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lunes, 30 de marzo de 2020

Que dicen los psicólogos...

Que dicen los psicólogos que para llevar mejor el confinamiento hay que mantener una rutina, estar ocupado y procurar estar con los niños. Dicen que hay que teletrabajar mientras ellos duermen, así que me levanto a las cuatro de la mañana para adelantar. He tenido que llamar tres días al servicio técnico porque el puto portátil no se abre, que me dicen que es porque no meto bien la contraseña, insinuando que igual es que estoy dormida. A lo mejor el que está dormido es el ordenador, que yo me sé de memoria la puta secuencia de letramayúsculaletraminúsculanúmerossímbolosperounosíyotrosnoyquenosealaqueusasparatodo. Que lo que no acabo de entender es lo que me dice el técnico que tengo que añadir, algo así como “cagonturutamadre” que yo ya pruebo a ponerlo, pero no sirve de nada, el portátil sigue bloqueado. 

Intento trabajar hasta más o menos las ocho de la mañana, aunque a veces me sorprendo con la cabeza en el teclado babeando como un bóxer. Desayuno, me visto y saco al perro, que al principio molaba y me sentía envidiada, pero ahora ya no me hace ni puta gracia, y al perro menos. Que ayer cuando fui a ponerle la correa me lo encontré con un letrero entre las patas que decía “cagonturutamadre”, que digo, ¡hostia! ¡La misma contraseña que me dice el técnico! ¡Qué listo es este perro, coño! 

Cuando vuelvo despierto a los niños y me meto en la cocina. Con una mano les hago un zumo de naranja (que los veo muy amarillos o muy blancos, no sé bien, pero nada saludables), mientras con la otra mano me depilo las piernas y las ingles, que a las diez hay quedada vecinal en el balcón para tomar el sol. Me pongo un bikinitanga fosforito, que es el único que he encontrado perdido por los cajones, y salgo a la terraza con una pamela, gafas de sol y un mojito. Que me acabo de tomar una magdalena, pero leí en algún sitio que los batidos verdes son supersaludables y desintoxican, así que digo yo, que ya que no puedo ir a comprar verdura, la menta del mojito será lo mismo, ¿no? Por lo de compensar la magdalena.

Fuente: cuidateplus.marca.com
Cuando más a gustito estoy, impregnándome de Lorenzo, se me enciende un clic en el cerebro: ¡a las diez y media tengo un meeting con mi jefe! Me meto rápidamente en casa y tengo el tiempo justo de ponerme una camiseta y medio peinarme. Intento entenderme con él entre los bailes del Wifi, que va más lento que un caballo de mármol, y mis hijos, que pasan como 537 veces por detrás de mí, tirándose de los pelos, sacándose mocos, depilando al perro, haciendo un Tik-Tok… yo, dientes, dientes, como la Pantoja. Cuando acabo, me levanto y le regalo a mi jefe un primerísimo plano de mi toto rosafosforito, adornado con algún pelo rebelde que ha quedado por ahí… ¡hostia, pensaba que ya había colgado! ¡¡Perdón, perdón!! Que para arreglarlo me doy la vuelta, enseñándole un zoom de mi culo en tanga, por si le había quedado alguna duda viciosa. Por fin atino a apagar el portátil. Espero que esta pandemia dure hasta el 2.537, porque a la oficina no puedo volver.

Los niños me reclaman, es la hora del cole. Se conectan a las plataformas esas del mudel, dudel o cómo se llame mientras se supone que yo voy a seguir trabajando. Me quedo muerta cuando veo todo lo que tienen que hacer, que van a acabar los deberes cuando Heidi sea mayor de edad. Mamá, mamá, cómo se hace una ecuación de segundo grado… mamá, mamá, qué tienen en común un sistema piramidal y una economía androgénica… mamá, mamá, yo no sé dibujar, esto no me sale… mamá, mamá, que tengo que hacer una presentación, editarla, comprimirla y enviarla por Wetransfer… ¡Me cago en mi puta vida! A ver niños, vosotros poned a todo que sí. Es momento de levantarse a por un Bacardí con Cola.

Mientras los niños acaban sus deberes y yo mi cubata, reviso el móvil. Tengo como tres billones de wasaps, videos, audios y presentaciones por WeTransfer sobre el puñetero Coronavirus. Que dicen los psicólogos que hay que saber distinguir entre la información veraz y los bulos. Comprobar todos esos mensajes me llevaría más que a mis hijos los deberes. Así que me quedo con lo que más me mola y acabo antes.

Es mediodía y por tanto la hora de la cervecita mientras preparo la comida. Empieza a sonar música a toda hostia en la calle, mi vecino del cuarto, que a las doce y media hace festival infantil. Bailo el Chuchua Chuchua, el Joan Petit quan Balla y el Baby Shark, en tanga y sin mis hijos, que dicen que ya están mayores para esto, cuando me doy cuenta que el vecino de en frente me está grabando con el móvil. Cae otra cerveza. Menos mal que no tengo que salir de casa, porque empiezo a estar mareada y se me cierran los ojos.

