pensar que no quería estar con él, que no me gustaba nada... y no sé si me enfadé por alguna tontería que ni recuerdo, o, simplemente, algo se activó en mi cerebro, pero el caso es que, en un impulso, atajé por un parque, en un camino alternativo al que solíamos coger, corriendo como una loca... eh, perooo... ¡correr! que ríete tú de Usain Bolt... Porque en aquella época no existían los smartphones, que si me llego a cronometrar, me ponen de personal trainer de los guepardos... ¡¡que llegué a mi casa antes de que la construyeran, tío!! Y sin mirar atrás. Yo creo que los de la peli Novia a la Fuga se inspiraron en mí... jajajaja...

En fin. Como el pobre no sabía dónde vivía (siempre nos dejaban a las cuatro en un punto común) y tampoco existían los teléfonos móviles, no me pudo encontrar ni hablar conmigo hasta la semana siguiente, cuando nos reuníamos toda la colla como de costumbre. Cuando lo vi aparecer, me quedé muerta: venía con muletas y una pierna escayolada porque se había hecho un esguince persiguiéndome. Sus amigos, muy elegantemente y en privado, me hicieron saber lo zorra e hija de la gran puta que había sido por salir corriendo de esa forma y tener al chaval siete días sin saber de mí. Oye, tenían razón... :-) Pero yo, Mata-Hari total... no le hice ni caso en toda la tarde, al pobre chico. Aunque me preguntaba qué había pasado y me pedía perdón, sin ni siquiera saber por qué. Yo caminaba a mi rollo, mientras sus colegas me decían tía, espéralo que no puede ir más rápido... qué mala fui, por favor... jajajaja...

No sé si fue esa misma tarde o alguna siguiente, pero corté con él. Él dejó de venir, pero sus amigos me decían que seguía colgado de mí. Pobre, qué mal me porté contigo... Pero tengo un muy buen recuerdo tuyo, porque fuiste la persona que me hizo descubrir que yo le podía gustar a alguien. Y, Kiko, a partir de ahí, se abrió un Universo para mí. A partir de ahí, me robaron mi primer beso con lengua, me enamoré del guapo del instituto, perseguí como una psicópata lunática a otro guapo del instituto, me pegué maratones de morreos... pero bueno, esas son otras historias :-)

Gracias. Gracias, Kiko.



jueves, 20 de julio de 2017

La pija



Pijo/a: (adjetivo/despectivo/coloquial/España). Dicho de una persona que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada. [Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española]

También conocidos como fresas (México), chetos (Paraguay, Argentina y Uruguay), gomelos (Colombia), cuicos (Chile), sifrinos (Venzuela), pitucos (Perú), pipis (Costa Rica), pelucones (Ecuador), jevitos (República Dominicana), yeyés (Panamá), preppies y valley girls (Estados Unidos) y caqueros (Guatemala).


Una pija no se hace; nace.

De hecho, una pija nace con el pelo largo (y liso), para poder moverlo constantemente con sus aspavientos. De bebé, ya tiene sus uñas perfectamente cuidadas de manicura, poco vello, la piel suave y sonrosadita, y, por supuesto, sin arrugas. Sus primeras palabras suelen ser "o sea", que habitualmente utiliza para decirle a su mamá algo así como...

o sea, mami, ¿de verdad me vas a dar esa leche? Pues no la quiero, tiene que ser de primera marca... de verdad, mami, qué horror...

Porque, por supuesto, las mamás pijas no amamantan a sus retoños. Prefieren conservar intactas sus perfectas tetas operadas.

A las pijas las bautizan (todas las familias son religiosas y de derechas, preferiblemente del PP), con nombres como Begoña, Maria del Pilar, Immaculada, Sofía, María Teresa, Inés, Mencía, Mari Paz, Alba, María Victoria, Macarena... Si son niños, Alberto, Mario, Borja, Juan Carlos, Íñigo, Gonzalo, Enrique, Alejandro, Pelayo, Cayetano, Pablo... Y luego los llaman con diminutivos como Cuca, Piluca, Marichu, Pitita, Vicky, Titín, Fufu, Tito, Puchu...

