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viernes, 20 de marzo de 2015

De cuando yo quería ser Jodie Foster


Cuando estaba casi acabando la carrera, descubrí, por casualidad, como suelen pasar las buenas cosas de la vida, la psicología jurídica; es decir, aquella parte de la psicología que intenta explicar todo lo relacionado con la ley y la criminología. Lo nuestro fue un flechazo, un amor a primera vista, ese polvo que recuerdas toda la vida.

Decidí que eso era a lo que yo me quería dedicar. Seleccionar un jurado, rehabilitar a los presos, reeducar a los jóvenes, atender a las víctimas del delito, hacer evaluaciones forenses (si son penales, mejor)... Pero ante todo y sobre todo, mi sueño era colaborar con la policía para cazar a los malos. El profiling o perfil criminológico, entrar en la mente del asesino, del violador, del hijoputa. Coincidió (de nuevo, la casualidad) que por aquella época hacía poco que se había estrenado El silencio de los corderos. Recuerdo que cuando J me dijo de ir a verla, porque tenía muy buena crítica, pensé:  pero ¿cómo va a ser buena una peli con ese nombre?  Que, además, todo muy lógico: se llama el silencio de los corderos y en portada sale una tía con una polilla o mariposa en la boca... El caso es que al final accedí y fuimos (hay que darle vidilla de vez en cuando). Salí del cine diciendo: "Yo quiero ser Jodie Foster". Más guapa, más alta, más rica. Pero Jodie Foster. Bueno, mejor dicho, Clarice Starling.

Y ahí empezó mi caminito hasta dónde estoy hoy. En un ataque de fiebre, decidí que me iba a Estados Unidos, a estudiar al FBI. Ni corta ni perezosa, envié mi currículum y una petición de empleo/beca/estudio/señoradelalimpieza (en inglés, ¿eh?) a todas las agencias del FBI que encontré, creo, en un listín de la biblioteca de la escuela de policía (entonces Internet aún dormía). Los americanos, tan correctos ellos, contestaron todas y cada una de mis cartas, respondiendo amablemente que para poder acceder a cualquiera de esas opciones tenía que ser ciudadana americana (¡cómo no!) y mandándome grandes sobres con artículos y bibliografía sobre el tema, que debieron decir (hay que leerlo con acento yanqui):

- mira esta gilipollo, Peter... ¿dónde va, este española?, ¿qué sabrá ella de killers? si lo más que matan en su puebla es un toro, ole, oleeee ¡Viva Curro Roumero! ¡Good Flamenco!... 
- Nooou, John, lo que matan es un cerda, acuerdete lo good que estaba el jamón que comimos en Seville...
- Oh, my God! Yeeees! ¿Qué te parezco si decimos a ella que sí venga here? Pero con maleto llena de jamones... Mejor, podemos enviar The Air Force One...

Pero esa invitación nunca llegó. Y me quedé con los veintipico sobres, en los que guardé mi frustración, dado que la opción de irme a América y casarme con un yanqui no me pareció de recibo.

Tras el estreno del Silencio de los Corderos, llegó la moda de las series policíacas. Que cuando yo era pequeña ya daban alguna, como Colombo, Starsky y Huch o Los hombres de Harrelson (¡míticas series!) y ya de un poco más mayor, la revolucionaria Corrupción en Miami; pero es que, lo que vino después, y se mantiene hoy en día, es una epidemia. ¡Que todos los chavales y chavalas quieren hacerse polis o estudiar para trabajar en el CSI!

Porque claro, en las series todo parece tan fácil y tan emocionante... Y en realidad, es sencillo: busca una poli o una doctora buenorra (si es fea, no sirve). Tiene que ser una tipa dura, soltera, divorciada mejor, con miedo al compromiso, que tenga la nevera vacía, se mantenga de beber Evian y comer ganchitos, y duerma con la pistola bajo la almohada. Con fino sentido del humor y que trate a los tíos a patadas, a pesar de lo cuál, todos le tiran los trastos. Le añades un tipo más duro todavía, siempre con barba de tres días, despeinado perfecto, que fume como un carretero y beba whisky sin parar, vista tejanos y camiseta blanca, bíceps y tableta (aunque esto no es del todo imprescindible), emocionalmente inepto y amargado de la vida. Un poco o un mucho de química sexual entre ellos. Añades los malos (no son importantes) y ¡voalá! Ya tienes montada la serie policíaca de éxito.

