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miércoles, 19 de agosto de 2015

Marina d'Or: vacaciones de ciudad

Unas semanas antes de coger las vacaciones, estaba de mala hostia porque aún no teníamos nada planificado para este verano. Como cada año, cualquier cosa que miro me parece un atraco a mano armada y, cuál pensamiento digno de un obsesivo-compulsivo, me viene a la cabeza una y otra vez; "to el puto año trabajando como una imbécil, pa no poderme pagar una mísera semana de vacaciones". Y, como cada año, acabo haciendo el esfuerzo económico y dejándome llevar como un borrego por la creencia popular de que, si no haces un viaje, no estás disfrutando de tus vacaciones.

Kaa, "El Libro de la Selva"
Así que, venga: a mirar y mirar páginas por Internet, que me sentía como el tío ese del anuncio; sólo faltaba que me limpiaran la cara con una bayeta. En estos momentos, tengo a mis hijos en edades un poco complicadas (13 y 9) para hacer lo que a mí me apetecía: visitar y conocer una ciudad o estar todo el día tumbada a la bartola. Así que tenía que buscar una opción que satisficiera, en la medida de lo posible, las necesidades de todo el mundo (J no cuenta, él siempre se adapta, jajajaja).

Buscando, buscando, me topé con una "oferta" en Marina d'Or. Ostras, esto me suena casposo, like Benidorm o Torremolinos, pero voy a mirar a ver qué. Y resulta que, a priori, reunía los requisitos que yo estaba buscando: podía estar todo el día en una tumbona, con una Coca-Cola en la mano, mientras mis hijos tenían un millón de actividades por hacer. En cuanto al precio, por supuesto que un atraco, pero yo, en esos momentos ya no oía sino los cantos de sirena de la teleoperadora, que se me pusieron los ojos como a Kaa, la serpiente de El Libro de la Selva... Así que contraté 6 días, 5 noches, lo máximo que podía pagar.

Eso sí, ya que vamos, ¡vamos a lo grande! Pulserita todo incluido, tanto de bebida y comida, como de parques de ocio. Porque resulta que, para los que no la conozcáis, Marina d'Or es una "ciudad", al lado de Oropesa del Mar, en Castellón (España), compuesta por un complejo de varios hoteles, apartamentos, tanto de venta como de alquiler, restaurantes, comercios, servicios, etc. y también tiene seis o siete parques de ocio entre los que se encuentran un balneario, un parque acuático, un parque de atracciones, un parque de aventuras, etc., todo eso, a pie de playa. Un paraíso, vamos.

Como lo reservé con tan poco tiempo de antelación, tuve que adaptarme a lo que quedaba: una habitación doble con sofá cama, en el hotel más grande que tienen, de cuatro estrellas. Vale, sin problema.  Si tengo que destacar algo positivo de estas vacaciones es la amabilidad del personal, que, sin duda, para lo puteados que deben estar, son todo atenciones y sonrisas. Al llegar a recepción, una señora rusa me da la llave de la habitación e información suficiente para estar leyendo siete días más de los que voy a estar... ¿no tenéis un mozo que me suba los folletos a la habitación... o esto forma parte del plan del entrenador personal?  Además, me regalan una tarjeta con 50€ para gastar en las tiendas y siete tratamientos de belleza o relax en el balneario, por adulto.

- ¿Dónde está el truco?
- No, señora, no hay truco (sonrisa).

¡Joder! ¡Qué generosos! Estas vacaciones prometen. Todo un relax...

Pero esto es como el dicho: prometer hasta meter... Supuestamente, tengo todo incluido, TODO. Pero pronto empiezan las sorpresas. Dejamos las maletas en la habitación y vamos a la cafetería a comer algo, ya que son las 16h y el servicio buffet ha terminado. El TI de bebidas y comidas, es el peor que he visto nunca. Ya sabéis que soy abstemia, así que sólo pido Coca-Cola, no creo que les arruine... Pues nada, de garrafón, más mala que la del McDonald's. Bueno, voy a pedir un bikini... bufffff... ¡ni os lo describo! Patatas fritas: a granel. Palomitas: no entran. Un bocata: no entra. Un helado: no entra... Tic tac, tic tac... Bueeeeno... no es lo más importante.

La habitación. Correcta. Para dos, bien; para cuatro, justita, pero bastante limpia y con espacio suficiente para moverte. TV con siete u ocho canales nada más, pero bueno, aquí no he venido a ver la TV. En el baño, ¡ducha de hidromasaje! ¡Qué guay! Ah no, que no funciona... Al segundo día, no nos reponen el papel higiénico (sólo había un rollo) y nos dejan dos toallas en lugar de cuatro. Y al tercer día. Cagar calculando los centímetros de papel que tienes. Un relaaax...


Hotel Gran Duque, Marina d'Or
El hotel, un tres estrellas de rasqui-cobra. Las instalaciones comunes bastante correctas, sobre todo las piscinas, pero todo bastante sucio. Gigante, no sé si nos dijeron unas 600 habitaciones y alojadas unas 2.300 personas. Normal que luego pasara lo que pasaba. Lo peor de todas las vacaciones, con diferencia, el buffet. Pobre, repetitivo, mediocre y, sobre todo, sobre todo, ¡masivo! Eso era como la guerra, supervivencia en estado puro. Llegó un momento en que pensé que a la entrada nos iban a dar un kit de camuflaje. Un verdadero caos. Pocos camareros, no daban a basto a reponer, te podías quedar sin platos o cubiertos para seguir comiendo, la Coca-Cola seguía siendo de garrafón (¡menos mal que no me da por pedir JB!) y los platos y postres "buenos" se volatilizaban antes de llegar a olerlos siquiera. Tendrían que haber puesto carriles de atletismo alrededor de las barras de servicio... ¡Señora! ¿Quiere devolverme la patata que me ha quitado del plato?  Eso, por no hablar de los decibelios: mil personas comiendo a la vez, de las cuales, más de la mitad eran niños. Niños pequeños. Que lloran, que gritan, que vomitan, que dan golpes en la mesa, que rompen vasos y platos, que berreeeaaaan... ¡Ay! He descubierto que ya no tengo paciencia para aguantarlo. Y en el desayuno... ¡sorpresa! ¡Que vienen las mascotas a saludar! Hala. Una marabunta de niños y las tontas de sus madres a hacerse la foto. Todo de un relax....

Piscina. Hotel Gran Duque, Marina d'Or.

Las piscinas, bien. Varias, grandes y limpias. Pero, de la misma forma, estoy a punto de llamar a Tom Cruise para que me encuentre dos hamacas libres. Y en el bar de la piscina, adivinad: ah, no, aquí no le entra el todo incluido (sonrisa). Punto positivo, el Aquagym y la animación infantil.





El ocio. A ver, la primera en la frente:

- chicos, chicos, esta tarde, para empezar, vamos a los karts.
- ¡Bieeen! ¡¡Bieeeen!!
- Ah no... los karts no entran en el TI Ocio (sonrisa).
- ¿Cómo? Me dijeron que entraba todo, que lo único que quedaba excluido era la chorrada esa del Humor Amarillo...
- No señora, lo siento. Los karts no entran. Son 28 €.