Después de comer me tumbo un rato en el sofá… oye, que como no tenemos nada que hacer… qué sueñito tan rico… Me despierto exactamente tres minutos después, con los gritos de mis hijos peleándose por a quién le toca jugar al Fortnite. Me recuerdan que es la hora del juego o la actividad en familia, ¡¡¡mamaaaaaaaa, lo pone en el horario de la neveraaaaa!!! ¡¡Putos psicólogos!! Jugamos al Monopoly, un juego rapidito. Me pegan una paliza que no veas, casi tengo que hipotecar hasta el perro. Hablando del perro, ¡coño, que lo tengo que volver a sacar!

Me visto, que aún estoy en tanga. Saco al perro después de sobornarlo con tres galletas y aprovecho para ir al súper a comprar algo de pescado para la cena. Una cola que ya la quisiera el cuponazo de la ONCE, tres metros y medio entre cada persona, y la encargada del súper que va dejando entrar cuatro personas cuando salen otras cuatro. Estoy por preguntarle si tiene langostinos, porque nos va a dar Nochebuena aquí. Me sudan las manos por los guantes, me agobia un montón la mascarilla y estoy criando pollos en los sobacos con el plumas, que hace más calor que en el despacho donde interrogaron a Sharon Stone en Instinto Básico.

Que dicen los psicólogos que mejor que no estemos en pijama y con el moño mal hecho, que eso afecta el estado de ánimo. Así que cuando por fin llego de la compra, me ducho, me redepilo entera, me quito pelos de las cejas con las pinzas, me pongo una mascarilla antigranos, me aliso el pelo, me maquillo, me perfumo y me visto como una persona medio decente. Oye, pues es verdad que esto anima, ¡mira qué mona estoy! ¡¡¡Mamá, mamaaaaaaa, que es la hora del ejercicioooo!!! Creo que me he equivocado en el orden de algo. Mamá, no se puede beber cerveza mientras haces bicicleta… Tampoco se puede hacer con tacones y lo estoy haciendo, cállate niño.

Son las ocho. Salimos al balcón, a aplaudir por los sanitarios, por los bolicías, por los del shúperr, bor las señiiorasss de la limpieza, por lossshh bomberos, bor los niñiiosssh, bor losssh aguuelosssh, bor lossshh que ssshhe quedannn en casaaaa!! ¡¡Oshh quiero, vecinossshh, coñiiio!!! ¡Mamá, por favor! Mi vecino del cuarto pone otra vez la música, es hora de la disco: resistiré, la vida es un carnaval, vivir la vida, color esperanza, la canción del coronavirus y otras mierdas de esas, que dicen los psicólogos que hay que dar mensajes positivos. ¡Estoy que me salgo con tanta positividad! ¡¡Reboso positividad!! Puta vida.

Las nueve: hora del telediario, que hay que estar informada. Es más triste que Enrique y Ana cantándole a Calimero. Me pongo a llorar como si no hubiese un mañana… tranquila mamá, todo irá bien… si mamá, tutto andrá bene… Que dicen los psicólogos que nosotros somos los fuertes y tenemos que dar ejemplo para que los niños se sientan seguros. Apago la tele, me repongo como puedo y ¡mierda! Si no he preparado la cena… Preparo porquerías rápidas varias, mis hijos encantados. Mientras cenamos: mamá, mañana quiero que hagamos cup cakes, ¿vale?... ¡pues yo quiero que hagamos plastelina!... vale, y luego vamos un rato al parque… niños, sabéis que no se puede ir al parque… mamá, tienes los ojos rojos… venga, ¡todo el mundo a la ducha y a dormir! 
Dos horas después consigo que estén dormidos o, al menos, metidos en la cama sin dar por culo. Vuelvo a sacar al puto perro (ambos nos miramos con la misma cara de odio). Al volver me siento en el sofá. Estoy derrotada. Y las pintas ni os las explico. Sigo viendo el telediario desde dónde lo había dejado mientras reviso el wasap y lucho contra mis párpados. No puedo más y me tengo que levantar en cuatro horas a trabajar. En el grupo de Las Chupipandis:

Laura: chicas, ya me he acabado Vivir sin Permiso, ¡me ha encantado! ¿Qué serie me recomendáis ahora? Pero una que sea de maratón, eh?
Sonia: pues yo estoy enganchadísima a La Reina Roja. ¡Desde que empezó el confinamiento ya me he leído 13 libros!
Merchi: mírate Bates Motel, ¡está genial! Pues a mí me ha dado por la limpieza a fondo. Estoy dejando la casa como la patena!
Laura: ya, es que mola tener tanto tiempo libre eh?
Sonia: oye, qué estáis haciendo para colaborar? Yo me he apuntado a la bolsa de voluntarios del Ayuntamiento. Que dicen los psicólogos que hay que ser solidario, que eso nos hace sentirnos útiles y nos ocupa el tiempo.
Merchi: a mí es que me da miedo salir… igual me pongo a hacer mascarillas.

