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jueves, 23 de agosto de 2018

Soy cobarde

¿Qué haces cuándo todos tus sueños se rompen? Cuando tú quieres, pero tu cuerpo no. Cuando eres consciente de que todo aquello para lo que te has preparado toda la vida, ya no sirve para nada. Cuando, simplemente, eres incapaz de seguir haciendo lo que hacías hasta ahora. Cuando, sin que te haya pasado nada grave, sientes una tremenda incapacidad para ser feliz.

Así me siento yo. Como si el mundo se hubiera quebrado bajo mis pies.

Y entonces aparece, mi eterna compañera, la culpa. ¿Cómo puedes sentirte así, teniéndolo todo? Hay gente peor que tú. No te estás muriendo. No se te ha muerto nadie, ni tienes a nadie gravemente enfermo. Tus padres aún viven. Tu marido te adora. Tienes unos hijos preciosos, felices, sanos, fuertes y saludables. Hay personas que piensan y se preocupan por ti. Tienes un techo donde dormir, un plato en la mesa y dinero suficiente para darte muchos caprichos y comprar y hacer cosas que no necesitas. Puedes moverte, puedes hacer algunas cosas.

Imagen relacionadaY sin embargo siento que no puedo, a la vez que siento que no tengo derecho a sentirlo. Mi cabeza me repite constantemente, como una letanía: déjalo. Déjalo todo. Vete a tu casa. Dedícate a escribir. No sigas empeñándote en llevar un ritmo de vida que no puedes. Cambia de vida. Vete a vivir lejos, a un sitio más tranquilo, con otro clima más favorable. Busca la paz. Haz caso de una vez por todas a tu cuerpo, que mira dónde te ha llevado el no hacerle caso...

En el otro lado de la balanza, facturas que pagar, hijos a los que dar unos estudios y un futuro, creencias sobre lo que hay que hacer en la vida, sobre lo "correcto"... un cuento chino que hemos comprado con los ojos cerrados como la receta mágica de la felicidad y el bienestar: tener de todo, hacer cuantas más cosas mejor, trabajar mucho y bien, salir mucho, viajar y divertirte, hacer deporte y mantenerse eternamente joven...

Pero sobre todo hay miedo. Miedo a equivocarme, miedo a sufrir, miedo al miedo. Y así pasan los días, sin tomar una decisión, en la casilla de salida del tablero, sin mover un pie. ¿Es esto una prueba que me pone la vida? No es el fin del mundo, ni de tu mísera vida, simplemente tienes que tener cojones de afrontarlo. Pero soy una cobarde. Siempre lo he sido. No afronto los problemas, los meto debajo de la alfombra. Si no me gusta, dejo para mañana lo que puedo hacer hoy.  No enfrento mis sentimientos, ni tomo decisiones que sé que tendría que tomar. Quiero cambiar el mundo, me indigno con todo lo que ocurre a mi alrededor... pero no hago nada que no sea quejarme. No digo en qué me molestas o me dañas, simplemente desaparezco. No te digo que eres una maldita psicópata y que me estás maltratando. Hago como que no pasa nada, me pongo en modo tortuga, que pase el tiempo, y me engulla, me arrolle, me destroce... Que se apague la luz.

Pero sí pasa. Pasa la vida. Y aunque no somos felices, nos quedamos parapetados en la autocompasión, la queja y el inmobilismo. Sin arrestos para dar un golpe en la mesa, para decir, aquí estoy yo, y esto no es lo que quiero. El mundo es de los valientes. De los que se atreven a romper con todo y seguir su propio camino. Los cobardes, nos sentamos a esperar y ver la vida pasar.

miércoles, 30 de mayo de 2018

El heavy

El heavy es miembro de una tribu urbana, que se caracteriza por una estética muy determinada y por ser adeptos de la música con el mismo nombre. Hoy te voy a explicar los pasos a seguir si quieres ser un auténtico heavy.


Déjate el pelo largo.