28 € los niños solos, claro. Y suben, claro. 8 minutos. 28 €. ¡¡o-cho-mi-nu-tos-ve-in-ti-o-cho-e-u-ros!!
Vamos al parque de atracciones, al miniparque, mejor dicho. Es algo intermedio entre la feria de mi pueblo y el Tibidabo. Al menos, esto sí entra. Pero la mitad de las atracciones, estropeadas o fuera de servicio. Una pista de "hielo" con el suelo de plástico, dónde mi hija, experta patinadora, un poco más y se hace una autocesárea. Vamos al parque acuático. Bueeeno, aceptamos barco. Pequeño, pero correcto.

Lo que sí que está bien es el balneario, de agua marina. Tenemos acceso ilimitado y los tratamientos. Me hago un masaje craneal, uno facial, uno de pies, un peeling facial, una mascarilla hidratante y no sé cuántas cosas más, ya que J sólo utiliza dos de sus vales. Eso sí, los tratamientos duran 15 o 20 minutos, dependiendo de lo que te hagas. Si quieres "un completo", dling dling... money cash. Aaaah... ahí está el truco: cuando ya te tienen blandita, derretida y deseando más, paran. Si quieres seguir, paga. Eso me recuerda a una digna profesión...

Y luego, ¡qué estrés! Sólo hemos contratado tres días de TI Ocio, así que hay que aprovecharlos. Pero todos los parques tienen el mismo horario (menos el balneario y el parque acuático) y encima, coordinarlo con las actividades que se hacen en el hotel... bufff... corriendo p'aquí, corriendo p'allá...

- ¿mañana qué hacemos? tengo hora para hacerme un masaje...
- bueno, pues vamos primero al parque acuático
- pero no nos dará tiempo a comer
- es que por la tarde hay que ir al taller de Wii y al de Hip Hop, a la piscina, el parque de atracciones, cenar y el espectáculo, y tengo hora yo para el masaje...
- ah bueno... pues nos levantamos a las seis...

Todo de un relaaax... Exagero un poco. Pero sólo un poco. Demasiadas actividades. Tenemos la playa a una calle de distancia, pero, ¡¡teniendo tantas cosas por hacer!! ya iremos, ya iremos... Cuando no tengamos el TI... el penúltimo día, nos acercamos: nublado, bandera amarilla, unas olas que ríete tú de Tarifa... No duramos ni media hora. Vuelta a la piscina y a pegarte para encontrar una hamaca.

Y del ocio nocturno... ¿qué os puedo decir? Es que me quedé sin palabras... Cartel: "Disfrute de nuestros espectáculos nocturnos con estrellas de primera línea" o algo así... Bueno, a ver qué traen. Cada noche, en la piscina del hotel, una varieté distinta, que empieza a las diez y acaba a las doce. ¿Perdón? ¿Esto es horario español? Pero si a las diez en mi casa, en invierno, en jornada laboral, estoy cenandoooo... Huy, corre, corre, vamos a cenar rápido a ver qué hay... Todo de un relax...

La primera vez que vamos es el tercer día, porque por supuesto, las dos noches anteriores hemos estado muy ocupados... Anuncian "La fiesta de las décadas de los 70, 80 y 90".

- ¡ostras! Esta noche sí que tiene que estar guay... Esta noche sí que vamos ¿eh?
- mama, maaamaaaaa... es que es la última noche que tenemos lo del ocioooo... queremos ir al parque de atraccioneeeees...
- bueno, pues como yo estoy muy cansada, ya me quedo yo y vais con papá, y cuando cierren el parque, venís al bar... ¡no me lo pierdo! Quiero bailar como una loca... si puedo...
- ¡vale!

Así que cenamos pronto, ellos se van y yo me maqueo: vestido nuevo de leopardo, bisutería y complementos nuevos, flequillo planchado, maquillaje. Lista para tigrear. Llego a la terraza y me encuentro un espectáculo, mezcla de música y magia, que yo creo que estaba patrocinado por José Luis Moreno. El mago, penoso, contando unos chistes tan viejos y malos que no se los debe reír ni su madre. La música, una "orquesta" que, si la contratan en las fiestas de mi barrio, suben al escenario las viejas con los bastones y les pegan. O eso, o se ponen ellas a cantar.

Y todo el espectáculo presentado por una animadora que lleva desde las diez de la mañana batallando con los niños en la piscina, que le ha dado tiempo a cambiarse la camiseta azul por una negra y ya está... ¿¿cómo va a tener energía ni ganas de presentar semejante mierda??  ¿¿¿Y el volumen??? Tienen los altavoces que, a su lado, la Preysler ofreciéndote un Ferrero Rocher, es una verdulera. Yo creo que ahí un mosquito se tira un pedo y lo oigo. Vamos a ver... si estás ofreciendo un espectáculo/concierto, al menos que se oiga a más de un metro y medio de distancia, ¿no?

¿Pero hoy no era la fiesta de los 80?  Ah, sí. Empieza a las 23:15 h. La "fiesta" consiste en tres bailes,  literalmente, tres: un rock and roll, una canción de Alaska y una de los Back Street Boys, que hacen los bailarines del hotel. Entre cada una de las canciones, sale el mago a deleitarnos con su talento. Estoy por tirarle una de mis sandalias nuevas, si no fuera porque me gustan mucho. La suerte es que, como apenas oigo lo que dice... El pedazo de "show" acaba a las 23:45 h. porque el último cuarto de hora de los espectáculos lo dedican al baile de las mascotas... Cada noche se turnan dos personajes entre un tiburón, Neptuno, un pulpo, un loro, un perro, un gato y un ¿tejón?, y suben al escenario a cantar, entre otras delicias, la puta canción del Pollito Pío y el himno de Marina d'Or. No daba crédito. Como sé muy bien que no me ibais a creer, aquí os dejo un trocito de vídeo...



Así que, a las doce y dos minutos, estoy metida en la cama sin haber dado ni un paso de baile y con una depresión profunda, viendo Mentes Criminales. Cuando llegan J y los niños, se lo cuento y les digo que es un espectáculo que no se pueden perder, así que los dos días siguientes vamos a verlo sólo para partirnos el culo.

El tercer día, sobre todo por el tema del papel higiénico y el buffet, J va a recepción a quejarse. El muy fino, le dice:

- que tengo a mi mujer en el baño, esperando, porque no tenemos papel...  (cosa que era mentira. Que yo estuviera esperando, no que no tuviéramos papel...)
- no se preocupe, ahora mismo llamo para que se lo repongan (sonrisa).

Se queja también del buffet y de que hay muchas cosas estropeadas... La respuesta del recepcionista es que toma nota y que, para solucionar lo de la comida, es que hay que ir antes, nada más abrir el comedor... ¿Perdona? ¿Estoy de vacaciones y tengo que estar pendiente de ir a comer a determinada hora porque si no me quedo sin comer?  Lo que yo decía, todo de un relax... J pide hablar con Atención al Cliente. Todo sonrisas y amabilidad. Miraremos a ver qué podemos hacer. Cuando volvemos de la piscina nos encontramos cuatro toallas y, tirado en medio del baño, un paquete entero de rollos de papel... ¡ahí tenéis, cagones!, debió pensar la camarera de pisos, y, para que os jodáis, ahora tiro tu carísimo perfume por toda la habitación... La madre que la parió. Lo que sí hicieron fue "regalarnos" una cena en otro de sus hoteles de cuatro estrellas, dónde estarán ustedes más tranquilos. Por supuesto. Es un hotel mucho más pequeño, con un buffet, una carta y un servicio mucho mejor, así que, por lo menos esa noche, cenamos bien.

