Que dicen los psicólogos que para llevar mejor el confinamiento hay que mantener una rutina, estar ocupado y procurar estar con los niños. Dicen que hay que teletrabajar mientras ellos duermen, así que me levanto a las cuatro de la mañana para adelantar. He tenido que llamar tres días al servicio técnico porque el puto portátil no se abre, que me dicen que es porque no meto bien la contraseña, insinuando que igual es que estoy dormida. A lo mejor el que está dormido es el ordenador, que yo me sé de memoria la puta secuencia de letramayúsculaletraminúsculanúmerossímbolosperounosíyotrosnoyquenosealaqueusasparatodo. Que lo que no acabo de entender es lo que me dice el técnico que tengo que añadir, algo así como “cagonturutamadre” que yo ya pruebo a ponerlo, pero no sirve de nada, el portátil sigue bloqueado.
Intento trabajar hasta más o menos las ocho de la mañana, aunque a veces me sorprendo con la cabeza en el teclado babeando como un bóxer. Desayuno, me visto y saco al perro, que al principio molaba y me sentía envidiada, pero ahora ya no me hace ni puta gracia, y al perro menos. Que ayer cuando fui a ponerle la correa me lo encontré con un letrero entre las patas que decía “cagonturutamadre”, que digo, ¡hostia! ¡La misma contraseña que me dice el técnico! ¡Qué listo es este perro, coño!
Cuando vuelvo despierto a los niños y me meto en la cocina. Con una mano les hago un zumo de naranja (que los veo muy amarillos o muy blancos, no sé bien, pero nada saludables), mientras con la otra mano me depilo las piernas y las ingles, que a las diez hay quedada vecinal en el balcón para tomar el sol. Me pongo un bikinitanga fosforito, que es el único que he encontrado perdido por los cajones, y salgo a la terraza con una pamela, gafas de sol y un mojito. Que me acabo de tomar una magdalena, pero leí en algún sitio que los batidos verdes son supersaludables y desintoxican, así que digo yo, que ya que no puedo ir a comprar verdura, la menta del mojito será lo mismo, ¿no? Por lo de compensar la magdalena.
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Fuente: cuidateplus.marca.com |
Cuando más a gustito estoy, impregnándome de Lorenzo, se me enciende un clic en el cerebro: ¡a las diez y media tengo un meeting con mi jefe! Me meto rápidamente en casa y tengo el tiempo justo de ponerme una camiseta y medio peinarme. Intento entenderme con él entre los bailes del Wifi, que va más lento que un caballo de mármol, y mis hijos, que pasan como 537 veces por detrás de mí, tirándose de los pelos, sacándose mocos, depilando al perro, haciendo un Tik-Tok… yo,
dientes, dientes, como la Pantoja. Cuando acabo, me levanto y le regalo a mi jefe un primerísimo plano de mi toto rosafosforito, adornado con algún pelo rebelde que ha quedado por ahí…
¡hostia, pensaba que ya había colgado! ¡¡Perdón, perdón!! Que para arreglarlo me doy la vuelta, enseñándole un zoom de mi culo en tanga, por si le había quedado alguna duda viciosa. Por fin atino a apagar el portátil. Espero que esta pandemia dure hasta el 2.537, porque a la oficina no puedo volver.
Los niños me reclaman, es la hora del cole. Se conectan a las plataformas esas del mudel, dudel o cómo se llame mientras se supone que yo voy a seguir trabajando. Me quedo muerta cuando veo todo lo que tienen que hacer, que van a acabar los deberes cuando Heidi sea mayor de edad.
Mamá, mamá, cómo se hace una ecuación de segundo grado… mamá, mamá, qué tienen en común un sistema piramidal y una economía androgénica… mamá, mamá, yo no sé dibujar, esto no me sale… mamá, mamá, que tengo que hacer una presentación, editarla, comprimirla y enviarla por Wetransfer… ¡Me cago en mi puta vida!
A ver niños, vosotros poned a todo que sí. Es momento de levantarse a por un Bacardí con Cola.
Mientras los niños acaban sus deberes y yo mi cubata, reviso el móvil. Tengo como tres billones de wasaps, videos, audios y presentaciones por WeTransfer sobre el puñetero Coronavirus. Que dicen los psicólogos que hay que saber distinguir entre la información veraz y los bulos. Comprobar todos esos mensajes me llevaría más que a mis hijos los deberes. Así que me quedo con lo que más me mola y acabo antes.
Es mediodía y por tanto la hora de la cervecita mientras preparo la comida. Empieza a sonar música a toda hostia en la calle, mi vecino del cuarto, que a las doce y media hace festival infantil. Bailo el Chuchua Chuchua, el Joan Petit quan Balla y el Baby Shark, en tanga y sin mis hijos, que dicen que ya están mayores para esto, cuando me doy cuenta que el vecino de en frente me está grabando con el móvil. Cae otra cerveza. Menos mal que no tengo que salir de casa, porque empiezo a estar mareada y se me cierran los ojos.
