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miércoles, 18 de febrero de 2015

La guerra de los Bancales

Lunes por la mañana. Por la mañana, muy mañana. Después de un gripazo. Llego a la parada del autobús y me encuentro un cartelito que anuncia que, por obras, la parada se ha anulado y hay que coger el bus en la siguiente, a unos 10 minutos caminando. Pffff... empezamos bien el día.

Llego a la parada... ¡ah! pero-si-esta-es-la-parada-de-al-lado-de-mi-casa-la-que-debería-coger-habitualmente-pero-que-resulta-que-camino-10-minutos-para-ir-a-buscar-la-parada-anterior-porque- si-no-no-me-siento-y-resulta-que-ahora-he-desandado-esos-10-minutos-(que-ya-van-20)-para-cogerlo-dónde-debería-haberlo-cogido-en-un-principioooooooo... Ah. Vale. El bus ya ha pasado. ¡Bravo! El día mejora por momentos. Me voy a la parada de enfrente, que, en el recorrido habitual, es una anterior. Llega el bus:

- perdona, ¿te quedan asientos? 
- a ver... no, ya no (cara de Chucky, tejodes)
- ah, vale, pues ya me espero al siguiente...

Y me espero al siguiente bus, que pasará en unos 20 minutos. Total, ya voy media hora tarde... Y es que estoy hasta el mismísimo moño (con "c") de ir de pie. Tenemos un problema serio con esta línea de bus interurbano, que al parecer, salvo a los usuarios, no le importa a nadie: hay más usuarios y más universitarios que asientos disponibles. Sistemáticamente. Y esto se ha convertido en La Guerra de los Bancales (perdonad el juego de palabras, pero es que me venía a huevo :-)).

Os aseguro que es una guerra abierta, a codo partido. Aunque ahora, al menos, los guerrilleros hacemos cola, porque meses atrás, esperábamos el bus en una especie de masa sin forma, que llegabas con cara de perro y hacías un barrido visual asesino que ya quisieran los escáneres de la CIA... tehevisto, sé e-xac-ta-men-te quién está antes que yo... que sólo nos faltaban las pinturas de camuflaje... Y tenías identificados perfectamente a los distintos/as listillos/as que despliegan sus artimañas para colarse:

La Chanel: esa tía de cincuentaytantos, que en realidad quiere aparentar cincuentaytantos y que se le note todo su "señorío". Nariz de águila, centímetro y medio de base de maquillaje, que ahí le puedes dibujar en relieve todos los planos de Prison Break. Abrigo bueno de paño, bolso de marca colgado a medio brazo (nunca en bandolera, ¡por Dios!), con la cara más tiesa que si le hubiesen metido un palo por el culo. El palo, mojado en guindilla, por cierto. Vista perdida por encima de cualquier rostro, rollo noteveonoexistesparamí. Cuando se acerca el bus va avanzando posiciones, barbilla en alto, procurando, eso sí, no rozarse con ninguno de nosotros, la chusma. A esta habría que juntarla con el que ha pedido buses para ricos y para pobres, a ver si, de paso, le daba una alegría delicatesen pa su cuerpo y se le quita el ictus.

La tigresa: esa otra, también de cincuentaytantos, pero que en realidad quiere aparentar veinticinco, que va vestida toda de leopardo, tigre, pantera, cebra y tal vez Marsupilamis. Pelo rizado con exceso de espuma, efecto alambre, de color indefinido. Uñas rojas de longitud por encima de la recomendable para remover un café, labios rojos, cigarrillo permanente. Piernas esqueléticas montoacaballo metidas en leggings animal print, acabadas en taconazos de aguja de los que seguramente se pone los sábados para ir a La Blanca Paloma o a Tango. El ¡Hola! enrollado en el bolso de los chinos. Su estrategia es hablar hasta con las piedras, y, como quién no quiere la cosa, ya está subiendo la escalera.