Marina d'Or tiene el lema "Ciudad de Vacaciones", pero debería ser al revés: vacaciones de ciudad, porque no me he podido alejar de las aglomeraciones, las colas y el estrés, todo a precio de oro, porque eso sí, el nombre que se lo respeten: "Marina de Oro", que es de lo que podrán construir sus hoteles, al paso que van...

En fin. Es un sitio para ir con niños pequeños (de 8-9 para abajo), reconozco que para ellos está muy bien, pero asumiendo que TU no lo vas a pasar bien, a menos que te regodees en tu rol materno (miiira... ¡qué bien se lo paaasa!, ay sí... qué monooo... qué caritaaaa)  que no es mi caso. Tiene pretensiones de un mini EuroDisney, con sus mascotas y su cabalgata, pero se le queda lejos, lejos... menos en el precio, que yo creo que le gana de goleada. Pero vamos, ¿qué me podía esperar de un sitio que está ubicado en Oropesa, dónde pasaba sus vacaciones Aznar?  (buf! da grima asociar este nombre a mi Blog...)


Alumbrado de Marina d'Or

miércoles, 29 de julio de 2015

Cena de exalumnos: el post.

Qué presión. Hay un montón de gente esperando este post y a mí me está entrando el síndrome de la hoja en blanco... No puede una generar tantos fans... :-)  Vamos allá...

El otro día fui a una cena de exalumnos de EGB, ni más ni menos, que 31 años después. Teniendo en cuenta lo que precedió a la cena (os lo conté aquí), entenderéis que ese sábado estaba de los nervios. Lo primero de todo: ¿qué me pongo? Una cosa tan tonta... Tengo que ir divina, pero informal, que no se me noten los michelines, bueno, disimularlos lo más posible, arreglada, pero tampoco de boda... ¿cómo irán los demás? ¿voy a la pelu? No, es demasiado... Bueno, siempre puedo decir que me he alisado yo el pelo... no, no, pelu descartada. Bueno, a hacerme la pedicura sí, que estamos a mitad del verano y aún llevo las uñas sin pintar...

Promoción EGB 1984 - Las pintas hablan por sí solas

Una de las cosas buenísimas que me ha traído esta cena es recuperar un contacto fluido, aunque sea por wasap, con mis tres amigas del cole: A, P y M  (¡Hostia! Ahora que lo veo escrito, son el APM de TV3... jajajaja...). Les pregunto:

- ¿Qué os vais a poner?
- Ah, yo normal.
- Sí, sí, normalísimas... cuánto más natural, mejor...
- No hombre... hay que ir divinas de la muerte.
- No, no... yo normal, tejanos y una blusa... y plana
- Yo también... falda larga marinera.
- ¡Poneos bien guapas! (dice M, la muy cabrona, como ella no va a venir...).
- Pues yo voy a ir divina.

Y tan divina. Porque soy la única que va vestida de negro discoteca. Todo el mundo va normal, para un evento normal, en un restaurante normal. Ellas, con sus vestiditos de verano tan monos; con bermudas y camisetas, ellos. Yo, parezco la Baronesa Thyssen en Puerto Banús. Sin su dinero, claro. Si quería pasar desapercibida, el vestuario que he elegido no ayuda.

Pero no adelantemos acontecimientos. Quedo con A y P para ir las tres juntas, ya que M, que ahora vive en Galicia, no puede venir porque tiene a su madre convaleciente. Aparte, ¡menudo viajecito! Para una cena, normal que no venga, aunque me hubiera encantado volver a verla. Se nos añade E, que me pide si la podemos llevar. Vamos a un restaurante que está a escasos cinco minutos en coche de mi casa, pero ¡qué cinco minutos más largoooosss....! Voy la primera en mi coche, impaciente porque A va muy lenta, que me dan ganas de bajarme y empujarle el coche... ¿no será que estoy nerviosa? Pues sí. Estoy de los nervios. Tengo miedo. No sé qué me voy a encontrar, ni cómo va a reaccionar la gente. Me siento como si estuviese a punto de hacer un examen muy importante. Un examen que tengo que aprobar. ¿Qué digo, aprobar? ¡Tengo que sacar matrícula de honor! Sigo teniendo sentimientos encontrados:

- no has venido a esta cena a demostrar nada, sé madura, ¡han pasado 30 años! Venga, a disfrutar.

vs.

- quiero que todo el mundo vea que estoy estupenda, que soy divertida y simpática. Que me ha ido bien en la vida, que tengo un marido maravilloso que me adora... ¡Que se jodan por no haberme conocido bien!

Y me río, nerviosa. Y bailo y canto y digo tonterías.

- Buffff.... vale chicas, yo no entro la primera...
- Uy, mira, si ya hay un montón de gente...
- Ay por favor, qué vergüenza... vosotras primero...
- ¡Venga! ¡No seas tonta! Estás supernerviosa...

¿Te has dao cuenta tu también, no?  Y nos dirigimos al porche-sauna dónde ya hay por lo menos 10 o 15 personas. Venga, tranquila, todo va a ir bien. Tú, digna, sin llamar la atención.

- ¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!!!!

Ese grito megahuracanado, ha salido de mi garganta. Mis piernas se han accionado solas (cualquiera diría que tengo fatiga crónica), y me han llevado en volandas a los brazos de M, que la muy capulla ha venido desde Galicia sin decírnoslo, para darnos una sorpresa. ¡Qué ilusión tan grande! ¡Está guapísima! Me abrazo a ella mientras le doy besos y besos, y ella sólo me repite una y otra vez:

- ay, para, para, ¡que me arrancas el pendiente!

Todo muy romántico. Tan romántico como cuando consigo separarme de ella y descubro que TODO el mundo me está mirando, sonriendo, eso sí. La mejor forma de llegar de manera discreta.

- Bueno... hola... os doy besos a todos, ¿eh? (consigo balbucear. ¡Qué frase más inteligente!)

Y voy uno por uno, besándolos y llenándolos de sudor, porque en el porche-sauna dónde estaban esperando debe hacer como 40 grados. Así que, la primera visión que tienen de mí, después de 31 años, es: una bola vestida de negro-gogó y brillantina, un grito de loca, una amiga que se queja de que le arranco una oreja, una cara roja como un tomate, y unos labios y mejillas húmedas y calientes. Genial. Glamuroso que te cagas.

Pero bueno. Esas son la clase de cosas que suelen pasarme. Yo, digna. La gente va llegando. Somos más de 30 personas, todo un exitazo para una cena de este tipo, me consta. Hay gente a la que no había vuelto a ver desde el año 1984, ¡que era otro siglo, coño! La mayoría tienen la misma cara, sólo hay que buscar un poco en sus facciones. Hay algunos a los que no recuerdo en absoluto, y ellos a mí, tampoco.