El requisito imprescindible para ser una buena pija es haber nacido en una familia de pasta. De mucha pasta. Por eso digo que una pija nace, no se hace. Porque alguien que no ha nacido en una familia pija, aunque luego esté podrido de dinero, nunca tendrá ese quéséyo que se mama desde la primera leche de marca. Serían algo así como las chonijas, de las que os hablé aquí. 




Así que la pija vivirá en una gran casa en urbanizaciones como La Moraleja o La Finca (Madrid), La Fontana (Salamanca), Monteprincipe (Albacete), Los Castellanos (Cáceres), Las Vaguadas (Badajoz), El Bosque o Carambolo (Valencia), La gaviota (Sevilla), Sotogrande (San Roque), El Limonar (Málaga)… o, en su defecto, en un pisazo en la parte rica de la gran ciudad: Pedralbes, Sarrià o Sant Gervasi (Barcelona), Chamartín, Salamanca o Los Jerónimos (Madrid), Abando (Bilbao), Nervión (Sevilla), Pla del Real (Valencia)…

Evidentemente, tendrán una segunda (o tercera, o cuarta...) residencia, en Baqueira, Sierra Nevada, Ibiza, Marbella… cuando no en el extranjero: Niza, Sicilia, París, Londres, Marsella… y los más pijos repijos, su barquito amarrado en el puerto. Sus padres son abogados, arquitectos, directores de periódico, banqueros, grandes empresarios o, directamente, nobles que viven del cuento y del nombre de sus antepasados. Tienen cochazos (varios) de gama alta, como BMWs, Audis, Mercedes... chacha(s), habitualmente interna y preferiblemente filipina, y casi siempre niñera(s), que es la que se encarga de su crianza, ya que su padre suele estar muy ocupado trabajando, viajando y jugando al golf y al pádel y su madre emplea su tiempo en el salón de belleza, el entrenador personal, el club social, los actos benéficos y de arte y cultura, el tenis o el pádel, los brunchs con amigas y, en algunos casos, hasta trabajan.

En este contexto, la niña pija va a colegios privados, carísimos, dónde en realidad no importa lo que le enseñen, sino que sea muy muy caro, realmente caro. Desde la más tierna infancia, aprende que todo (prácticamente todo) se compra con dinero. ¿Que no apruebo? No pasa nada, viene papi a hablar con el director, y me aprueban a golpe de cheque. ¿Que hago algún desperfecto? Pues lo mismo. La pija crece pensando que es una persona distinta, especial, que puede conseguir todo lo que quiere, ipso facto y sin ningún esfuerzo.

En efecto, los pijos se mueven por y para el dinero. Pertenecientes a esa reducida clase privilegiada, miran por encima del hombro a quién no lo es. El lema central de su vida es “tanto tienes, tanto vales” y por tanto, van con actitud de perdonavidas por el mundo. Su mirada hacia alguien que no es de su clan es de “cómprate un bosque y piérdete… ay no, que no te lo puedes comprar… jajajaja… qué agudo soy”. Su único objetivo en la vida es aparentar, por eso, siempre viste con ropa de marca. Evidentemente, no cualquier marca, sino las más exclusivas, como Tommy Hilfiger, Polo Ralph Lauren, Thomas Burberry, Gant, Hackett, Lacoste, Pepe Jeans, Belstaff, Guru, El Niño, Armani, Dolce & Gabbana, Versace, Calvin Klein, Bloom, Babieca, Gap, Quicksilver, Roxy, The North Face, Hollister... Y además de caras, tienen que ser discretas, es decir, no se pondrán una camiseta con un Nike gigante, como haría una choni o un cani.