Pedro Sánchez está moviendo los labios en la tele… ¿qué dice?

“(…) el estado de alarma se alargará al menos hasta el 13 de abril (…)”

Yo: chicas, es cierto que se alarga esto hasta el 13 de abriiiiillll???
Sonia: sssiiii (emoticono de llanto) y dicen que igual hasta el 26 de abril
Merchi: uy, yo he oído que hasta verano!!

Mecagonmirutavida.


(esta no soy yo, pero podría serlo perfectamente 😂😂)


domingo, 15 de marzo de 2020

Sobrevivir al confinamiento sin morir en el intento


Ante las circunstancias extraordinarias que estamos viviendo por la pandemia del Coronavirus, hoy os escribo de forma seria y desde mi profesión como psicóloga. En España se ha decretado el Estado de Alarma y se nos obliga al confinamiento en casa para frenar el contagio del virus y en consecuencia el número de muertes y el colapso del sistema sanitario. Eso obliga a reorganizar dinámicas y rutinas en las familias y a una convivencia forzosa durante 24/7 a la que no estamos acostumbrados. Por eso me permito daros una serie de recomendaciones para sobrevivir al confinamiento y no morir en el intento.

Asume que no estás de vacaciones. 

Las vacaciones son un periodo de cierto libertinaje, en el que “vagueamos” voluntariamente y aprovechamos para descansar y parar la estresante rutina del día a día. Así, es muy fácil pensar en pasar este confinamiento forzoso como si fuesen unas vacaciones, durmiendo hasta tarde y alargando la madrugada viendo series, en pijama y comiendo mal y a deshoras, total, “no tenemos nada mejor que hacer”. Pero es muy probable que al tercer o cuarto día te hayas agobiado, se cambiarán tus ritmos circadianos y puedes tener sensación de tedio, además de que, cuando la situación se normalice, te costará mucho más volver a la rutina. Eso por no hablar de que, a diferencia de cuando estás de vacaciones, no tienes plena libertad para entrar y salir de casa ni para hacer muchas actividades.

Por eso es importante intentar llevar una vida, dentro de lo posible, que te garantice rutinas y ocupación. Levantarse a una hora prudente, mantener ciertas rutinas en horarios y comidas, y distribuir el día en diferentes actividades, que deberían incluir: tareas domésticas, higiene personal, ejercicio físico, estimulación cognitiva (leer, escribir, estudiar, hacer sudokus…) y ocio personal y familiar. Si teletrabajas, delimita un horario para hacerlo como si estuvieses en la oficina. De lo contrario, corres el riesgo de trabajar demasiadas horas o no estar haciendo al cien por cien ni unas cosas ni otras. Igualmente, es importante diferenciar las rutinas del fin de semana de las de entre semana.


Con niños pequeños.

Si tienes niños pequeños, el confinamiento puede convertirse en una auténtica tortura, y salir “un momento” al parque, la montaña o la playa, algo muy tentador pero que no debes hacer. Vas a tener que dedicarles tiempo y poner a prueba tu creatividad ¡y tu paciencia! Organiza su tiempo y sus rutinas, intenta mantener sus horarios, ponles tareas de tipo intelectual (leer, dibujar, deberes…), juega con ellos, mirad películas juntos, haz manualidades, baila, etc. Es importante limitar el tiempo que pasan delante de una pantalla y estimularlos a hacer actividades en familia. Hazles participar de las tareas domésticas, cocina con ellos e incluso deja espacios para el aburrimiento que estimulará su creatividad. Elaborad juntos un horario y colgadlo en la nevera. Internet es una fuente inagotable de recursos para hacer más llevaderos estos días, tanto a los mayores como a los pequeños. Si teletrabajas, intenta adelantar cuánto puedas mientras ellos duermen o ven alguna película y haz turnos con tu pareja.

Por otra parte, si tus hijos son muy pequeños seguramente les va a costar entender lo que está pasando. No les mientas pero tampoco los alarmes y no esperes a que pregunten para hablar sobre ello, aunque tampoco los satures. Habla con ellos sobre sus emociones, dales mensajes claros, adecuados a su edad y sus conocimientos, que les hagan sentir seguros y vivir el encierro como algo divertido y una oportunidad para pasar tiempo en familia, un bien escaso en nuestros tiempos. Te recomiendo leer estas pautas que ha elaborado el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.


Cuida tu estado de ánimo.