- ¡Hola!
- ¡Hola!
- Soy Yolanda...
- Y yo tal... pues no me acuerdo de ti...
- Yo tampoco...
Silencio... tic tac... tic tac...

o

- ¡Hola Tal!
- ¡Hola Yolanda!
- ¿qué tal te va? ¿dónde vives?
- tal y tal... ¿estás casada? ¿Tienes hijos?...
- tal y tal... ¿de qué trabajas?
......

y la peor de todas:

- ¡Hola!
- ¡Hola!
- Yo soy Yolanda...
- ¡Claro! Y yo tal...
- mmm... pues no me acuerdo de ti...
- ¿no? si hombre... tal, que tal, y luego tal y después tal...
Silencio... tic tac... tic tac...

Esta última situación me pasa con J, un chico cuya anécdota supera a cualquier anécdota que se pueda explicar de una vida escolar: un día, haciendo gimnasia fuera del cole, o volviendo de una excursión (el escenario exacto es irrelevante), íbamos por un descampado y, de unas cañas, salió un mono que le pegó un mordisco en un gemelo, cicatriz que aún conserva y que nos enseñó.

- ¿Quién es ese?
- J, el del mono
- ah...
- hola, J, no me acuerdo ni de ti, ni de tu mono (dicho con una gran sonrisa. Es mejor ser directa)
- (se ríe) ¡hombre Yolanda! Pues yo de ti, me acuerdo perfectamente...

Y descubro que es un tío interesante, que no suele explicar a la gente lo que le sucedió con el mono, por miedo a que lo tachen de fantasma o psicótico. Le entiendo perfectamente.

Otro de los que no recuerdo en absoluto es a JB.

- Sí, mujer, que era el más guapo de la clase... (pues sería de la A, porque de la B, no)
- ¿No te acuerdas de él?
- No...
- Si hombre... que luego salió por la tele y todo, ha sido modelo... es muy guapo...

Joder. Yo, como siempre en la inopia. Tengo un compañero de clase modelo y ni siquiera me acuerdo de él.

Y esos microencuentros se repiten durante una hora u hora y media, que es lo que tardamos en sentarnos, para desespero de los camareros. Por fin nos sentamos, en una mesa dispuesta en forma de "U", que parecemos una comunión. Por muchos años que pasen, hay cosas que nunca cambian: los chicos por un lado, las chicas, por otro. Los del barrio bien, juntos; los del barrio chungo, juntos también. Echo un vistazo al grupo: en general, las mujeres nos conservamos bastante mejor que los hombres, que han criado algunas panzas y han perdido pelo por el camino.

Me fijo que en la sala hay dos mesas más de comensales, media de edad: 60-70. Pobres, les vamos a dar la cena... Empiezan a traer los platos. Esa noche, es lo de menos, apenas pruebo bocado, ocupada en hablar, hablar y hablar. ¡Cuántas anécdotas! ¡Cuántos recuerdos! Resulta que me encuentro muy a gusto, y eso, no estaba previsto. Lo único que me molesta es la batamanta que llevo en la cabeza, por lo que me maldigo cada 30 segundos por no haberme traído un coletero y así estar todavía más glamurosa...

Anoche, a petición de dG, estuve hasta las dos de la madrugada grabando música de nuestra época en un pen, para que nos lo pongan de banda sonora. Pero resulta que hoy es saturday night en este garito, y el Imserso ya tiene plan... de repente aparece un ¿DJ? entre los 60 y los 70 años, con un modelito imposible, a medio camino entre Paco Clavel y Juanito el Golosina (pantalón rojo, camisa de cuadros fucsia, azul y amarillo), y se pone a cantar y poner música propia de Benidorm en octubre... Claro, como la semana que viene me voy de vacaciones a Marina d'Or, me están ambientando... Nos echamos unas risas.

Baile conseguido, tres décadas después
En algún momento de la noche, el guapo guapísimo oficial de la clase, MG, consigue que pongan un ratito el pen, y, cuando suena una lenta, va y me viene a buscar para bailar... ¡Oh my God! ¡Deuda cobrada!  Porque uno de los recuerdos de la infancia más comentados por el grupo de wasap y durante la cena, es que yo organizaba fiestas los viernes o sábados por la tarde en un garaje que tenía mi padre. Me pegaba el panzón de limpiar, poníamos unas luces de colores, música, ganchitos y Coca-Cola, y nos pasábamos la tarde bailando. Había "momento-lentas", y en ese momento, las feas, siempre las mismas, permanecíamos sentadas en los asientos de la furgoneta de mi padre (que cada vez montaba y desmontaba), mientras mirábamos cómo los chicos bailaban con las guapas.

No tenía ni idea de que eso había causado tanto impacto, pero todos lo recordaban con mucho cariño, como el sitio dónde hicieron sus "primeros roces". Me alegro. No sé que pensará MG mientras bailamos, apenas un minuto. Nos reímos, todo el mundo mira, grita, vitorea... yo, me siento feliz y divertida.

Recordamos cosas del viaje de fin de curso a Mallorca, como que los chicos se colaron en nuestra habitación y uno, con una máscara de gorila (se ve que a nuestra promoción nos iban los monos), me despertó, dándome el susto de mi vida; o que salí de una piscina enseñando una teta sin darme cuenta (ya os he dicho que me pasan esas cosas); que a los chicos les pillaron tabaco y alcohol, que les confiscaron. Que en unas colonias diluviaba como si fuera San Noé, e IV se cayó a un río y un poco más y se ahoga; T, que se cayó a un pozo; la misma IV, que se clavó el hierro de una verja en el muslo en el patio del cole; AC que le pegó una hostia con la mano abierta al MG; la señorita Herminia, que ataba a una silla al JS, que era tremendo... y nos hacía salir al patio a buscar piedras para ponernos debajo de las rodillas, para cuando nos castigaba de rodillas, con los brazos en cruz y libros en las manos... todo muy educativo y muy tecnológico. ¡Qué tiempos!


La noche va transcurriendo, entre un sinparar de hablar y risas, muchas risas. Se respira un buenrollismo difícil de describir. Es como si se hubiese parado el tiempo hace tres décadas, y hubiese sido ayer, que nos vimos por última vez. ¡Hasta ligo y todo! Hay un chico, AA, que dice que no me recuerda para nada. Que qué guapa estoy. Mira, uno con criterio. Está empeñado en sacarme a bailar "El baile de los pajaritos", "Qué viva España" y "La Lambada". Pero me fijo bien, y es que se ha hecho muy amigo de la barra del bar. ¡Qué triste! Pa' uno que me ve guapa, y es que tiene los ojos empañaos... Saca a bailar a todo lo que se mueve, incluida una señora de la otra mesa, a la que ya ha hecho feliz para todo el fin de semana.

La noche sigue en un chiringuito de la playa: risas, confidencias, FM con los calcetines en las orejas, y él y dG, bañándose en bolas. Lo que hace el alcohol. Me voy a las cinco de la mañana. ¡Se me ha pasado volando! Me ha quedado mucha gente con la que hablar, ganas de más. Se ha echado de menos a los que no han venido: AC, IV, FG, RG, CG... Hemos brindado por ellos, y por MR, que murió en un accidente de tráfico cuando íbamos a tercero o cuarto. Ha habido otros que no han querido venir. Después de leer mi entrada anterior en el Blog, algunos/as me llaman valiente, a diferencia de esos que no han venido porque no lo han superado. Yo les entiendo y no me considero valiente. Hay una motivación egoísta en este encuentro, la de pasar página y aprobar el examen.