Por el contrario, suele tener un estilo bastante clásico. Ellos: pantalón de pinzas, corto o largo, camisa o polo, jersey de lana o cachemir anudado en los hombros, traje chaqueta y mocasines o náuticos. El estilo de ellas está menos definido, pero suelen llevar vestidos vaporosos, faldas cortas, pantalones algo ajustados, camisas ajustadas, preferiblemente blancas o rosas, pañuelos, gafas de sol, tacones y muchos complementos con bolsos carísimos. Esto último es imprescindible. Van siempre muy arregladas y maquilladas, y suelen ser muy coquetas. En ambos casos, son esclavos de las modas, a las que siguen a pies juntillas. Lo único que importa es llevar ropa muy cara y que no te vean dos veces con la misma ropa.


La pija no tiene tema de conversación. "O sea" si buscas alguien con quién discutir por qué no hacen los aviones con el mismo material que usan para hacer las cajas negras, por qué si "cárcel" y "prisión" son sinónimos, "carcelero" y "prisionero" no lo son, o qué pasaría si un hermano siamés fuese declarado culpable de un asesinato y condenado a muerte en la silla eléctrica, aléjate de la pija, que igual le explota la cabeza. La pija es una persona superficial. Habla, mejor dicho, parlotea, de lo último que se ha comprado, de maquillaje, de las tendencias de moda, del grupo pop del momento y poco más.

Además, habla con ese tono nasal, medio gangoso, que la hace parecer monguer total. Utiliza muchas muletillas y no sabe afirmar o negar como los mortales, con un “sí”, un “no” o un “no me parece bien”, sino que tiene que hacerlo con mucho énfasis, para demostrar que está exultante (recuerda, yolotengotodo), o en absoluto desacuerdo. Así, utiliza mucho palabras y expresiones como: fenomenal, súper, súper-súper, súper mega guay, es lo más, ideal, fantástico, divino, totalmente (para decir sí), para nada (para decir no), forever forever, porfaplis (mezcla de por favor y please)… Aunque si hay una muletilla que le encanta es “¿sabes?”... puede decirla mil veces por minuto y, por supuesto, mal pronunciada, en realidad dice “¿saes?”. En la misma línea, le encanta enfatizar lo que dice. Para ello puede alargar las consonantes o las vocales, “eres ssssssssssuperguapa” o “qué feeeeeeeeo”, marcar las sílabas, “es pre-cio-so”, “im-presionante”, o gesticular continuamente con las manos, especialmente para recolocarse una y otra vez su preciosa y larga melena.

La pija es educada, eso hay que reconocérselo, y raramente alza la voz (aunque puede reírse como una cabra). Así, como decir tacos o palabras malsonantes es barriobajero, las tunea a lo pijil… “jope” por “joder”, “gilipichis” por “gilipollas”, “pupu” por “coño”, etc. También se inventa frases que se convierten en talismanes pijos para expresar sus sentimientos más intensos, como “te lo juro por la cobertura de mi móvil”, “te lo juro por la hierba que se come el caballo de Ralph Lauren”, “a quién no le guste, que se lo coma el cocodrilo de Lacoste”… Además, si es una pija muy pija, y, sobre todo, latina, habla spanglish, es decir, mezcla continuamente el español con el inglés estadounidense:

hi, darling, good morning, cómo estás? I'm totally crazy!! No-te-lo-vas-a-cre-er!! Me ha llegado un message de Tito al celular, que-quie-re-que-daaaar… It's amaaazing, I'm in una nube!!! Es total!!

¿Y a qué dedica la pija su tiempo? Como se suele decir, no tiene oficio ni beneficio, ni aspiraciones más allá de creer en Dior (lo siento, chiste fácil J). Como mucho, sueña con vivir eternamente en Gossip Girl. Digamos que estudia, por supuesto en institutos o universidades extranjeras… pero, en realidad, lo que hace es hacer creer a papi que estudia, porque lo más importante del mundo (después de no repetir modelito, of course), es que papi crea que es “la hija perfecta”, requisito indispensable para que daddy siga abriendo el grifo.