Esta situación genera incertidumbre y preocupación en general, pero algunas personas pueden sufrir estrés y ansiedad, especialmente por el hecho de tener que estar encerrado en casa o por el miedo al contagio. Además, la convivencia ininterrumpida con nuestra pareja e hijos puede generar tensiones y conflictos. Por otra parte, permanecer en entornos cerrados durante mucho tiempo tiende a afectar nuestro estado de ánimo, haciéndolo variable sin ningún motivo concreto o magnificando nuestras emociones, haciendo que vivamos todo de forma más intensa.

Por eso este no es un buen momento para tomar decisiones importantes en ningún ámbito ni para continuar las discusiones que puedan surgir en casa. Diréis cosas de las que os arrepentiréis. Intenta ser flexible y adaptarte a la situación, dejando para momentos de posterior normalidad aquellas cosas que creas importante hablar.

Ocupa tu tiempo en actividades que te hagan sentir bien y, aunque puede ser complicado, procura encontrar un espacio diario para estar contigo a solas, haciendo lo que te apetezca, meditación, escuchar música, leer, tomar un baño… En definitiva, el tiempo de desconexión familiar y social que en circunstancias normales te tomarías o, como mínimo, te lo daría el simple hecho de ir a trabajar o a la compra.

Aunque los desplazamientos están muy limitados, se puede salir de casa a comprar, sacar el perro o tirar la basura. Haced turnos en la familia para que todos aquellos que puedan salir solos lo hagan y puedan tomar aire fresco. Si dispones de jardín, terraza o balcón, es una buena opción para tomar el sol y el aire.

Igualmente, es vital mantener contacto con amigos y familiares por teléfono o videollamada, especialmente si vives solo, así como para mantener y reforzar las relaciones entre los niños y sus amigos, abuelos y nietos, en caso de padres separados, etc.

Procura vestirte y arreglarte prácticamente como si fueses a salir a la calle. Verte todo el día sin peinar y en pijama te dará sensación de dejadez y puede afectar tu estado de ánimo y el de los demás. Prepara con mimo alguna comida o cena que pueda sustituir la salida al restaurante. En definitiva, cuida los detalles.

Respecto al Coronavirus, intenta mantener la calma y mantente informado tanto de la evolución de la pandemia como de las medidas que vayan tomando las autoridades. Para evitar caer en el alarmismo y la histeria colectiva, busca fuentes fiables de información como los organismos oficiales y deja los memes, vídeos y opiniones de las redes sociales para el sentido del humor, que también es muy necesario para sobrellevar esta crisis. Ten en cuenta que informarse no es lo mismo que obsesionarse. Dosifica el tiempo que dedicas a saber o hablar del virus y procura ocupar tu mente con otros temas totalmente distintos y que te sean gratificantes.

Si aun así sientes que te desbordas emocionalmente, pide ayuda a tu pareja u otras personas de tu confianza y habla sobre tus miedos y sentimientos. Por último, recuerda que siempre puedes recurrir a la ayuda de un profesional de la psicología que podrá atenderte online o por teléfono.


Y por último, raciona el papel higiénico!!  😂😂😂

viernes, 24 de enero de 2020

A pesar de mí

Reviso el diseño del Blog y las estadísticas, que últimamente lo he tenido un poco abandonado. Me quedo perpleja, completamente alucinada, al ver que me está leyendo gente de todas partes del mundo, incluso desde países tan insólitos para mí como Ucrania, Indonesia, Rusia, Singapur... De hecho, ¡Rusia es el segundo país que más me lee después de España! Alucinante. Me invade un sentimiento de tremenda responsabilidad, a la vez que se infla mi ego en idéntica proporción. Es increíble lo que Internet le ha hecho al mundo. Y pienso, ¿será gente española que vive en esos países? ¿o traducirán el blog a su idioma? ¿y cómo lo habrán conocido? ¿Y por qué ahora todo el mundo está leyendo la entrada sobre la cena de exalumnos? ¿¿Será que hay una convención internacional sobre exalumnos de EGB y están pillando ideas?? Siento una enorme curiosidad.

Y ver que el Blog sigue vivo a pesar de que yo estoy un poco muerta, me devuelve las ganas de escribir. Me hace pensar que lo que escribo no es sólo para mí, que hay gente a la que le puede gustar. A pesar de mí. A pesar de mi tendencia a menospreciarme, bah, no es tan bueno... lo dices porque me aprecias... yo no lo veo tan bien... Doña Perfecta.

Pues bien, en este 2020, en el que cumpliré 50, he decidido que voy a cambiar muchas cosas de mi vida, porque a ver, admitámoslo, ya voy a entrar en tiempo de descuento, y no quiero llegar al fin de mis días arrepintiéndome de todo lo que tendría que haber hecho y no hice o todo lo que hice y no tendría que haber hecho. Ni tampoco quiero dar ese paseo sintiéndome básicamente infeliz. Últimamente estoy jodida, muy jodida. Pero eso va a cambiar. Al cabrón que reparte las cartas en el juego de la vida se le ha ido un poco la mano, pero estas son mis cartas. Y las voy a jugar lo mejor que sepa.