No conozco ningún heavy que se precie que lleve el pelo corto. Salvo que ya tengas una edad y serios problemas de alopecia. También puedes disimular poniéndote sombreros o pañuelos. Pero, si no es el caso, tienes que llevar el pelo largo, por debajo de las tetas en todo caso. Preferiblemente raya en medio y sin florituras ni mariconadas. Si eres chica, puedes hacerte alguna mecha o tintarte todo el pelo, de cobrizo
o azul. El pelo largo puede incluir una barba larga y espesa, siempre y cuando tenga biodiversidad propia. No sirve la barbita de cuatro días del tipo duro, ni la cuidada y redondita del hipster.Tiene que ser una barba a lo ZZTop.




Víste de negro y con vaqueros.

Ser heavy no te arruinará. Tu fondo de armario será más bien delgado. Dos pantalones vaqueros (te cambias unos por otros cuando los que estás usando se queden de pie en la habitación), negros o azul oscuro, y ajustados. Imprescindible un buen repertorio de camisetas negras, de manga corta y larga, con logopotipos o imágenes de bandas de heavy metal.

También necesitas un chaleco vaquero sin mangas, con tachuelas y un parche grande en la espalda de algún grupo de música, y una chupa de cuero negro, lo que se conoce como "la cruzada". Con eso, unas botas militares o camperas y unas bambas, tienes todo lo que necesitas. Ni se te ocurra llevar jerseys o americanas. Por supuesto, en tu armario no habrá corbatas ni trajes. Sudaderas, sólo si es estrictamente imprescindible, porque en invierno también se va con manga corta, que pa eso son bien machos. Como mucho, camiseta de manguita larga. Por contra, no se te ocurra ponerte pantalones cortos, ni siquiera en verano. Siempre con tus jeans bien apretaditos.

Ese vestuario es unisex. Pero, si eres chica, para los fines de semana, conciertos y salir en general, puedes añadir otras prendas a tu repertorio, con la única regla de que tienes que ser sexy: faldas cortas ajustadas, vaqueras o de cuero, pantalones de piel o de cuero, vestidos segunda piel, ropa con rajas, agujeros... medias rotas, tops ajustados, corsés o jerseys de malla directamente sobre el sujetador.






 





 





 
Hazte un tatuaje de Satanás.


Para ser un buen heavy, tienes que complementar tu look con todo lo que se te ocurra del mundo del oscurantismo, el masoquismo y el fetichismo sexual: cadenas, pinchos metálicos, tachuelas, cuero, cráneos, cruces, calaveras, demonios, infiernos... Y eso puede ir en muñequeras, chapas, joyas, adornos varios, parches o en tatuajes. Cuánto más satánico, oscuro y fetichista sea todo, mejor. La regla es cuero negro y color plata, porque también puedes meter bisuteria, anillos, pendientes... pero de plata; ni se te ocurra meter dorado, eso lo dejamos para la choni.



Lo que a lo mejor no sabes es que esa tendencia la creó el cantante de Judas Priest. En sus inicios, la banda usaba una estética ochentera, con hombreras y colores metálicos. Rob Halford pensó, ¡afortunadamente!, que ese vestuario no transmitía la dureza de su música. Así que fue a Sr S, una tienda de ropa gay y sadomasoquista del barrio londinense de Soho, dónde le hicieron un estilismo personalizado que marcó la estética heavy, pues pronto lo empezaron a copiar todos los grupos de heavy del momento y, por supuesto sus seguidores. Mira la foto: igual se les fue la mano con el rollo sado, perooo... menos mal que cambiaron😅

Judas Priest, antes...


... y después.



Si eres guapo, no puedes ser heavy.

Perdón. Es una regla no escrita. Hay muy pocos heavys guapos. Cuánto más feo, más heavy serás. Grandes especímenes te lo demuestran: "El drogas", Rosendo, Angus Young... Y si no eres feo, al menos, envejece mal, como Axl Rose o tantos otros. Sin embargo (lo siento, pero es así), las chicas heavys suelen ser MUY guapas. Por qué? Ni idea. Son pivones. Con honrosas excepciones, por supuesto.


Alice Cooper


Rosendo














"El Drogas", vocalista de Barricada. Su mote lo dice todo, ¿no?

 



Axl Rose, vocalista de Guns'n'Roses - mama mia, con lo empotrable que estaba de jovencito... nene, drogas malas, caca, caca...



Blackie Lawless, vocalista de WASP


Por cierto, higiene, la justa.


Bebe, fuma, folla.