¿Qué examen? Me doy cuenta de que no me he sentido evaluada, ni quiero demostrar nada de nada. Que me lo he pasado genial, que la gente ha sido majísima, y que si a alguno/a sigo sin parecerle bien, ¡que le den! Me lo he pasado tan bien, que tengo ganas de más. Y al día siguiente miro con una mezcla de temor y nostalgia el grupo de wasap, que tiene una actividad frenética, subiendo vídeos y fotos. Pienso que es cuestión de unas horas que el grupo se muera y la gente se empiece a marchar. Pero más de una semana después, que es cuando estoy escribiendo este post, el grupo se mantiene vivo. Y me descubro con la ilusión de mirarlo cada día, a ver qué mensajes ponen hoy. Y la gente también tiene ganas de más. Y hablan de hacer más encuentros, cenas, barbacoas, fines de semana.

Como dice dG, al que llamamos "el jefe" después del curro de organizar la cena, ha habido un antes y un después de esta cena. Y no se trata de pensar cuánto va a durar este buen rollo o si se acabará pronto, ni siquiera quién te va a acompañar. Como con un buen orgasmo, o una onza de chocolate del bueno: DISFRUTA EL VIAJE.

 
Promoción EGB 1984, en 2015

viernes, 17 de julio de 2015

Cena de exalumnos: el pre.

Es un sábado cualquiera, estoy en la calle, cagándome en la nueva moda de las Shopping Night para fomentar el consumismo, como si no estuviera ya suficientemente fomentado. Está muy fomentado. Exageradamente fomentado, diría yo.


Se me acerca un vecino y a la vez amigo (existen, en serio):

- ¡Yolanda! Oye, ¿te han metido en el grupo?
- ¿qué grupo?  (¿el G8? ¿una secta? ¿soy la nueva presidenta de la escalera?)
- el grupo que se ha hecho de wasap... de cuando íbamos al cole... se está organizando una cena...
(¡¡¡diiiing diiiing diiiing!!! se encienden todas las alarmas) no sé de qué me hablas...
- ¡sí, hombre! ¡Si tú estás en el grupo! ¿No? Yo te he visto... ¿No estás? Sí... ¿no? (típico de los hombres, esa claridad en las ideas y en la exposición oral... me sorprende que no me haya dicho un "eeeh", "aaah") 
- no, no sé de qué me hablas...
- pues el dG, que me lo encontré el otro día y con el MG, y le dijimos, oye, ¿pa' cuando la cena de EGB? y ha organizado un grupo en el wasap con los que íbamos al cole ¡¡¡y se está liando una!!! Hay un montón de gente: la TC, el MG, el MB... (se ríe)  pues ahora mismo te añado...
(¡¡güiiiuuu, güiiiuuu, güiiiuuu!! Esto se pone serio...) bueno... yo... no sé si voy a ir, ¿eh?
- ¿¡Y eso!? (es más una exigencia mezclada con incredulidad que una pregunta)
- mmm... no sé... creo que no me apetece...
- bueno, ¡yo te meto!

Y me mete. Porque meter a alguien en un grupo de wasap es gratis. Y no necesita tu consentimiento. Y me cago en los creadores de wasap. Vaaaale. Me limitaré a observar. Y siempre puedo salirme cuando quiera. Que también es gratis, y tampoco necesita consentimiento.

Rayuela - Juego infantil de cuándo yo iba a EGB

Hay unas 15 personas en el grupo. Y empiezo a cotillear. Abro sus perfiles de wasap para ver las fotos. A algunos los he seguido viendo durante estos años, aunque apenas nos hemos cruzado un hola y adiós; otros, hace 31 años que no sabía nada de ellos. Otros, no tienen foto, o es de un animal, un hijo o una moto, con lo cual, tampoco sé quiénes son. Sé que, en el momento en que les ha aparecido en la pantalla "Se añadió a +34675......" ellos y ellas están haciendo lo mismo, mirando mi perfil. Pues lo van a flipar. Porque no me parezco en nada a la niña que fui. Tal vez me recuerden por el nombre...

Tengo sentimientos encontrados. Por una parte quiero saludar, decir ¡hey, hola, estoy aquí!  Por otro, quiero que algunos se mueran entre terribles sufrimientos. Y es que no tengo precisamente un buen recuerdo de mi paso por la escuela. A mí me hicieron bullying. Bullying del bueno, de ese que, de tan bueno que era, no se puede llamar con este nombre tan moderno e insustancial que recuerda a un restaurante de los caros, sino que era ACOSO. Puro y duro. Se metían conmigo; se aprovechaban de mí; muchos; chicos y chicas; y yo respondía de la peor manera posible: mostrando mi debilidad. Porque la fuerza de los acosadores reside en la debilidad de los acosados. Entonces no lo sabía.

Y no tenía nadie con quién compartir mi tristeza y mi sufrimiento. En esa época nadie hablaba de ello, eran "cosas de críos", y por supuesto, los padres no eran personas pacientes y comprensivas, que asistían a clases de preparación al parto, se preocupaban por tus necesidades y se leían el libro "Cómo hablar para que sus hijos le escuchen...". Ni siquiera te preguntaban cómo te había ido el día. Y si, por asomo, se te ocurría decir que alguien se había metido contigo, te contestaban eso de algo habrás hecho.

He tenido muchos años para pensar sobre ello y he llegado a la conclusión de que, en cierto modo, yo era una víctima fácil: gordita, con gafas, empollona y sensible. Era como si llevara una diana pintada en la frente: meteos conmigo. De hecho, estos días, en el grupo de wasap están subiendo muchas fotos antiguas y, cuando me veo, me digo ¡Dios mío! ¡Si es que, hasta yo misma me haría bullying!  Con esos pelos, las gafas de culo de botella, las faldas escocesas y los calcetines hasta la rodilla... jajajaja... Y doy mil veces gracias a un Dios en el que no creo, de que no existieran en aquél momento las redes sociales. Hubiera sido carne de cañón...

Pero eso no justifica su comportamiento. Ni quiero frivolizar con un tema tan serio. Hay gente que lo pasa realmente mal, gente que se suicida por ello. Hoy en día mi propio hijo sufre un poco de acoso en el instituto, y vuelvo a revivir con él la peor de mis pesadillas. Por eso quiero que se mueran.

Sin embargo, he crecido, creo que soy bastante madura, y además, he hecho un trabajo personal intensivo durante estos 30 años. Sinceramente pienso que ellos, como niños, no tenían la menor idea de cómo puede afectar eso a una persona. No creo, ni por un segundo, que hubiera maldad en ellos, que ninguno fuera un pequeño psicópata. Simplemente, para ellos sí que eran "cosas de niños", divertirse a costa de alguien, en vez de atender a las clases o jugar a policías y ladrones.

Gran parte de lo que soy, de cómo soy, para lo bueno y para lo malo, se debe a mi experiencia traumática en el cole. Aunque no sólo. También ha contribuido en gran medida un padre castrador, machista y poco reforzante al que, a pesar de todo, quiero. Y, cuando me miro, pienso, pues no estoy tan mal. Me gusto. Y compenso mi falta de atractivo físico con una inteligencia supina, una arrolladora manera de ser y un exhuberante sentido del humor... jajajaja...