Y hay que ver lo realistas que son ¿eh? Bones, por ejemplo. Una antropóloga forense, Brennan, especializada en huesos (de ahí el nombre de la serie y su mote); antipática y rara dónde las haya, con un más que probable síndrome de Asperger, que acompaña a Booth, el poli, a toda escena del crimen, interroga testigos, registra domicilios... Lo corriente entre los forenses, vamos. Él, que nunca rinde cuentas al jefe, entre otras cosas porque nunca sale su jefe, ni sus compañeros, ni una puñetera comisaría. Todas sus pesquisas se gestan, controlan y solucionan en el laboratorio, especialmente con Brennan. Lo que yo digo, lo normal.

En una línea parecidísima está Castle, sólo que esta vez la poli es la chica (Beckett) y el que la acompaña a todas partes es un escritor graciosillo, Castle. El ingrediente añadido es que se supone que él sólo observa el trabajo de la policía para inspirarse para sus novelas. Pero, igual que Brennan, interroga a los testigos, desactiva bombas, entra en domicilios... Lo que haría cualquier escritor.

Con una vuelta más de tuerca, está El Mentalista. Patrick Jane es un falso médium, contratado por la policía para ayudar a solucionar casos difíciles, dado su supuesto don. En realidad, es un tío intuitivo y observador, él se llama "mentalista". Le basta con estar en la misma habitación que otra persona para saber si es el asesino:

- ¿Cómo ha dicho que se llama?
- Usted la mató.
- ¿Cómo dice?
- Ha preguntado cómo me llamo sólo para desviar la atención...
- ¡Oiga! ¡Está usted loco!
- Cuando hemos entrado, he visto que usted salía de la puerta de la izquierda, pero es usted diestra. (bebe té) Lleva un vestido de los años 50, aunque nació en el 70. (bebe té)  En el cubo de basura de la cocina hay un envoltorio de tinte para el pelo pelirrojo, pero usted es daltónica, por lo que no puede ver de qué color tiene el pelo, ¿qué sentido tiene teñírselo? (bebe té)  En realidad, tiñó el pelo del cadáver para que fuera acorde con el maquillaje que le aplican en el tanatorio. (bebe té)  Dice que le gusta leer, pero su casa está completamente llena de libros. (bebe té)  Juntando todos esos datos, es obvio que es usted la asesina. (bebe té con el meñique levantado)

Acompaña a la poli, Lisbon, y además de extralimitarse continuamente en sus funciones, trata fatal a testigos, víctimas y culpables, miente, tiende trampas... La trama se complica porque hay un asesino en serie, John el Rojo, que la tiene tomada con él y lo lleva a situaciones límite, en las que involucra a Lisbon y su equipo, que se saltan las normas y no pasa nada. Porque en esta serie, al menos, sí que salen otros polis, una comisaría, y una jefa que quiere que la llamen "Señor". Todo muy normal. Lo que pasa es que Simon Baker es todo un caballero, muy guapo (siempre me han gustado los rubios, ¿qué le vamos a hacer?) y me cae bien su personaje, así que se lo perdono casi todo.

Ni que decir tiene que los protagonistas acaban enrollándose, Brennan y Booth, Castle y Beckett, y Jane y Lisbon. Si no, ¿qué mierda de series serían?

En otra línea argumental está, por ejemplo, la saga CSI. Hay dos o tres, que son iguales, pero con actores y escenarios distintos: Las Vegas, Miami y Nueva York. En este caso, todos los que salen son científicos forenses, cuya misión es investigar y resolver crímenes a partir de las pruebas recogidas en la escena del crimen, sobre todo. Y en esta serie, con éxito sin precedentes, también es todo de lo más normal y verídico. Los jefes, son raros de cojones (Grissom, Caine y Taylor). Las chicas se pasean por el barro, entre sangres y vísceras, con taconazos y uñas de porcelana. Inspeccionan los cadáveres en estado de putrefacción sin arrugar la nariz ni ponerse esa cosa verde debajo. Llevan un maletín que ni el bolsillo de Doraemon: allí hay de todo. Obtienen los resultados de una prueba de ADN en apenas unos minutos. SIEMPRE encuentran un pelo, rastros de sangre. Da igual que lo hayas limpiado todo con KH-7, lejía o Cillit Bang. Cuando introducen unas huellas dactilares en el IAFIS, el sospechoso SIEMPRE está fichado, y tarda aproximadamente 20 segundos en salir en pantalla: sus huellas, su cara, su dirección, sus antecedentes penales, el nombre de su primera mascota y su talla de calzoncillos.