Para divertirse, la pija hace lo normal, lo que hacemos todas, vamos... se va de fin de semana a Paríííís, a una fiesta en un yateee, de sssshoppiiiiing, a una pedida de maaaano, a una puesta de laaaargo, a la premier de una peeeeli, a la disco dónde van los futbolistaaaasss, a un concierto de Bisbaaaal (en la zona vip, por supuesto)... siempre con los modelitos más sencillos y normalitos, cualquier trapillo que han encontrado por ahí... y cuando quiere emociones fuertes, va a un festival de música grunge o rock, o se va a la playa de la Barceloneta... ¡qué fuerte, man!  

Grupo de pijas en un festival de música rock


Pero todos tenemos un “lado oscuro”. Cuando los pijos salen de marcha, suelen comportarse con un desfase total. Como ya he dicho, con la cartera repleta de dinero y la creencia de ser seres superiores, van a por todas. Es habitual que consuman e inviten a alcohol y drogas (coca y pastillas, siempre cosas “de nivel”), eso sí, con mucho cuidado de no coger una pea que los arrastre por el suelo, que eso es propio de la chusma. En la disco o la terraza de turno, los pijos simulan que bailan con la copa en la mano (nunca cerveza), mientras intentan (y digo “intentan”) follar con todas las tías en un kilómetro a la redonda. Las pijas, sorben sus pajitas con delicadeza y se ríen sin parar mientras critican los modelitos de desconocidas y amigas y les hacen ojitos a los pijos que se las intentan follar, aunque en realidad quiénes les molan son los canis malotes que han conseguido colarse. Cuando salen, los pijos, ya borrachos, se pelean con los canis, todo con el objetivo de impresionar a las churris, a ver si finalmente, cuela el tema de follar.

Puede haber agresiones, detenciones, destrozos varios… pero tranquilos, los niñitos perfectos tienen a sus papis perfectos, que vienen y los sacan del calabozo sin más consecuencias, como mucho, algún golpe de talonario. Lo tienen fácil: estos papis nacen con un gen que les hace creer todo lo que les cuentan sus perfectos hijitos, ¿cómo, si no, podrían justificar su comportamiento?

Es que pá, vomité en las sábanas, ¿saes?, por culpa de una hamburguesa que me sentó súpermal, ¿saes? Te superjuro que no tomé nada de alcohol…

Papi, empezaron ellos, ¡te lo juro por la bandera de España! Se metieron con Piluca y yo qué iba a hacer, ¿eh? Yo no tengo la culpa de estar tan fuerte, ¿saes? o sea, por el gym y eso… papi, ¿me habrá pegado alguna enfermedad venérea en el puño?

Ay papi, no es culpa mía, ¿saes?, es el retrógrado ese del profe, que me tiene manía, porque como eres un hombre taaaaan importante, y él es un don nadie… me hace la vida im-po-si-ble, papi!!

A ver papá, ¿yo qué culpa tengo de que se mueva la columna del párquing? Es que necesito un coche nuevo, papiiiii, este me tiene manía, ¿saes?

En el afán por divertirse, a unos se les va más la pinza que a otros, como al niñato de Barcelona que "jugaba" a dar patadas en las espinillas a las chicas y tirarlas al suelo, como podéis ver en el vídeo a continuación. Es lo que tiene estar podrido de dinero, que, como ya lo tienes todo, todo te aburre y tienes que buscar nuevas formas de "estimulación". 




En España tenemos varios ejemplos de pijas dignas de mencionar, y no son de ficción, aunque lo parecen. La primera que me viene a la cabeza, es la inspiradora de este post, Tamara Falcó, hija del marqués de Griñón e Isabel Preysler, ya que hace unos días vi este vídeo y no me pude resistir... A esta chica la sacaron del horno antes de tiempo, está claro.