No. Sinceramente, creo que ha llegado el momento de pasar página de verdad, de reconciliarme con mis fantasmas del pasado y dejar de ver a los adultos que me encuentro por la riera de mi barrio como aquellos críos que me hicieron la vida imposible. Y a medida que pasan los días, me decido a hablar en el grupo, y descubro que son divertidos, que son gente normal, ¡que me tratan normal! (¿qué esperaba, que enterraran una foto mía boca abajo en una maceta en una noche de luna llena?).

Y me doy cuenta de que sí, de que tengo ganas de ir a esa cena, cada vez más. Me apetece mucho volver a ver a las que fueron mis tres amigas de verdad, y a otras muchas personas de las que tengo grato recuerdo. Y me apetece también hablar con esos y esas de los que no lo tengo tanto, porque ya no quiero que se mueran. Forman parte de mi vida, de mi historia, de mi yo. No sería lo que soy sin ellos, sería otra distinta.

Y, probablemente, casi todos son ahora padres y madres, y seguro que entienden que lo que hicieron está mal y sufrirían si les pasara a sus hijos.Y no espero ninguna disculpa, ni quiero ir a esa cena para hacer una catarsis y decirles a todos lo mal que se portaron conmigo y lo mucho que he sufrido por su culpa (sí, sí, reiros, pero me contaron de una cena de antiguos alumnos en la que pasó). Sólo quiero ir, divertirme, reirme y conocer gente nueva, porque, después de 31 años... ¡¡¡coincidiréis conmigo en que es gente nueva!!!

Y sobre todo, sobre todo, sobre todo, por encima de todo... ¡¡quiero ir a esa cena para recoger material para mi siguiente post!! jajajajaja

Deseadme suerte.

PD. También he descubierto que tengo una pesisísima memoria... ¡¡No me acuerdo de la mitad de los nombres ni las anécdotas que explican!!

jueves, 18 de junio de 2015

De casa, hay que salir meado.

Hoy, Mediterráneamente, he ido a comer con mis compañeros de trabajo. Porque ya no sólo se celebra una comida en Navidad, sino que está también la de verano. Como digo, muy mediterráneo. El entorno elegido, ideal: una terraza a orillas del mar. Un restaurante bueno, moderadamente económico, comida sabrosa, una brisa agradable y unas vistas relajantes. Peeero... todo tiene un pero, si no, ¿cómo iba yo a escribir mi Blog? :-)

Después de una mañana un poco estresante, estaba yo en plan más bien observador, y me fijo en que esa playa no es para familias. Aquello era un escaparate mezcla de Fitness Special K y Chocolates El Gorriaga. Ni una tripa, ni un michelín, nadie feo. Todo el mundo por debajo de los 30 (años y talla). Nada de fofisanos, eso es un cuento chino. Los chicos haciendo flexiones y jugando estilosamente a palas; las chicas, paseando palmito, con minibikinis fluorescentes, piel morenaza y melena al viento, en ese gesto estudiado de hayqueverquémonasoy... Buf, menos mal que sólo hemos venido a comer...

Sigo yo en mis delirios internos, cuando me comentan mis compañeros que en el lavabo tengo tema para mi Blog... Me cuentan que hay un señor que amablemente te acompaña, te abre la puerta y el grifo para lavarte las manos. Vamos a ver... ¿es que estamos en los lavabos de Gucci? Pienso que me están tomando el pelo, pero cuando, al final de la comida, voy al baño, puedo comprobar con mis propios ojos lo flipante que es el mundo de los lavabos. Cuando creías que los habías visto todos, pues no, siempre te sorprenden.

Resulta que sí, que hay un chico, sonrisa Profident, que te saluda buenosdiassss, pronunciando mucho la "s" final, mientras te abre la puerta que da acceso al baño. Es un pequeño cubículo cuadrado, dónde está la pica de lavarte las manos y las dos puertas de los aseos, masculino y femenino. Como el de las chicas está ocupado (raro, ¿no?), me toca esperar, en un espacio de dos metros cuadrados, con dientesblancos, que me da conversación...

- ¿qué tal, cómo está?
- (¿qué tal, cómo estoy? ¿¿en el baño?? pues, cómo voy a estar... ¡meándome!)  bien, gracias... ¿y usted? (pero ¡¿por qué le pregunto cómo está?! si no quiero darle conversaciónnnn...)
- bien, gracias. Qué, ¿le gusta el día, no?
- (¿el día? pues no ha sido uno de los mejores... ¿el clima? ¿se referirá al clima?)  sí, se está muy bien en la terracita...
- ah, claro, le gusta ¿eh?  (sonrisa ultraProfident)
- (¿soy yo o le veo una connotación sexual a esa frase? Rosita, ¿quieres salir del baño de una vez?)  sí, sí... se está genial al solecito...  (¡¿por qué lo digo todo con diminutivos?!)
- ya... ¿usted dónde vive?

¡¡¡¿Cómooo?!!! A verrrrr.... ¿¿¿me está preguntando un tipo en el baño que dónde vivo??? Si ya me parece raro que haya un tío en el baño, y más raro que me dé palique en un sitio tan íntimo, que encima me pregunte dónde vivo.... Sólo he visto algunas señoras que mantienen limpios los baños y te piden la voluntad en algunas áreas de servicio y en algunos museos... ¿¿pero en un restaurante?? y, sobre todo, ¡¡no te hablan!! ¿Qué va a ser lo próximo que me pregunte: "Quiere que entre con usted a sujetarle los pantalones"?

- no, no, yo vivo fuera de Barcelona...

contesto atropelladamente, y, para mi fortuna, se abre la puerta, sale mi compi y puedo salvar el culo, nunca mejor dicho. Una vez dentro, pienso: ¡ostras! ahora cuando haga pis, se oirá el chorrillo... porque se oye, chicos del mundo, por si no lo sabíais, cuando meas, se oye el ruido del chorro desde fuera. En fin, yo a lo mío.

Cuando salgo, voy a lavarme las manos, y dientesblancos me abre el grifo y me da papel para secarme. Veo que en la repisa hay un platillo con monedas (aaaahhh, claaarooo), un bote de desodorante, creo que Axe, y otro bote que no he logrado identificar, creo que de colonia. No sé vosotros, yo, he flipado. Ya puestos, que hubieran puesto una ducha, gel, sales de baño, gomina, espuma, un secador del pelo, albornoz, zapatillas y que el maromo Profident te hiciera un masajito al salir...

Y es que, como os decía, el mundo de los lavabos es todo un Universo por descubrir. No entremos en detalle de las condiciones higiénicas en que se encuentran algunos, eso, quizá, en otro post; hablemos sólo de distribución y logística. Los chicos no nos vais a entender, pero, alguna vez, por piedad, probad a orinar en cuclillas, con el culo en pompa sin tocar la taza; las bragas, en los tobillos, que no te puedes abrir demasiado; los pantalones, también en los tobillos, pero arremangaos hasta las rodillas para que no se manchen, ya que el suelo siempre está asqueroso; si llevas falda o vestido, subido por la espalda hasta la cabeza, o hecho un churro bajo el sobaco; el bolso, colgado, tirado también a la espalda para que no se moje ni moleste (¡cualquiera lo deja en el suelo!); el trozo de papel higiénico en una mano y la otra aguantando la puerta, que siempre tienen el pestillo roto... Y si es invierno, y llevas medias enteras... pffff... ¡¡¡¡Y si tienes la reglaaaaa!!!! Te cambias la compresa o el tampax en esa postura y cuando sales del baño está el representante del Circo del Sol esperándote para ofrecerte un contrato.