Mentes criminales es una de las que más tendría que gustarme, dado que, teóricamente, se acerca muchísimo al profiling. Nos enseñan el trabajo que se hace desde la Unidad de Análisis de Conducta del FBI (¡¡ahí es dónde yo quería trabajar!!). Los agentes, psicólogos y criminólogos, analizan la escena del crimen y todos los datos de que disponen para elaborar un perfil que permita a la policía capturar a los malos malísimos. Hasta aquí, ¡me emociono como niño con zapatos nuevos! Pero claro, luego la veo y... ¡es que se les va la mano con la ficción! Ellas guapísimas a reventar, ellos, da igual, menos Morgan, que parece un hombre-anuncio de El Gorriaga. El jefe, Hotchner, también serio y raro. Se ve que es requisito de los jefes, lo de ser raros. El psicólogo, como en todas las series y pelis del mundo, medio loco, con mogollón de problemas personales por resolver. Menos mal que, por lo menos, lo pintan como super inteligente. La mejor, para mí, Penélope, una hacker que tiene más peligro con un ordenador en las manos que Espinete en una tienda de globos. Me encanta su estética, me identifico mucho con ella. Siempre dispuesta a ayudar a sus chicos: la llaman:

- ¡Hola preciosa! Necesitamos saber si en los últimos quince años alguien compró un batido de fresa en la gasolinera de la Quinta Avenida.

Unos segundos después...

- Aquí lo tengo, Morgan, guapetón.. Se llama James Miller, vive en la misma Quinta Avenida, número 1562335967, piso 53. Está divorciado, trabaja como cartero y le gustan los espaguetis. Tiene diez multas de tráfico, y una vez se sacó un moco mientras estaba en la cola del cine. El día que compró el batido de fresa salió tarde de trabajar y no había podido ir a Wegmans a hacer la compra. ¿Algo más?

Y lo mejor: establecen un perfil en apenas dos días. Reúnen a los polis para explicárselo y lo hacen siguiendo una exquisita coreografía, que parece que han cogido número de esos de la pescadería para hablar... ¡Qué sincronización!

En fin. Una decepción. Que yo entiendo que tienen que tener elementos de ficción, giros en la trama que te enganchen... ¡pero es que son tan irreales! Hay un largo etcétera que podría comentar en la misma línea: NCIS Los Angeles, Ley y Orden (apenas las he visto), Hawai 5.0. (una versión mala de Starsky y Huch), Elementary (un asesor de Scotland Yard -Sherlock- que es despedido por su afición a las drogas, y que, junto a su canguro china -Watson- ¡!, resuelven crímenes), Profiler (otra de una psicóloga forense que prometía en su cometido de hacer perfiles, y luego resulta que, para variar, la prota está loca perdida, y, como al mentalista, tiene un asesino en serie que le hace la vida imposible)... ¡pero entonces este post no se acabaría nunca!

Reconozco que veo la mayoría de estas series, como entretenimiento. Pero entonces, a mí es en ese punto dónde me da la vergüenza, y ya no le cuento a nadie que quiero ser perfiladora. Por otra parte,  en España mi futuro como tal, sería parecido al de un submarino descapotable, porque es verdad que, afortunadamente, aquí los asesinos en serie son, en todo caso, los de los cerdas. Además, desde que soy madre, y conforme me voy haciendo mayor, como que ya no tengo tan claro que me apetezca pasarme el día viendo la escoria de nuestra sociedad. Lo he hecho los últimos años (y eso que no era lo peor de lo peor) y ya no tengo yo estómago para esas cosas.

Así que (creo) que ya no quiero ser Jodie Foster. En todo caso, me identifico más con Laura Lebrel, de Los misterios de Laura, que es madre, más bien feota, viste fatal, una marujona que se hace la tonta y que lleva a la pesada de su madre siempre pegada a los talones. Eso sí, lista.

Mientras tanto, las series que me han dicho que están realmente bien de este género son The Wire y True Detective, ambas relativamente recientes. Será cuestión de verlas, a ver si tengo otro polvo épico.


3 comentarios:

  1. Penélope-Laura, así que a los rubios se lo perdonas todo ehhhhh.... J!!!! Qué suerte tienes rubiales!!!

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  2. Jajajaja!!!!! Insuperable Yolanda!!!!! Sin palabras!!!! El trozo de el mentalista es de premio nobel y el resto también!!!!!

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