Y uno de mis propósitos de cambio es escribir, pero escribir de verdad. Y para eso os adelanto, como forma de comprometerme en público, que estoy escribiendo una novela. Que la empecé hace más de un año, pero la tengo abandonada. Y que la voy a retomar y la voy a publicar, aunque la tenga que pagar yo y la lea solo mi madre. Bueno, y Keaton*, que, para salvaguardar su integridad física y mental, la tendrá como lectura obligatoria 😂😂. Así que presionadme, preguntadme por mi novela continuamente, para que me muera de la vergüenza y me vea en el compromiso de cumplir con mi promesa. Porque sé que publicar una novela sería una de las cosas que me haría más feliz en la vida y porque sé que el viaje de escribirla valdrá la pena. Porque quiero escribir, a pesar de mí misma.



* A partir de este post, llamaré Keaton a mi marido, ya que es como le llaman unos amigos que se empeñan en decir que J se parece al actor Michael Keaton.



Resultado de imagen de escritor
Imagen tomada de culturacolectiva.com

viernes, 17 de enero de 2020

Slow time


Dos hermanas y una amiga, quince, dieciséis años. Van a ver la cabalgata de Reyes a un pueblo cercano, han quedado con colegas. ¡¡Corre, corre, qué viene el tren!! ¡Va, que nos da tiempo a cogerlo! El tren que circula en dirección contraria está parado en el andén. Ellas tienen que coger el que pasa por el andén de enfrente. ¡¡Va, tía, corre, cruzamos por detrás, que nos da tiempo!! A la primera le dio tiempo; a su hermana y a la amiga, no. Una, muerta; la otra, herida.

Esto sucedió la víspera de Reyes en mi pueblo y no me lo puedo sacar de la cabeza. ¿Por qué esas prisas? ¿Por qué perder la vida por coger un tren para ir a divertirse, cuando no hay un horario que cumplir y teniendo en cuenta que pasa un tren cada siete o diez minutos? Y es que vivimos en la cultura de las prisas. No se puede perder el tiempo.

Anuncios de antigripales: “que un resfriado no te pare”, no vaya a ser que nos tomemos el tiempo de ponernos enfermos, “con niños no se pueden tener días libres (para estar enferma)”, no vaya a ser que dejemos de ser las madres perfectas. Se premia lo rápido, lo primero, lo breve. Hay que ser el primer medio en dar la noticia, no importa cómo la des, si es veraz o no, ni a quién ofendas o hieras. Hay que sacar rápido otra canción, otro libro, otra película. Ser el primero en “dar a like”, el más rápido en subir la historia. Hasta en prácticas sexuales gilipollas como el juego de la galleta. Tenemos prisa para ir a trabajar y luego prisa para que pase la jornada de trabajo, aunque te guste lo que hagas. Prisa para que nos atiendan en un restaurante, para comprar, para cocinar, para depilarnos o en la peluquería. Prisa para recuperarnos cuando nos sentimos mal o cuando pasamos un duelo. Prisa para que llegue el tren, metro o autobús y prisa para que llegue a su destino. Prisa también para llegar al destino de vacaciones y prisa para entrar al museo. Prisa para tener relaciones sexuales, que tenemos cosas que hacer. Prisa para acabar un buen libro, y que no sea muy largo, que no tengo tiempo. ¿Una canción de ocho minutos? ¿Un audio de cuatro? Buff, ¡qué pereza!


Imagen tomada del Blog laquiles.com
Cualquier espera nos irrita, nos impacienta. Como tengamos delante de nuestro turno alguien que hace las cosas despacio, sobre todo si es un abuelito, cuando alguien es lento en adquirir una idea o entender algo… nos exasperamos. ¿Y cuántas veces nos decimos “no tengo tiempo”, “no me da la vida”? Queremos hacer mil cosas en el día, siempre corriendo a todas partes y haciendo correr a nuestros hijos desde bien pequeños “para llegar a todo”. Llenamos nuestra vida de tareas y obligaciones para exprimir al máximo la vida, y no nos damos cuenta de que, paradójicamente, cuánto más acelerados vamos, menos la disfrutamos. Y ante esa sensación de insatisfacción, ¿qué hacemos? Buscar nuevas actividades, nuevos retos, nuevos proyectos que nos estresan e insatisfacen aún más. Marchando una de círculo vicioso.

Y por supuestísimo, no tenemos tiempo de pensar. De pensar de verdad, de parar, de reflexionar, de aprender de nuestros errores, de mirarnos con atención y mirar a los que nos rodean de forma plena. Vivimos desconectados de nuestro propio yo, no hay tiempo para eso. La introspección nos da miedo, mirar hacia dentro y descubrirnos, con nuestras luces y nuestras sombras, asusta. Así que es mucho más sencillo quedarse enredado en el corre-corre diario. En palabras de Nietzsche: “la prisa es universal porque todo el mundo está huyendo de sí mismo”.