La social: joven, estudiante, con cara de amínomeimportamadrugar, lavidaeschula, québonitassonlasflores... que le quitarías la sonrisa de un puñetazo... Siempre, si-em-pre, encuentra a alguien a quién conoce, que "casualmente" está por delante... hoooola què tal? què fas? quant de temps sense veure't... blablablá, blablablá... que sube con él/ella.

El enterao: ese señor, pasado ya tres pueblos de haberse jubilado, con la misma cazadora de entre tiempo, independientemente de la temperatura que haya. Dos mochilas a cuestas, que piensas, ¿lo hará para ahorrarse el gimnasio? Camina incesantemente arriba y abajo de la acera, poniendo nervioso al personal. Y lo sabe todo, a voz en grito: el que ha pasado antes iba con retraso... pero es que claro, con las obras ahora no pueden bajar hasta el origen y van de culo... pero ahora viene el siguiente... van a poner uno de refuerzo, pero no de los dobles, que no pueden dar la vuelta... el otro día se estropeó uno y no veas la que se armó... este chófer que viene ahora tiene sífilis... ¡qué cansiiiiino! ¿Os acordáis que son las 7 de la mañana? Y yo creo que, como nadie le mira para que no te hable, ¡zas!, las mochilas y él para adentro sin que te des cuenta...

Pero bueno, ahora es todo mucho más civilizado, ¡dónde va a parar! Subimos todos como borreguitos, ordenaditos, pegados mucho los unos a los otros para no dejar espacio a la Chanel, la social, el enterao ni la tigresa. Y cuando subes al bus, es como el juego de las sillas, pero sin música. Bueno, si nos pusieran una, sería la banda sonora de Psicosis. Oteas, rápido (no te puedes entretener, ni puedes pasar muchos asientos vacíos poniéndote tiquismiquis), eliges, y te embutes, al lado de Torre Man, rezando para no encontrarte a la señora.

Y si te ha tocado quedarte de pie, practicas el ejercicio de Tai-Chi "Raíces profundas", agarrándote con las uñas de los pies al suelo para no derrapar y pegarte la leche de tu vida, ya que los conductores suelen ir en plan kamikaze porque el tiempo que les dan para cada trayecto no les permite ni siquiera ir al baño. Y eso mientras recoges evidencias científicas de que es totalmente cierto que las embarazadas, ancianos, lisiados, mamásconbebésacuestas y personas con fatiga crónica como yo, producimos somnolencia. Profunda además.

Y no pasa nada por hacer un trayecto de 40 minutos, por autopista, de pie. Si vas en un coche sin cinturón, mirando el móvil, el GPS, comiendo, bebiendo, encendiendo un cigarro, mirando al copiloto, maquillándote, sacándote un moquillo, rascándote una oreja o pensando algo obsceno sobre la Guardia Civil, te crujen: te ponen una multa que tienes que sacar un préstamo para pagarla, y te quitan no sé cuántos puntos y ya no puedes ser cliente de Línea Directa. Pero si corres el riesgo de comerte el parabrisas en un frenazo en mi bus interurbano, no pasa nada.

En fin. Como os decía, a nadie le importa. Como me dijo la Mosso aquella vez que secuestré el bus: ¿tú crees que el dueño de la empresa se mueve en autobús? Cuando tengas que decirle algo, busca un Mercedes.

6 comentarios:

  1. Jajajajajaja!!!+ te superas!!!!!! Genial y la tigresa para morirse!!!!!

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  2. Jajaja que bueno te falto la esteban de turno 😨😨😨

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  3. Jajaja que bueno, te falta la "Esteban" con olor a pachuli.

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  4. Como sigas escribiendo sobre el bus, tendremos que hacer "ruta del Blog de Yolanda", y acabaremos todos subiendo a las 7!!! Que por cierto, la que no calla en el bus (me remito al post del 15 de enero) es la tigresa o la Channel????

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  5. Ja ja ja. Pitjor que en els meus temps de tren rodalies!!!

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