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viernes, 2 de noviembre de 2018

Un día de mierda. Capítulo 3.


En mi trabajo, a los miércoles los llamamos miérdoles, con "d" de mierda, porque, casualidad o no, suele ser el día de la semana en el que se concentran todos los marrones, los frikis y las cosas raras. Este miércoles pasado, fue un miérdoles en toda regla, aunque no en el trabajo, sino en mi vida. Uno de esos días Marca Yolanda.

El día empieza, como siempre, a las 6 de la mañana. Es noche cerrada, diluvia y hace un viento huracanado. Vamos, las condiciones ideales para salir de la cama. Hay huelga de tren, así que el autobús va petao, llega tarde, sale tarde de cada parada, con gente de pie hasta en las costuras de los asientos. Por suerte, voy sentada. Para llegar a mi trabajo, creo que ya os lo he dicho alguna vez, tengo que coger dos autobuses. En el segundo, obviamente, no tengo tanta suerte, y voy como anchoa en lata. Suena por megafonía: "por favor, avancen hacia el final del autobús", pues sí, cómo no lo hagamos como un gusano o bailando la conga, no sé yo. Tengo incrustado algo en el culo, que no quiero ni saber lo qué es. Sobrevivo como puedo, entre paraguas, abrigos, pelos y pedos. Menos mal que no tengo un TOC de contaminación.

El trayecto total, en circunstancias normales, suele durar entre hora y cuarto y hora y media, depende del tráfico. Bien, pues llego a la oficina al cabo de dos horas y media, y angustiada porque a las nueve tengo una cita concertada con un usuario y ya voy tarde. Pero me dice la secre que el señor ha llamado, que está en un atasco monumental y "se va a retrasar". Bueno, menos mal. Me dará tiempo a desayunar un poco y relajarme. Jo, un poco más y me da tiempo a hacerme la manicura, la pedicura y la declaración de la renta del año que viene. El señor llega a las once y media de la mañana, se excusa diciendo que había un tráfico insoportable (lo sé) y que ha habido un incendio en el puerto de Barcelona (¿es que has venido en barco?). El señor, además, es raro raro raro, y físicamente se parece mogollón al asesino de la peli "El silencio de los corderos", que me da un mal rollo que para qué. Además, no puedo parar de imaginármelo bailando con la polla entre las piernas y no es plan 😂😂😂.

En fin, que el sastre de las pieles me ha desorganizado toda la mañana y mi plan de trabajo, pero es lo que hay. Quiero acabar pronto, porque es Halloween/La Castanyada y he quedado con amigos para cenar. Supuestamente, tengo que llevar algo preparado y no he tenido tiempo ni sé el qué. Así que, cuando salgo, voy a un centro comercial que tengo cerca a mirarme una agenda que necesito y comprar aunque sea unas chuches. Mientras estoy comiendo, cae la tormenta perfecta: se hace literalmente de noche y el cielo se cae. Perfecto, ya mismo conozco a George Clooney y hago el cupo de actores por hoy. Finalmente escampa y decido aprovechar para irme. No he encontrado agenda ni he comprado chuches. Bueno, como voy a llegar pronto a casa...

Cojo el primer bus sin problemas, salvo un yayo que me arrima cebolleta cuando voy a bajar, porque no se puede esperar a que salga del pasillo. En el trayecto de vuelta del segundo, voy charlando en un grupo de wasap que me tiene totalmente absorbida. Es como una secta, no puedo parar de mirarlo y participar... es como un chute de energía, buena vibra y amor en vena. Seis personas, seis amigas, a las que apenas conozco, pero que ya viven en mi corazón. Es así. Me aconsejan y explican cómo hacer unas empanadas rápidas para la cena, así que en cuanto llegue voy al super. Fuera sigue lloviendo a mares, vuelve a ser ya de noche y los cristales del autobús están empañados. Consigo relajarme un poco y me voy partiendo de la risa con una de ellas que "dice" no saber lo que significan estos emoticonos 👉👌, que de la risa que me da, hasta le hago un tutorial en vídeo. Voy sentada al final de todo de un autobús de esos largos dobles, que ya va casi vacío, así que tengo una intimidad que me lo permite. Por cierto, sí que va vacío, sí. Miro por el cristal y veo unas flores metálicas que hay en una rotonda, justo antes de llegar a mi parada... ah, ya llego. Me levanto, haciendo equilibrios, ¿¿por qué gira tanto este autobús si tiene que seguir recto?? Sigo viendo las flores por la ventana. Algo va mal. Está haciendo la rotonda. ¡Mierda! Se ha metido en la autopista... ¡¡está volviendo a Barcelona!! 🙆🙆 Iba tan distraída, que me he pasado tres paradas y ya está dando la vuelta de regreso. Siento una vergüenza tan terrible, que me vuelvo a sentar en el asiento sin decir ni mu. De excursión.