“En el mundo actual, 
la lentitud es subversiva”

Pues yo no sé si será la edad, o mi enfermedad que también ayuda a ralentizarlo todo, pero últimamente me estoy haciendo fan del slow time, de vivir las cosas despacio, saboreándolas en su tiempo justo. He leído por ahí que, en el mundo actual, la lentitud es subversiva. Estoy totalmente de acuerdo y me voy a hacer una revolucionaria, una Che Guevara del vivir despacito. Quiero disfrutar de esa charla con amigas, de una buena peli o un buen libro, de sentarme en el sofá a no hacer absolutamente nada. Quiero hacer el amor despacio, sentir un beso interminable, un abrazo de los que te resetean. Quiero tomarme el tiempo que necesite para recuperarme. Comer despacio, pasear, ser consciente del sol. Me voy a tatuar mentalmente palabras como contemplar, reflexionar, saborear, disfrutar, despacio, caricia, calma. 

Porque, total, cada siete minutos pasa un tren, y a dónde todos vamos a ir, no tengo prisa por llegar.


Imagen tomada del Blog laquiles.com



domingo, 2 de junio de 2019

Esta dieta es un puntazo

Ensalada de atún
Hace un tiempo os contaba 👉 en este post que estoy aprendiendo a comer. Porque, que comamos, no significa que sepamos comer. Empecé hace más tres años a seguir el método Weight Watchers, conocido en España como "En tu línea" o "La dieta de los puntos". En realidad no se trata de una dieta, aunque si tienes sobrepeso y la sigues, vas a adelgazar. ¿Por qué? Pues porque, como os decía, te enseña a comer de forma equilibrada y las calorías que tu cuerpo necesita (en lugar de calcularlas en calorías, te enseña a contarlas en puntos, que es más fácil). Así que, a la que empiezas a regular ingesta y gasto, pierdes peso. En realidad, es más simple que el mecanismo de un lápiz.

No os voy a aburrir explicando en qué consiste el método. Internet está llena de información. Lo que sí os digo es que es la mejor "dieta" que he conocido en mi vida, porque es sana, fácil de seguir, no tiene alimentos prohibidos (NINGUNO) y te permite tener vida social sin remordimientos y sin tener que estar dando explicaciones a cada momento. Desde este pequeño rincón del planeta os digo: NO a las dietas milagro y a las mil barbaridades que corren por ahí. No sirven a largo plazo, son una auténtica tortura y muy dañinas para la salud.

Pero bueno, a lo que vamos. Lo que os quiero explicar en este post es parte del mundo que rodea al método. Una de las claves de su éxito (si no LA CLAVE), es que cuenta con una gran red social de autoayuda. Por un lado, están las reuniones "profesionales", dónde una monitora formada en el método (a menudo, exgorda) te lo explica, te hace seguimiento y cada semana da trucos, consejos, recetas, etc. La primera vez que fui a una reunión, con mi amiga Ana, me moría de la risa. Es tipo Alcohólicos Anónimos, no nos presentamos como, hola, me llamo Yolanda y soy gorda, pero casi. Os cuento.

Kebab casero
Lo primero que hacía la monitora era pesarte, anotar tu peso y decirte los puntos diarios que tenías para esa semana. El momento del peso era delicado. En primer lugar, esperábamos haciendo fila, como quien va al matadero, mirándonos de reojo las unas a las otras y sacando lo peor de nosotras mismas, eso sí, pa nuestros adentros, que somos todas mu finas... uy, pues yo creo que esta no adelgaza... anda que esta, menos mal que ya te has puesto a dieta, mona... ¿y esta pa que viene? como no quiera perder las gafas... Luego, entrabas a un pequeño cuartito, done te pesaba, en privado, menos mal. Como sólo te dejaba quitar los zapatos, procurabas ir siempre con la misma ropa, aunque te murieras de frío o de calor. De hecho, la mayoría teníamos nuestra "ropa del día de la reunión", que cualquiera que nos viera diría, qué guarras, vienen siempre con la misma ropa... guarras no, estrategas. Cualquiera que haya ido a reunión, sabe de qué le hablo. Una cosa que te enseña este método es a hacer álgebra matemática para rescatar puntos y quitar gramos de donde no los hay, os lo aseguro. Una vez que te había pesado, salías por otra puerta a la sala donde se hacía la reunión. A menos que hubieras sido la primera, allí estaban las que habían pasado antes que tú, escudriñando tu cara, con dientes a lo Pantoja, intentando adivinar si salías contenta o cabreada.