Después de comer me tumbo un rato en el sofá…
oye, que como no tenemos nada que hacer… qué sueñito tan rico… Me despierto exactamente tres minutos después, con los gritos de mis hijos peleándose por a quién le toca jugar al Fortnite. Me recuerdan que es la hora del juego o la actividad en familia, ¡
¡¡mamaaaaaaaa, lo pone en el horario de la neveraaaaa!!! ¡¡Putos psicólogos!! Jugamos al Monopoly, un juego rapidito. Me pegan una paliza que no veas, casi tengo que hipotecar hasta el perro. Hablando del perro, ¡coño, que lo tengo que volver a sacar!
Me visto, que aún estoy en tanga. Saco al perro después de sobornarlo con tres galletas y aprovecho para ir al súper a comprar algo de pescado para la cena. Una cola que ya la quisiera el cuponazo de la ONCE, tres metros y medio entre cada persona, y la encargada del súper que va dejando entrar cuatro personas cuando salen otras cuatro. Estoy por preguntarle si tiene langostinos, porque nos va a dar Nochebuena aquí. Me sudan las manos por los guantes, me agobia un montón la mascarilla y estoy criando pollos en los sobacos con el plumas, que hace más calor que en el despacho donde interrogaron a Sharon Stone en Instinto Básico.
Que dicen los psicólogos que mejor que no estemos en pijama y con el moño mal hecho, que eso afecta el estado de ánimo. Así que cuando por fin llego de la compra, me ducho, me redepilo entera, me quito pelos de las cejas con las pinzas, me pongo una mascarilla antigranos, me aliso el pelo, me maquillo, me perfumo y me visto como una persona medio decente. Oye, pues es verdad que esto anima, ¡mira qué mona estoy!
¡¡¡Mamá, mamaaaaaaa, que es la hora del ejercicioooo!!! Creo que me he equivocado en el orden de algo.
Mamá, no se puede beber cerveza mientras haces bicicleta… Tampoco se puede hacer con tacones y lo estoy haciendo, cállate niño.
Son las ocho. Salimos al balcón, a aplaudir por los sanitarios, por los bolicías, por los del shúperr, bor las señiiorasss de la limpieza, por lossshh bomberos, bor los niñiiosssh, bor losssh aguuelosssh, bor lossshh que ssshhe quedannn en casaaaa!! ¡¡Oshh quiero, vecinossshh, coñiiio!!! ¡Mamá, por favor! Mi vecino del cuarto pone otra vez la música, es hora de la disco: resistiré, la vida es un carnaval, vivir la vida, color esperanza, la canción del coronavirus y otras mierdas de esas, que dicen los psicólogos que hay que dar mensajes positivos.
¡Estoy que me salgo con tanta positividad! ¡¡Reboso positividad!! Puta vida.
Las nueve: hora del telediario, que hay que estar informada. Es más triste que Enrique y Ana cantándole a Calimero. Me pongo a llorar como si no hubiese un mañana…
tranquila mamá, todo irá bien… si mamá, tutto andrá bene… Que dicen los psicólogos que nosotros somos los fuertes y tenemos que dar ejemplo para que los niños se sientan seguros. Apago la tele, me repongo como puedo y ¡mierda! Si no he preparado la cena… Preparo porquerías rápidas varias, mis hijos encantados. Mientras cenamos:
mamá, mañana quiero que hagamos cup cakes, ¿vale?... ¡pues yo quiero que hagamos plastelina!... vale, y luego vamos un rato al parque… niños, sabéis que no se puede ir al parque… mamá, tienes los ojos rojos… venga, ¡todo el mundo a la ducha y a dormir!
Dos horas después consigo que estén dormidos o, al menos, metidos en la cama sin dar por culo. Vuelvo a sacar al puto perro (ambos nos miramos con la misma cara de odio). Al volver me siento en el sofá. Estoy derrotada. Y las pintas ni os las explico. Sigo viendo el telediario desde dónde lo había dejado mientras reviso el wasap y lucho contra mis párpados. No puedo más y me tengo que levantar en cuatro horas a trabajar. En el grupo de Las Chupipandis:
Laura:
chicas, ya me he acabado Vivir sin Permiso, ¡me ha encantado! ¿Qué serie me recomendáis ahora? Pero una que sea de maratón, eh?
Sonia:
pues yo estoy enganchadísima a La Reina Roja. ¡Desde que empezó el confinamiento ya me he leído 13 libros!
Merchi:
mírate Bates Motel, ¡está genial! Pues a mí me ha dado por la limpieza a fondo. Estoy dejando la casa como la patena!
Laura:
ya, es que mola tener tanto tiempo libre eh?
Sonia:
oye, qué estáis haciendo para colaborar? Yo me he apuntado a la bolsa de voluntarios del Ayuntamiento. Que dicen los psicólogos que hay que ser solidario, que eso nos hace sentirnos útiles y nos ocupa el tiempo.
Merchi:
a mí es que me da miedo salir… igual me pongo a hacer mascarillas.
Pedro Sánchez está moviendo los labios en la tele… ¿qué dice?
“(…) el estado de alarma se alargará al menos hasta el 13 de abril (…)”
Yo:
chicas, es cierto que se alarga esto hasta el 13 de abriiiiillll???
Sonia:
sssiiii (emoticono de llanto) y dicen que igual hasta el 26 de abril
Merchi:
uy, yo he oído que hasta verano!!
Mecagonmirutavida.
(esta no soy yo, pero podría serlo perfectamente 😂😂)