Claro que, toda la familia Iglesias - Preysler son los reyes y reinas de los pijos...
 
Julio Iglesias, el albañil venido a más, que se jacta de haber tenido relaciones sexuales con más de 1000 mujeres

Isabel Preysler, la cazafortunas


Chabelita... ¿la tonta?



Enrique, que quiere ir de malote, con la gorra y la barbita


 
Julito... la sombra de la família


Otra pija sublime es Carmen Lomana, aunque, por lo que se dice por ahí, es buena tía y hasta culta. Tenemos otras como Tita Cervera (con mucho patrimonio y cero efectivo), su hijo y la esperpenta de su mujer, Eugenia Martínez de Irujo y todo su clan, con la matriarca Duquesa de Alba, Arancha de Benito, Sara Carbonero, Colate, Ricardo Bofill y tantos, tantos, tantos, que necesitaría cuarenta posts para hablaros de todos...


Carmen Lomana


Arancha de Benito




Eugenia Martínez de Irujo



En la liga internacional, me vienen a la mente los Super Beckham, que Vicky se fue de Madrid porque olíamos a ajo, ya ves tú, que sabrás tú lo que es un buen allioli o una torrada con tomate, ajo y aceite de oliva!! ¡Anoréxica! que seguro que sólo comes apio... Te daba yo un cocido con tos sus arrestos, que se te ponían los ojos vueltos!!! jajajaja... Por supuesto, la Pau (Paulina Rubio), Paris Hilton, que está ahí entre ser pija y ser chonija, las gemelas Olsen, Taylor Swift, Sarah Jessica Parker, Hillary Duff, Ashley Tisdale...

Victoria Beckham



David Beckham



Paulina Rubio y Colate


Ashley y Mari Kate Olsen




Que, por cierto, ¿habéis visto a algún pijo/a feo/a? No, ¿verdad? Pues es que Don Dinero lo arregla todo, como el papá de Catalana Occidente... y si no, aquí algunos ejemplos... ¿os imagináis cómo serían sin lo que les proporciona la pasta (léase maquillaje, tratamientos de belleza, ropa, compañía, poder, estatus...)? Por ejemplo, siempre que he visto a Caritina Goyanes por la tele, he pensado que debe ser la única chica obesa del mundo (junto con Montserrat Caballé) a la que no le hacen el vacío, invitan a todas las fiestas, etc.... lo cual no exime de que, seguramente, la pongan a parir a sus espaldas...(ojo, que lo digo con todo el respeto, que seguro que es una tía de puta madre... peroooo, ya me entendéis, si no tuviera la pasta que tiene, sólo sería "una gorda").


Caritina Goyanes

Cameron Díaz, lo siento pero siempre me ha parecido horrorosa (y mala actriz)
 
Álvaro Muñoz Escassi


Y es que con dinero todo es más llevadero... En fin. Efectivamente, es otra liga. En mi mundo, por eso, también hay pijos y pijas, más “cercanos” y con menos pasta. Cuando iba al instituto, eran esos que llevaban mochilas Mistral y jerseys Privata, que ponían pegatinas del Snoopy en la carpeta, se iban los fines de semana a esquiar y a Spinnaker (la disco de pijos), esos a los que los Hombres G les dedicaron tan fantástica canción...

Ahora que soy mayor, son esos que viven en casoplones, hacen dos o tres viajes al año (sin contar "las escapaditas"), llevan a sus tres o cuatro hijos a ver el Circo del Sol, el Rey León (a Madrid), a Port Aventura... esquían, tienen un barco, cenan en restaurantes Michelín, etc. etc. etc... pero, cuidado, entre estos pijos hay muchos "quiero y no puedo", gente que intenta llevar ese tren de vida, pero vive de préstamo sobre préstamo, sólo tiene un yogur en la nevera y debe los recibos de comedor del colegio público al que van sus hijos. De esos, conozco unos cuántos.