Una vez todas pesadas, empezaba la reunión con la monitora diciendo, hoy felicitamos a nuestra amiga Mari, que ha perdido un kilo y medio!! y todas, ¡¡Felicidaaadeeees Mari!! y aplaudiendo 👏👏👏. Y a nuestra amiga Tere, que ha perdido 800 gramos!! ¡¡Felicidaaadeeeees Tere!! más aplausos. Y así con todas las que habían perdido. Así que, si no te decía, todas sabían que no lo habías conseguido... miradas de esas de condescendencia, de lástima, de "te jodes", en fin... miradas. Menos mal que no decía, y ahora vamos a tirarle tomates a nuestra amiga Juana, que ha engordado 400 gramos!! Lo siguiente era, venga, ¿¿quién ha hecho ejercicio al menos tres veces a la semana?? Y te daba una pegatina de una zapatilla que tenías que poner en tu cartilla de seguimiento. Había también coronas (sí, sí, coronas tipo Burger King) para las que conseguían perder peso en vacaciones y Navidades, obsequios para cuando llegabas a según que objetivos, y un momento especial cuando alcanzabas la fase de mantenimiento. En fin, todo un despliegue de psicología conductual. He de reconocer que me fueron bien, y que el tiempo que estuve, adelgazaba cada semana. Pero lo dejé . Porque para ser coach hay que tener unos mínimos de empatía, y mi monitora se ve que la perdió junto con los kilos.

Fajitas de pollo en barquitas
Luego encontré otro tipo de ayuda, más informal: los grupos de Facebook. En ellos, las administradoras suplen un poco ese papel de coach y los participantes publicamos nuestros menús, recetas, progresos y dificultades, para aprender y compartir entre todos. He de decir que estoy encantada con estos grupos, especialmente con uno, en el que decidí quedarme de forma más activa, porque además de serme muy útil, ¡es muy divertido! Al principio, cuando vi las publicaciones de la administradora, flipé mucho... ole tu chochooo... ofú, qué arte!!... así no, chochooo.... venga, chochete, que tú puedes!! que yo decía, me he metido en un grupo de dieta, en uno de obstetricia, o en la Feria de Abril???  Y luego, cómo escribe, la muchacha... 🙈🙈 que yo pensaba, esta chica pasa hambre: se come las vocales, las consonantes, el comodín del público y a Jorge Fernández (presentador de La Ruleta de la Fortuna). O eso, o es campeona mundial de morse. Pero bueno, cuando la conoces ves que es una malagueña con mucho arte y muy buena gente!

Luego está la administradora junior, una tía que ayuda continuamente, con sus consejos y sus chapas, sus recetas, sus ideas, sus correcciones... tan maravillosa, buena persona y generosa, como irreverente y subversiva, que, aunque ha dicho mil seiscientas treinta y tres veces voy a dejar de ser tan activa en el grupo porque no tengo tiempo, no se hace caso ni a sí misma!! 😂😂 Un gran descubrimiento para mí, alguien que se ha convertido en mi GRAN AMIGA.

¿Y qué decir de las participantes? 😂😂😂 El grupo lo forman unas 15 mil personas, que se dice pronto, pero al final, publicamos, con más o menos asiduidad, unas 30 o 40 personas, siendo generosa, pero damos taaaanto juego.... jajajajajaja...

Está el grupo de las empollonas, esas que lo hacen al dedillo, tan bien que dan asco, con platos perfectamente equilibrados, cálculo perfecto de los puntos, menús totalmente saludables... Bajan peso cada semana, salen y disfrutan, y siempre están contentas y positivas. Pa darles con la mano abierta, vamos.

Ensalada caprese
Luego están las hormigoneras, por lo del cerebro más duro que el hormigón. Por más que se le expliquen las cosas, no hay manera de que lo entiendan o lo corrijan. Y ojo, no me quejo de la falta de capacidad, que eso lo entiendo y lo respeto, sino de la falta de voluntad para aprender, de lo tocho, de los oídos cerrados... mira, que es que te faltan hidratos, tienes que meterlos en las comidas principales... ahhh, vale. Próxima publicación: le faltan hidratos.... mira, que es que te has vuelto a olvidar los hidratos... ah, pero es que el chuletón de kilo va empanado, ¿eso no cuenta?

También hay una liga de monjas cartujas. Son aquellas que hacen voto de silencio, nunca dicen ni mu, pero están ahí, al acecho, copiando todas las recetas y trucos desde las sombras. De repente, cuando alguien pone una publicación tipo "antes y después", con fotos del cambio de imagen, aparecen en los comentarios... pues yo llevo haciendo el método dos años, siguiéndoos, y he perdido 20 kgs... ¿hola? ¿¡dónde estabas?!. Muchas no publican por vergüenza, por falta de tiempo, o qué sé yo, pero es una pena, porque el saber comunitario se nutre de cuántas más aportaciones, mejor.