La situación puede empeorar si encima es uno de esos baños que han metido en sitios inhumanos, de 80 x 80 cm., en los que cerrar la puerta es imposible: o se abre la puerta o entro yo, las dos cosas a la vez, es físicamente inviable. La ventaja es que, una vez has conseguido cerrar la puerta subiéndote a la taza, te puede quedar una mano libre para cambiarte la compresa, porque el picaporte lo aguantas con la boca, como te queda tan cerca... Algunos son tan pequeños (como el de la siguiente foto), que, mientras cagas, aprovechas para ir lavándote la cara, los dientes, depilarte las cejas... Eso sí, cuidado al agacharte para recogerte las bragas, no sea que te provoques un traumatismo craneoencefálico... a ver cómo se lo explicas luego al residente de urgencias...



Otros, en cambio, son tan grandes, aprovechando ya que también los hacen para minusválidos, que te ponen el rollo de papel a dos kilómetros de la taza. Lógicamente, te das cuenta una vez que has hecho pis... Lo que sucede entonces es para grabarlo: a) rebuscas en el bolso un paquete de kleenex, procurando mantener el equilibrio de todos los elementos, cuál mujer orquesta, o b) empiezas a hacer el baile de la gotita, esto es, das pequeñas sacudidas en cuclillas para que caigan todas las gotitas posibles, y te acercas, cuál Tyrion Lannister o jorobado de Notre Dame, lo que prefieras, con el culo en pompa y las piernas arqueadas, unidas por las bragas en los tobillos, hasta que alcanzas el papel, a la velocidad del rayo, para no gotear demasiado...

Luego están los que fomentan la intimidad... algunos incluso mixtos, promoviendo las relaciones sociales, de pareja, la igualdad...




Los ecológicos, en contacto directo con la naturaleza y el aire libre, fomentando la comunidad vecinal...



...o como este, dónde puedes donar tu muestra de orina a las facultades de medicina para que practiquen cómo hacer analíticas (prefiero pensar eso a imaginar que rellenan garrafas de "limonada" para el botellón)




Luego están, en el otro extremo, esos que parecen cualquier cosa menos un cuarto de baño...




Y qué decir de los ultramodernos, esos en los que los grifos, la cadena, la luz, el secamanos... todo va con sensores, que te pasas diez minutos adivinando cómo funcionan las cosas y piensas: con lo bien que me vendría ahora aquí dientesblancos...

El summum ya, son esos que te limpian los bajos con un chorrete, tienen un sistema para calentar la taza... sólo les falta que aparezca un japonesito por debajo a hacerte un cunnilingus...




En fin, podría seguir rato y rato escribiendo sobre las cosas que se encuentra uno en los baños. Y si vas con niños, ¡ya no te cuento! Mi hija es especialista en visitar baños públicos, no hay ningún establecimiento que pisemos, en el que no vaya al baño. En vacaciones, hace la ruta de los baños de las áreas de servicio... ¡no os podéis imaginar!

Conclusión: que, de casa, hay que salir meado.

Yo sólo espero no acabar en un baño como el de esta última foto, ya que soy una de esas que está diciendo todo el día:  ¡tengo tanto trabajo, que no tengo tiempo ni de ir al baño!  jajajaja



lunes, 8 de junio de 2015

De mis andanzas por Bilbao

Madrugada del jueves. Suena el despertador a las 4:40, que me recuerda la canción de Carlos Baute y Marta Sánchez, ideal para despertarte, vamos, musicón de los buenos... El motivo de semejante imprudencia es que tengo que coger un avión a Bilbao. Me lleva J, que es un santo, y nuestro coche es el único del Universo. Que no es que no estén puestas las calles, es que no está puesta ni la noche. Ya en el aeropuerto, con la hora justa (¡a dónde coño va tanta gente!), los trámites de rigor y, como siempre, me hacen descalzarme en el control de la puerta de embarque. He llegado a la conclusión de que tengo los pies bonitos y me los quieren ver, porque si no, no es normal, que lleve el calzado que lleve, me lo hagan quitar...

Voy con una compañera de trabajo y, hay tanta gente, que nos han tocado asientos separados, así que mientras busco mis auriculares escucho de fondo la cantinela de las azafatas sobre cuestiones de seguridad, cuando algo llama mi atención... vamos a ver... ¿alguna vez os habéis parado a escucharlo? pero a escucharlo de verdad...

...el chaleco salvavidas se hincha tirando de estas anillas, así, y si no funcionan, también se puede inflar soplando por este tubo, así. Sobre todo, recuerden que no se puede hinchar el chaleco dentro del avión...

O sea, que lo que me están diciendo es: que si el avión se va a tomar por culo, y nos estamos cayendo a toda hostia, yo me ponga tranquilamente el chaleco y espere a tirar de las anillitas a estar dando volteretas por el aire y, que si las putas anillas no funcionan (o no las encuentro, claro), que me ponga a soplar por el tubo... buf buf buf buuf... claaaro, claaaro... como si estuviera hinchando un globo en una fiesta de cumpleaños... ¡como que me iba a salir a mí el aire en esa situación! y como que el chalequito es pequeño... ¿¿pues de cuánta altura tengo que caer para que me dé tiempo?? ya me veo hiperventilando y del mareo que me entra, me quedo inconsciente... ¡mira! al menos ya no me doy cuenta de la hostia cuando llegue al agua... Que esa es otra: si te caes de 1.000 o 2.000 metros de altura, teniendo en cuenta que el 70% de las lesiones medulares están causadas por tirarse al agua desde un trampolín o una roca (de la Tierra, no de la Luna) , ¿para qué coño te sirve el chaleco? Como no sea para que encuentren más fácilmente tu cadáver...

...en caso de emergencia, se abrirá el compartimento que está sobre sus cabezas y saldrá su mascarilla. Coja la que le corresponde, colóquesela así y respire normalmente. Recuerde ponerse primero su mascarilla antes de ayudar a los demás...

Primero: que dado los recortes de las compañías low cost, estamos todos taaan juntitos, que cuando salgan las tres mascarillas, a ver quién es el guapo que distingue cuál es la suya... perdone, es que esa es la mía, ay, perdone, es que la he cogido sin querer, tome, ay, un momento, es que se han hecho un nudo, espere, no usted primero por favor, no, no, usted primero, faltaría más, oiga, es que el avión está cayendo en picado, ya, no se preocupe, las ventanillas acaban de romperse, vamos a ver si podemos deshacer el nudo, por cierto, me llamo Yolanda, ¿y usted?...

Segundo: me considero muy altruista y generosa. Pero ¿de verdad alguien piensa que me voy a poner a ayudar a los demás antes de ponerme la puñetera mascarilla? Bastante tendré en ese momento con no cagarme encima y no robarle a bocados la mascarilla al de al lado, para ponerme dos, por si acaso...

Tercero: respire normalmente... ¡¿normalmente?! Pero ¿cómo voy a respirar normalmenteeee? ¡si me estoy muriendoooo!!!! En fin. Que espero no tener que verme nunca en esa situación, porque si no, en vez de un ataque de pánico, igual me entra uno de risa al recordar las gilipolleces que dicen.