Es imprescindible que te guste la cerveza. Cuánta más mejor. El alcohol también está permitido, pero la reina es la cerveza. ¿Tienes sed? Cerveza ¿Tienes hambre? Cerveza ¿Estás contento? Cerveza ¿Estás jodido? Cerveza ¿No sabes qué hacer? Cerveza ¿Vas a follar? Cerveza ¿No has follado? Cerveza. ¿Has acabado de follar? Siempre cerveza.

Asímismo, no serás un buen heavy si no fumas, tabaco y porros, preferiblemente marihuana. Y, por supuesto, folla todo lo que puedas y con lo que puedas. La combinación de las tres cosas a la vez es lo que te hará un heavy supremo. 


Escucha música heavy.

Parece una obviedad ¿no? Pero, así como otras tribus urbanas son más tolerantes con los miembros que son más eclécticos o versátiles, los heavys no te van a perdonar que escuches otra cosa que no sea rock o heavy. Es más, se esperará de ti que desprecies la música de otros estilos, especialmente el pop ñoño como el de Justin Bieber, David Bisbal o Pablo Alborán. Si escuchas reggeaton, te exorcizarán. Tú mismo.

Dentro del heavy hay distintos estilos o tendencias (trash, death, black, power...). Pero todas ellas tienen en común la estridencia, el pum pum pum de los graves y una guitarra eléctrica que suele ser protagonista y que parece cantar por sí sola. Ejemplo por antonomasia de esto es ACDC y su inigualable Angus Young, una leyenda viva por la que muchos lloraremos cuando muera. Aunque no te guste este tipo de música, no puedes dejar de escudhar (y si puedes, ver en directo) a este genio de la guitarra eléctrica. Por otra parte, las letras son muy importantes en la música heavy. Deben incluir, obligatoriamente, las siguientes palabras: devil, fuck you, bitch, killer, beast, demon, blood, veins, burn y cries.

Angus Young

Por último, tienes que ir a todos los conciertos que puedas, la música en vivo es prioritaria. Preferiblemente en salas pequeñas, donde el contacto con el grupo es más íntimo, pero, en todo caso, siempre en pista, aunque no veas una mierda. Eso tampoco es muy importante, porque te tienes que pasar el concierto moviendo el pelazo y con la vista puesta en tus zapatos o los ojos cerrados. Lo importante es sentir la música, corear los estribillos con voz gutural y aplicar el paso anterior: beber, fumar y follar.


No bailes. Nunca. Bajo ninguna circunstancia.

El heavy no baila. El heavy sólo agita la cabeza al ritmo de la música, adelante y atrás, que es una de las cosas para las que también sirve el pelo largo. En los conciertos o antros heavys, tienes que mover la cabeza y levantar la mano haciendo los cuernos, lo que se conoce como la mano cornuta o mano del diablo. Este gesto lo puso de moda el vocalista de Black Sabbath, Ronni James Dio, quién decía que era un gesto que se hacía en el pueblo italiano de su abuela para ahuyentar a los malos espíritus.



Sé anti-todo, da miedo y cae mal.

Tienes que ser antisistema, antimilitar, apolítico y ateo. Cagarte en los muertos de los que mandan, a pequeña y a gran escala, y protestar. Por sistema. Además, tienes que dar miedo cuando la gente te ve por la calle, sobre todo a determinadas horas o por determinados sitios. Si no tienen esos prejuicios (falsos, por supuesto) sobre ti, es que estás haciendo algo mal :) Por cierto, cabe decir que el nivel de violencia entre los heavys es bajísimo, a pesar de lo que su estética pueda sugerir.


¡Larga vida al heavy metal!


jueves, 15 de marzo de 2018

Las nubes huelen a pescao

Se acerca la primavera. Me viene a la cabeza el sol, el polen, un prado verde, margaritas, los colores pasteles, una Coca-Cola en la terraza, las hormonas de mis hijos y el anuncio de compresas que decía ¿a qué huelen las nubes?