Sofiyogur con melocotón
Pero dentro de ese grupo, hay un subgrupo con más mala intención: las garrapatas. Son como las monjas, pero rompen su silencio únicamente para obtener información... oye, ¿y eso cómo lo haces?... ¿y eso dónde lo compras? sin ofrecer nada a cambio, o, lo que es peor, para criticar algo de tu publicación, que, cuando vas a ver su perfil, ves que es el primer comentario que hace en tres años... Y no publican porque no les da la gana, porque es mucho más cómodo que te lo den todo hecho. Y si las administradoras no les hacen el trabajo, o les dicen que busquen la información en archivos, encima se enfadan. En fin.

Luego están las biopejigueras: mira chiqui, es que ni las judías verdes son sanas... tienen un 3% de E-356, un 30% de clorofila, un 25% de fibra que NO, o sea, NO es integral, y un 6% de colágeno... ¿¿Te has comido esas galletas?? Ten cuidado, ¡son veneno!... Son caseras, las he hecho yo. Llevan harina y huevo.... Ah....  Tened cuidado con el aceite de palma, ¡está en todas partes! Lo mejor es no tomar nada que no provenga de la tierra... menos los gusanos, claro... Tienes razón, yo es que ya no tomo nunca azúcar, ni refinado, ni natural; de hecho, me alimento sólo de algas, y que no vengan del mar muerto, porque si no se traen hasta las malas vibraciones...

Las Marianas tampoco tienen desperdicio. Son esas que dicen no entiendo por qué no bajo de peso... el fin de semana me he pasado un poco, pero ¿¿para eso están los extras no???... (hay unos puntos extras semanales que puedes usar como te convenga, la mayoría los usamos los fines de semana. Son 49 puntos, el equivalente a unas 1.960 calorías aproximadamente). A ver, ¿qué has comido? ... mira, sólo dos jabalís, seis Dunkin Donuts, un costillar del Foster's Hollywood, una paella de marisco, un chuletón de buey con patatas fritas, manitas de cerdo en salsa y dos helados de chocolate, el último ya lo pedí sin nata porque me da que me estaba pasando un poco... ¿Por qué Marianas? Porque descienden de la orden de la Virgen María, que se quedó embarazada y no se enteró ni cómo.


Hojaldre relleno de pavo y queso
Luego estamos (yo me incluyo) las Big Bang Girls, esto es, las frikis que vamos a nuestro aire, hacemos el método un poco como nos sale de la pepitilla, (aunque siempre dentro de unos límites, no como las Marianas) y somos un auténtico misterio para la ciencia. Cuánto mejor lo hacemos, más engordamos y al revés, cuándo creemos que más nos hemos pasado, más adelgazamos. Perdemos peso con la regla y lo ganamos con una gastroenteritis. Bajamos cuando tomamos medicación y subimos cuando hacemos deporte. Queriendo perder peso, estamos en mantenimiento, siempre dando vueltas a un mismo peso. Y aunque intenten entendernos y ayudarnos, el funcionamiento de nuestro cuerpo es una gran incógnita. ¿Os imaginabais que yo podría estar en otro grupo? 😂😂😂

Ahora, con diferencia, mi preferida es la Reina Cuelgapellejos y su séquito de palmeras que le ríen las gracias. Una tía que ya está más que escurría, que de seca da asquito, y que, obviamente, tiene un serio problema psicológico con la alimentación y la autoimagen. Y la pobre, qué penita me da. Chicas, me he propuesto perder sí o sí los 300 gr que me faltan para llegar a mi peso... así que, aquí os dejo mi comida de hoy: ramilletes de brócoli (3) y 50 gr merluza al vapor... (Por supuesto, nunca come hidratos). Chicas, este domingo tengo barbacoa, madre mía, ¡qué miedo! Aunque puedo hacerlo, me como una buena ensalada antes de salir de casa y listo, es lo que hago siempre que voy a salir a comer fuera... Chicas, hoy ha sido el cumpleaños de mi hijo y he sido muy buena, le he hecho este pastel, que está buenísimoooo, pero yo no he probado ni un solo trocito... Chicas, me voy de vacaciones, intentaré controlar todo lo posible!!.....  Que dan ganas de decirle hija mía, pero para qué quieres estar tan delgada si no te cabe la sonrisa en la cara, que pareces una acelga... qué tristeza de platos, qué tristeza de rictus...  Cualquier día la invito a comer a casa. O a casa de mi madre 😂😂😂😂

En fin. Lo mejor de este grupo es que al final somos como una gran familia y yo, particularmente, he conocido a un grupo de chicas maravillosamente maravillosas, con las que se ha forjado una amistad auténtica que ya ha traspasado la barrera de los ceros y los unos. Lo que ha unido Internet, que no lo separe un punto!!!


Tortilla de espinacas rellena de queso de cabra

Nota: Las fotos son una muestra de platos reales que forman parte de mi alimentación cotidiana. Nada que ver con el Verdiplancha.