Paso a abrocharme el cinturón y veo que no me llega. ¡Joooderrrr! A ver, que una ya sabe que es de proporciones generosas, pero... no tienen suficiente con poner las filas de asientos tan pegadas que en vez de el síndrome del turista tienes el síndrome SuperGlue, sino que también recortan centímetros de la tela de los cinturones... Miro de reojillo a la que tengo al lado, una talla 33; que le ha dado siete vueltas a su cinturón y aún le ha sobrado un trozo para colgarse las llaves. Pues si se creen que voy a llamar a la azafata para decirles que estoy tan gorda que no puedo abrocharme el cinturón, delante de unos doscientos desconocidos, lo tienen claro. Vacío mis pulmones por completo de aire, pego el estómago a los riñones, y, no sin esfuerzo, consigo abrocharme el cinturón, que voy todo el viaje como este señor (ver vídeo)...

Una vez en Bilbao, bien. Llegamos a la Universidad sin perdernos y la verdad es que el Congreso está bastante bien. Hace bastante calor, y aunque dentro del auditorio tienen puesto el aire acondicionado y hasta hace fresquillo, yo llego cuál Diosa del Infierno, me siento y saco mi abanico rojo, a juego con mi cara, que dirían los universitarios: anda, mira, ya llegó la gorda menopáusica... Que aquí en Bilbao no tenemos calor, oye, ni aunque haga 40 grados....

Después de comer nos acercamos al hotel, que está a dos minutos, y descanso un rato. A las cinco de la tarde salgo para hacer un poco de turismo (mi compañera, más responsable que yo, se ha ido al Congreso) y me encuentro con una chicharrera digna de Sevilla. Veo un termómetro que marca 41 ºC. Pero vamos a ver, ¡¿no estamos en Bilbao?! ¿No se supone que en el Norte siempre hace más fresco y hasta llueve? Y pienso: anda, listos, los de Bilbao... salid ahora del auditorio, guapos... que no hace 40, ¡¡¡sino 41!!!


Museo Guggenheim. Bilbao.

Consigo llegar al Guggenheim sin derretirme, aunque con la cara tan roja que temo que vengan los bomberos a meterme un manguerazo (Hum... He releído esta frase, y quizá no era tan mala idea... jajaja). El Guggenheim. Un edificio muy bonito y original, la verdad, en un entorno muy bien cuidado y muy limpio. Pero el arte contemporáneo, ¿qué queréis que os diga? A mí no me gusta. No lo entiendo. Y creo que a cualquier cosa le llaman arte. Pago 8 € con audioguía incluida (me parece un precio muy razonable), pero me dicen que las plantas 1 y 2 están cerradas por cambio de exposición. ¡Vaya hombre! No habrá días en el año. Tenía que ser hoy, el día que hace 41 grados, cuándo pongan a los muchachos a hacer la mudanza. En fin. Vale, pues vamos allá.


La materia del tiempo. Richard Serra.


Lo primero que me encuentro es una exposición permanente que se llama "La materia del tiempo", de un tal Richard Serra. Se trata de siete esculturas gigantescas de acero, a las que no le veo el arte por ninguna parte, y tampoco entiendo lo de la materia, ni lo del tiempo. Son como laberintos de esos de setos, en los que te metes y te pones a dar vueltas. Mientras las miro, pienso que qué despilfarro de tiempo y dinero, y entonces... ¡ajá! ahí es dónde entiendo la relación tiempo-materia... a ver si es que de verdad va a ser arte...

En la tercera planta hay una exposición de una tal Niki de Sant Phalle, una tía francesa que, nada más empezar a ver su obra, pienso que estaba como una cabra y más adelante descubro que tenía esquizofrenia, con lo cuál, me reafirmo en mi autoestima profesional: ¡soy una crack! El arte le servía como terapia, y me parece estupendo, pero de ahí a que su obra valga millones y que la gente paguemos por verla... una tía que hace un cráneo gigante, hueco por dentro, al que llama sala de meditación, porque ahí te metes a pensar en la muerte. Que hace cuadros en relieve con herramientas oxidadas y objetos dignos de cualquier trapero. Que, cuando ¿evoluciona?, pinta cuadros a base de disparos con una escopeta, uno de ellos pensando en su padre... Eso sí, parte de su obra recuerda mucho a Gaudí, en el cuál se inspiró, y su colección de Nanas me parece muy interesante. En fin. Que del museo me llevo un poco una decepción. El perrito de fuera, muy mono.

Me reúno con mi compañera y nos vamos a cenar al casco antiguo. Las calles están a tope de gente y chavales haciendo botellón, a pesar de que es jueves. Comemos unos pintxos de escándalo en varios bares chulísimos, y además, por cuatro duros. El problema es que, como yo no bebo alcohol, en cada sitio me pido una Coca Cola, que llega un momento que ya no me caben. Con la tontería, me habré bebido litro y medio. De regreso al hotel, tenemos media hora caminando, haciéndome pis a reventar, que estoy a punto de ponerme a orinar, cuál borrachuzo, al margen del río... Cuando por fin llegamos, caigo en la cuenta que voy a compartir habitación con una chica que casi no conozco, y, lo peor de todo: a la que voy a tener que seguir viendo siete horas al día, cada día de mi futuro más próximo. ¿Y por qué digo esto? Pues porque todo el gas que entra, tiene que salir... Jaaarrrllll... Así que, deseando que se duerma, sólo me falta rezar:

Jesusito de mi vida,
como yo, te tiras pedos,
por eso te pido pronto,
que la mandes con Morfeo...

Afortunadamente, M se duerme muy pronto y puedo ir al baño a dar rienda suelta a mis intestinos... El día siguiente llega pronto. Demasiado pronto, diría yo. Desayuno un Cola Cao y un croissant vascos, esto es, tamaño XXXL. Disfruto como una enana del Congreso, debo confesarlo: escucho a gente muy buena que me hace sentir pequeña, pequeña... A mediodía comemos en el Café Iruña, un sitio emblemático de Bilbao que nos recomiendan, que está bien, pero tampoco mata, o como mínimo, tampoco lo encuentro distinto de los otros bares que visité la noche anterior. Eso sí, los pinchos, buenísimos, sobre todo uno de pastel de carne. El camarero, encantador. Me pongo como el Kiko, que pienso, ahora sí que no me va a abrochar el cinturón del avión...


Pintxos, plato típico del País Vasco.
Como suelen pasarme estas cosas, me equivoco al mirar la hora de salida del vuelo, con lo que estamos en el aeropuerto tres horas antes. En un aeropuerto tan grande, tan grande, tan grande, que al recorrer tres tiendas ya he llegado de punta a punta de las puertas de embarque. Que llega un momento que ya me conozco a las dependientas, a las azafatas y a la señora de la limpieza... Holaaa, Maruja... ¿qué tal? ¿Muy sucios hoy, los lavabos?

El avión, para hacerlo todo más sencillo, viene con retraso. Menos mal que tengo el culo sentado y buena conversación. Por fin, llego a Barcelona, dónde la recompensa es que me esperan esos pequeños energúmenos que no quieren que escriba este Blog, pero que me hacen la vida más feliz.

De camino a casa, no puedo parar de explicarles cosas. Hay que ver cómo me ha gustado Bilbado.