En qué momento a esos publicistas (hombres, por supuesto), se les ocurre hacer anuncios dónde las niñas, peripúberes, delgadas y preciosas (de todos es sabido que las mayores de treinta, gordas y feas no tenemos la regla), se visten con minifalditas, minishorts o pantalones ajustados y te dicen, con sonrisa Profident, que se pueden poner boca abajo en unas anillas olímpicas (lo que viene siendo nuestra rutina diaria, vamos), o que no se pierden un día de playa porque tienen el supertampón o la supercompresa que, por absorber, les absorbe hasta el cerebro. ¡Y tener la regla es happy! ¡Y las nubes huelen! ¡¡Y los unicornios trotan junto a mí!! Aunque en esto último puedo estar de acuerdo: con lo que se deben haber fumado para hacer esos anuncios, seguro que ven unicornios...



Para empezar, de cuatro semanas que tiene el mes, estás con molestias diversas tres: la de antes, la de durante y la de después. La semana previa a que te baje la regla, las tetas se te ponen como dos Zeppelines, que coges a un niño en brazos y se piensa que está en el parque de bolas. Y no sólo eso, sino que duelen que te cagas. Se te ponen los pezones como discos de cortar diamante, que el roce de las sábanas o del pijama te hace hablar en arameo. Otro signo equívoco de que te va a venir la regla son los granos. Te salen granos por toda la cara, lo que te da un aspecto de lo más atractivo, sobre todo si coincide con que no te has depilado el bigote. Después están los dolores de ovarios y lumbares, que piensas ¿a ver si es que tengo unos pequeños hijoputas ahí abajo y me están succionando el óvulo desde dentro? Eso por no mencionar el aumento de flujo, la retención de líquidos, los calambres en las piernas, el dolor de cabeza, el malestar general... y la mala hostia. Ay, sí, la mala hostia. La irritabilidad alcanza cuotas máximas, que si fueras el martillo de fuerza ese de las ferias, mandabas la bola al culo de Neil Armstrong... Ahí es cuando muchos lis-tos (y listas) te dicen ay, ya estás en esos días... ¡¡¡¡sí, qué pasa, estoy en esos días!!!!! En esos días en que me cago en tu puta madre cuando veo el anuncio de a qué huelen las nubes.

Y el hambre. La regla da hambre. Mucha hambre. Y, por supuesto, ¿hambre de coliflor? ¿o de kale, berros, quinoa y no sé qué otras mierdas que estoy descubriendo que existen? Noooo, amigo mío publicista fumeta, no. Tienes hambre de chocolate Nestlé, de Ferrero Rocher, de un sandwich de Nocilla, de fresas con fondue de chocolate, ¡¡de helado de chocolate!! Chocolate en cualquiera de sus formas. Y si no tienes chocolate, dulce. Y si no tienes dulce, matas. Así que, perdona, pero es imposible tener el tipo de tus niñas del columpio.

Después llega. Siempre llega. Y lo suele hacer a lo grande, venga, como si no hubiera un mañana... Al menos los dos primeros días, sale sangre ahí como si la fueras a donar para una guerra. Amigo amante de los unicornios, créeme: no hay nada idílico ni bucólico en que te salga sangre del coño. Huele. Y huele mal. Ya te puedes poner compresas odor-noséqué. Como si te pones bolitas de alcanfor. Apesta. Se te manchan las bragas y puede que hasta los pantalones. Sales de la puñetera ducha y, después de haberte frotado veinte minutos para eliminar cualquier resto, te secas con la toalla y ¡pam! ahí está otra vez. A veces hasta pasas el apuro de manchar la silla en la que estabas sentada, cosa que me ha pasado más de una vez.