Aviso a J de mi desastre y se lo digo también a las chicas, que por supuesto, se descojonan a mi costa. Intento tomármelo con paciencia y humor. Venga, pues sigo con el móvil. 2 % de batería. Vale, pues leo un rato. Ebook sin batería. Así que me dedico a mirar la negra noche por la ventana, mientras me debato entre partirme de la risa o partirme la cara directamente. Llegamos muy rápido a Barcelona, claro es que ya se han hecho las seis de la tarde y apenas hay tráfico para entrar a la ciudad. En la parada final, el chófer me mira con cara de... "yo te he visto hace muy poco" + "¿te piensas quedar ahí toda la noche?". Así que no tengo más remedio que acercarme y explicarle lo torpe que soy. El señor se aguanta la risa estoicamente. Le digo que no se preocupe, que voy a bajar a comprarme una Coca-Cola porque estoy muerta de sed. También me estoy haciendo mucho pis, pero no tengo tiempo ni lavabo a donde ir. Para rematar, tengo la regla, y llevo puesta mi última compresa.

Unos minutos después, el autobús se ha vuelto a llenar. Me siento junto a un señor de esos que con solo mirarlo dices "este tío trabaja en un banco, en una correduría de seguros o en una funeraria". Joven, atractivo, con un traje impoluto. Lleva una camisa blanca con una fina raya violeta que te apuesto que es nueva. Y cara. Este es como uno que conocí, que para no lavar los calzoncillos, estrenaba unos cada día. Pues este igual, pero con las camisas, para no tener que plancharlas. El trayecto de vuelta se hace eterno. Porque a estas horas la gente no entra a la ciudad, ¡¡pero sí sale!! Y más siendo noche de Halloween. Total, que tardo un huevo. Intento no pensar que tengo mucho pis, pero es como cuando te dicen, no pienses en un elefante rosa. Ya casi llegando, me adormilo un poco, no tengo nada qué hacer y estoy reventada. No me llego a dormir del todo, estoy intranquila, ¡¡¿¿te imaginas que me duermo y vuelvo a ir a Barcelona??!!

En eso que el bus coge una rotonda muy cerrada y se me cae al suelo del pasillo una bolsa que llevo encima con la bufanda, la Coca-Cola y un cuenco para chuches que he comprado (que no tengo chuches, pero sí un cuenco molón de telarañas que pondré vacío). Abro los ojos de golpe y lo primero que veo es el reloj de encima del parabrisas, que pone que son las 23:05 h. Del susto que me pego, casi se me corta la regla. Menos mal que veo al lado la fecha, que también está equivocada, no sé que día de marzo. Recojo la bolsa y veo que ya falta poco para llegar a mi parada. Todos los sentidos alerta para no pasarme. Destapo la Coca-Cola para dar un sorbo y... como consecuencia de la caída, el gas la hace salir a borbotones, ¡¡a explosiones de la puñetera chispa de la vida!! chispas que van a parar entre mis tetas, al respaldo del asiento de delante yyyy.... a la camisa blanca con fina raya violeta del banquero. ¡Tierra trágame! No sé ni qué decir, busco un pañuelo de papel desesperadamente mientras me disculpo. ¿Le froto? ¿No le froto? Él me mira, primero con cara de "¿cómo? ¡no es posible!", después, con condescendencia, puedo leer en sus ojos "¡¡serás gilipollas!!", que me dan ganas de cantarle: "una Coca-Colaaa y una sonrisaaa, la vida se ilumiiiiiina....".

En lugar de eso, cojo el kleenex marrón, la bolsa, el bolso, el abrigo, el paraguas empapado, mis tetas pegajosas y mi compresa a full capacity, y me bajo dos paradas antes de la que me toca, "lo siento, es que bajo aquí". Los rayos de la tormenta de fuera se han metido en sus ojos. Pero yo, divina, como si no pasara nada.

Y nada, a caminar 20 minutos, siendo ya las ocho de la tarde pasadas. Que la única empanada que llevé a la cena, fue a mí misma.


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