Al hilo de esto, recuerdo que, estando yo en primero de Bachillerato, en uno de los descansos entre clases, una compañera se acercó a mí y discretamente me dijo: creo que te ha venido la regla, tienes la falda manchada. Por supuesto, como no podía ser de otra forma, cuando me lo dijo yo tenía los codos y la barriga apoyados en una mesa, con el culo en pompa. Si no me morí ese día de vergüenza, es que ya puedo afrontar cualquier cosa. Ya me veis saliendo de la clase hacia el lavabo, con una amiga delante y otra detrás, en plan trenecito de La Conga. El pasillo, flanqueado a izquierda y derecha por una hilera de chicos y chicas (aunque, obviamente, yo sólo veía chicos) de cursos más altos, que empezaron a cachondearse de nosotras. Una vez en el lavabo, vi que el desastre no tenía arreglo: la falda era de esas ochenteras, horrenda, de vuelo hasta la rodilla, a rayas naranjas, rosas y amarillo pálido, algo así. Y la mancha, la pedazo de mancha, estaba junto al borde inferior. No se nos ocurrió otra cosa que darle vueltas a la cinturilla hasta convertir la falda en una superminiminifalda, que si llego a llevar Tampax seguro que se me sale el cordelito por abajo, y después anudarme a la cintura un jersey que me prestaron. Cuando salí hacia la clase, otra vez por el pasillo de los horrores, todos los chicos empezaron a silbar, a decirme cosas y a partirse el culo a mi costa. En fin, otra de esas experiencias mías… Otra vez, ya de adulta, en el trabajo, se me mancharon unos pantalones blancos (¡cómo no!) justo en la convergencia triangular, ya me entendéis... Unas compañeras tuvieron que salir a comprarme unos pantalones y unas bragas. Y bueno, pijamas y sábanas manchadas para qué os cuento...

Y da igual que uses compresas maxi, con alas o tampones que parezcan un corcho de Codorniu... que no, que eso no hay quién lo pare... Que por cierto, el invento de las alas, se supone que es para no manchar las bragas, pero no funciona. No hay cosa menos práctica. Cuando despegas la compresa del envoltorio, se pegan las alas entre sí, o al cuerpo central de la compresa, y a ver quién es la guapa que las despega. ¿Y los tampones? Hay a quién le van muy bien; yo no puedo con ellos. Los uso in extremis, en verano y cuando es imprescindible. No sé por qué, se me abren dentro cuál linda mariposa y luego para sacarlos, no veas qué daño. Y asegúrate de que el hilito queda fuera. Y acuérdate de quitarte uno antes de ponerte otro, que eso también me ha pasado de jovencita. Y sobre todo, ¡qué higiénico! No te manchas las manos ni nada, y así no te tienes que ver en la situación de estar en un baño público, con el lavamanos fuera, las manos manchadas de sangre, en cuclillas, el abrigo colgando de un brazo, las bragas en los tobillos y aguantando la correa del bolso con la boca. No, no.

La semana que tienes la regla, sigues teniendo un hambre espantosa de dulce. La buena noticia es que se te han deshinchado las tetas. La mala, que ese aire ha bajado a tu barriga y pareces la nieta de la vieja de la Fabada Asturiana, más hinchada que el currículum de Tamara. Los riñones y los ovarios siguen doliendo. Para algunas, esos dolores son insoportables el primer y segundo día de regla, y pueden venir acompañados de vómitos, hasta el punto de tener que tomar medicación o incluso quedarse en la cama. Y luego, el estado de ánimo. Tal vez disminuya un poco la irritabilidad (he dicho tal vez), pero entonces empiezas a llorar por las esquinas, sin saber por qué. De repente te emociona ver una gota en el cristal, cómo bebe agua un pajarillo o que tu hijo resuelva una ecuación de segundo grado a la primera. Y cuando te preguntan qué te pasa, dices que nada, y empiezas a reírte de forma nerviosa, mientras sigues teniendo el rostro lleno de lágrimas. Qué, ¿cómo van los unicornios, colega?

Y después de cinco días en ese estado, en los que, por supuesto, tienes que seguir trabajando o estudiando, haciéndote cargo de la casa, los niños, yendo al gimnasio, quedando con los amigos, estando guapísima de la muerte, de buen humor y teniendo ganas de follar... cuando crees que ya ha pasado todo… pues no. La semana de después, aunque hay a quién le siguen doliendo un poco los ovarios u otros síntomas físicos, quedan sobre todo secuelas anímicas. Te sigues sintiendo triste sin saber por qué, o en una montaña rusa emocional, que se define con claridad, seguro, cuando te subes a la báscula y descubres que has engordado de uno a dos kilos. Entonces ya no tienes duda de la emoción que sientes y porqué.

Luego viene una semana de tranquilidad hasta volver a la carga. Todo esto con honrosas excepciones, porque hay chicas que, afortunadamente, no se enteran. Además, hay que tener en cuenta que, en la mayoría de los casos, la regla no se comporta con la precisión de un reloj británico, sino más bien como una hijaputa psicópata, a la que no le importa adelantarse o retrasarse para acompañarte en una boda o evento importante, un puente o vacaciones, sobre todo si es en la playa, o cuando tienes hora para ir a un balneario o depilarte. Por otra parte, tengo más que comprobado que las mujeres nos podemos sincronizar y tener la menstruación al mismo tiempo. Me ha pasado varias veces con compañeras de trabajo, lo cual contribuye a crear un ambiente laboral de lo más distendido y amigable: varias tías en esos días…

Así que, ¿a qué huelen las nubes, cabrón? Las nubes huelen a pescao. Y del de ayer.




viernes, 9 de marzo de 2018

Cada uno empieza las mañanas cómo le da la gana

 
Me levanto, como cada día, a las 6 de la mañana. Es mi pequeña contribución a la expiación de mis posibles pecados; los que cometí en el pasado, los que cometeré, y los que cometerán los hijos de los hijos de los hijos de mis hijos.

Estoy haciendo dieta. Bueno, más que dieta, es una no-dieta, es decir, aprender a comer sano con el método Weigth Watchers, o "la dieta de los puntos", a la que un día le voy a dedicar un post. Hace 3 años que la empecé, con sus altos y sus bajos, llegué a perder 10 kgs. y me estanqué, todo el rato kilo arriba, kilo abajo. Después, me he dejado y he recuperado casi todo lo perdido. Desde enero que trato de hacerlo lo mejor posible. Y hoy toca día de peso (semanal) y de medidas (mensual).

Aún no puedo despegar los párpados, así que saco la báscula de debajo de la estantería del lavabo con los ojos cerrados. Da igual que no vea, sé dónde está. Además, la hijaputa yo creo que sale a mi encuentro... veeen, veeeeennn... como los marcianitos de Toy Story cuando ven el gancho, la cabrona viene hacia mí con los brazos abiertos... la goooordaaaa, la goooordaaaa... está deseando sacar sus relucientes y parpadeantes números, cuántos más y más altos, mejor. ¿Irá a comisión? ¿Habrá un mercado de valores de gramos?

Me quito el pijama, las bragas, los calcetines y hasta la horquilla que se me quedó en el pelo de anoche. Todo suma. No me quito la piel porque no puedo. Me lavo la cara para poder ver con claridad. Me espero una bajada de kilo, o algo parecido, ya que estoy muy orgullosa de lo bien que me he portado esta semana. Me subo a la báscula, que es de esas de bioimpedancia. Que sólo por el nombre ya se sabe que es una grandísima hija de puta. Te da el peso y el porcentaje de grasa, agua y masa muscular de tu cuerpo. Me han contado que hay algunas que te hablan, y te dicen si has engordado o adelgazado. No creo que se atrevieran a entrar en mi baño...

Después de varias semanas en las que he perdido muy poco, me he mantenido, e incluso engordado algunos gramos, el peso dice que he perdido 500 gr.  Me cabreo un montón y eso no puede ser bueno de buena mañana y sin haberte comido un bocadillo de panceta. Vuelvo a subir, más que nada para darle la oportunidad de rectificar antes de morir, y me da un peso según el cuál, he engordado 300 gr. Esta no sabe con quién está tratando. La cojo, le muevo las pilas, la vuelvo a poner en el suelo. Me peso y me da un tercer valor distinto. Empiezo a pesarme en diferentes zonas del baño, y cada vez me da un peso diferente, algunos se repiten. WTF?!

Así que, en pelota picá, cojo la báscula y me peso en el pasillo, en el comedor, en la cocina... me ha faltado salir a la terraza... ¡¡que es para verme!! ¡Ni los buscadores de oro! Cuando va bajando el peso, me desplazo un poco en esa dirección y me vuelvo a pesar. Que sube, me voy en dirección contraria, que parece que estoy siguiendo una brújula... Mi marido me mira con cara de estás peor de lo que pensaba. ¡¡Y no quiero ni pensar en la cara de mis hijos si llegan a salir en ese momento!! Me dicen mis compis de fatiga en esta no-dieta que a ellas también les pasa, que según la baldosa en la que ponen la báscula, varía el peso, por eso se pesan siempre en la misma. Olé tú. El gremio de los basculeros fomentando el trastorno obsesivo compulsivo. Y digo yo, ¿los que tienen parquet cómo lo hacen?

Total, que me he quedado con el peso que más veces se ha repetido, según el cual he perdido 700 gr. Fiabilidad alemana. Precisión japonesa.

Luego vienen las medidas. Parecería que el metro es más fiable. Pues no. Porque, a ver, para medir exactamente en el mismo sitio, es muy complicado. En la cintura no hay mucho problema, meto el metro entre las lorzas, justo a la altura del ombligo, parece que mi cuerpo ya tiene el hueco preparado. Pero para medir las caderas... ay. ¿Más arriba o más abajo en el culo? Exactamente, ¿por qué hoyo de la celulitis iba? Y si son las tetas, ya no te cuento. Supongo que para las jóvenes será más fácil, pero cuando tienes las tetas rendidas a la ley de la gravedad... ¿por dónde mides? ¿por los pezones? ¿por los reales o por dónde deberían estar? ¿o los que te gustaría tener? ¿debajo del sobaco? y además, de un mes al otro... ¿puse el metro por encima o por debajo de estas pecas? ¿apreté tanto o lo puse más flojo?

En fin. Que cojo los valores que más me interesan y me los llevo al atasco de la autopista para ir al trabajo. Cada uno empieza las mañanas como le da la gana.


jueves, 1 de marzo de 2018

La tíabuena

Todos tenemos una tiabuena en nuestro círculo social.

No me refiero a esa guapa con la cara de plástico, el cuerpo de escándalo y la autoestima en la estratosfera. Hablo de esa que es tan guapa que ni siquiera lo sabe. Esa con la que da vergüenza ir por la calle porque es el blanco de todas las miradas: lascivas, curiosas, pervertidas, sucias, cariñosas y de envidia, mientras ella te va parloteando sin enterarse siquiera que la miran.

Te hablo de esa que tiene el pelo de anuncio, aunque se lo lave con el champú de litro del Mercadona. Esa que se lo recoge con un boli Bic y se le escapan los mechones más sexys del mundo. Esa que mordisquea absorta el tapón del boli mientras trabaja, y tú la miras y dices te empotraba ahí mismo, contra el ordenador.

Me refiero a esa que tiene las proporciones tan perfectas, que parece que la ha dibujado Miguel Ángel. La que desayuna un buen bocadillo o su croassant de chocolate, nada de mariconadas light. La que no engorda ni aunque se hinche de panceta, tiene la piel de seda, y nunca le salen espinillas, ni granos blancos, ni manchas rojas. La que no hace ejercicio, ni falta que le hace, porque está más prieta que los tornillos de un submarino. La del ombligo perfecto y la talla 38, que le quedan igual de bien los jeans de Armani que la bata de guatiné. La que va a la playa y no se le pega ni un gramo de arena. Que sale del agua con los pezones al viento, el triángulo bamboleante y el peinado mojado sexycasual (no tropezando y con los pelos pegados a la cara como salimos tú y yo).


Te hablo de la hijaputa que, además de ser rabiosamente guapa, es buena gente. Esa que se acuerda de tu cumpleaños, la detallista, la que siempre te hace un favor, pero de corazón, la buena compañera de trabajo. Esa que tiene la sonrisa perfecta, siempre presente, para ti y para todo el mundo. La que es amable con la gente mayor y con los animales, la que te cede el asiento en el autobús y colabora con ONGs.


Esa que, además, es lista, inteligente y competente y lo demuestra sin dejarte en evidencia. La que sabe de casi todo, que lo mismo te habla de política, que de medicina, te hace una receta de cocina o te cambia una bombilla, te enseña a hacer scrap o te da nociones de cómo entrenar a un perro. Sin soberbia. Con naturalidad. Esa que, cuando se pone a bailar en la pista, detiene el mundo.

Me refiero a esa que despierta pasiones entre hombres y mujeres por igual, sean de deseo, de admiración, de ternura o de envidia. Esa que no pasa desapercibida. Esa que da tanta rabia. Esa a la que, como mujer, cada día de tu vida quieres matar. Esa a la que, en realidad, quieres odiar pero no puedes.

Me refiero a esa que, cuando me canse de ser gordibuena, seré yo... jajajajajaja.