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lunes, 8 de junio de 2015

De mis andanzas por Bilbao

Madrugada del jueves. Suena el despertador a las 4:40, que me recuerda la canción de Carlos Baute y Marta Sánchez, ideal para despertarte, vamos, musicón de los buenos... El motivo de semejante imprudencia es que tengo que coger un avión a Bilbao. Me lleva J, que es un santo, y nuestro coche es el único del Universo. Que no es que no estén puestas las calles, es que no está puesta ni la noche. Ya en el aeropuerto, con la hora justa (¡a dónde coño va tanta gente!), los trámites de rigor y, como siempre, me hacen descalzarme en el control de la puerta de embarque. He llegado a la conclusión de que tengo los pies bonitos y me los quieren ver, porque si no, no es normal, que lleve el calzado que lleve, me lo hagan quitar...

Voy con una compañera de trabajo y, hay tanta gente, que nos han tocado asientos separados, así que mientras busco mis auriculares escucho de fondo la cantinela de las azafatas sobre cuestiones de seguridad, cuando algo llama mi atención... vamos a ver... ¿alguna vez os habéis parado a escucharlo? pero a escucharlo de verdad...

...el chaleco salvavidas se hincha tirando de estas anillas, así, y si no funcionan, también se puede inflar soplando por este tubo, así. Sobre todo, recuerden que no se puede hinchar el chaleco dentro del avión...

O sea, que lo que me están diciendo es: que si el avión se va a tomar por culo, y nos estamos cayendo a toda hostia, yo me ponga tranquilamente el chaleco y espere a tirar de las anillitas a estar dando volteretas por el aire y, que si las putas anillas no funcionan (o no las encuentro, claro), que me ponga a soplar por el tubo... buf buf buf buuf... claaaro, claaaro... como si estuviera hinchando un globo en una fiesta de cumpleaños... ¡como que me iba a salir a mí el aire en esa situación! y como que el chalequito es pequeño... ¿¿pues de cuánta altura tengo que caer para que me dé tiempo?? ya me veo hiperventilando y del mareo que me entra, me quedo inconsciente... ¡mira! al menos ya no me doy cuenta de la hostia cuando llegue al agua... Que esa es otra: si te caes de 1.000 o 2.000 metros de altura, teniendo en cuenta que el 70% de las lesiones medulares están causadas por tirarse al agua desde un trampolín o una roca (de la Tierra, no de la Luna) , ¿para qué coño te sirve el chaleco? Como no sea para que encuentren más fácilmente tu cadáver...

...en caso de emergencia, se abrirá el compartimento que está sobre sus cabezas y saldrá su mascarilla. Coja la que le corresponde, colóquesela así y respire normalmente. Recuerde ponerse primero su mascarilla antes de ayudar a los demás...

Primero: que dado los recortes de las compañías low cost, estamos todos taaan juntitos, que cuando salgan las tres mascarillas, a ver quién es el guapo que distingue cuál es la suya... perdone, es que esa es la mía, ay, perdone, es que la he cogido sin querer, tome, ay, un momento, es que se han hecho un nudo, espere, no usted primero por favor, no, no, usted primero, faltaría más, oiga, es que el avión está cayendo en picado, ya, no se preocupe, las ventanillas acaban de romperse, vamos a ver si podemos deshacer el nudo, por cierto, me llamo Yolanda, ¿y usted?...

Segundo: me considero muy altruista y generosa. Pero ¿de verdad alguien piensa que me voy a poner a ayudar a los demás antes de ponerme la puñetera mascarilla? Bastante tendré en ese momento con no cagarme encima y no robarle a bocados la mascarilla al de al lado, para ponerme dos, por si acaso...

Tercero: respire normalmente... ¡¿normalmente?! Pero ¿cómo voy a respirar normalmenteeee? ¡si me estoy muriendoooo!!!! En fin. Que espero no tener que verme nunca en esa situación, porque si no, en vez de un ataque de pánico, igual me entra uno de risa al recordar las gilipolleces que dicen.

Paso a abrocharme el cinturón y veo que no me llega. ¡Joooderrrr! A ver, que una ya sabe que es de proporciones generosas, pero... no tienen suficiente con poner las filas de asientos tan pegadas que en vez de el síndrome del turista tienes el síndrome SuperGlue, sino que también recortan centímetros de la tela de los cinturones... Miro de reojillo a la que tengo al lado, una talla 33; que le ha dado siete vueltas a su cinturón y aún le ha sobrado un trozo para colgarse las llaves. Pues si se creen que voy a llamar a la azafata para decirles que estoy tan gorda que no puedo abrocharme el cinturón, delante de unos doscientos desconocidos, lo tienen claro. Vacío mis pulmones por completo de aire, pego el estómago a los riñones, y, no sin esfuerzo, consigo abrocharme el cinturón, que voy todo el viaje como este señor (ver vídeo)...

Una vez en Bilbao, bien. Llegamos a la Universidad sin perdernos y la verdad es que el Congreso está bastante bien. Hace bastante calor, y aunque dentro del auditorio tienen puesto el aire acondicionado y hasta hace fresquillo, yo llego cuál Diosa del Infierno, me siento y saco mi abanico rojo, a juego con mi cara, que dirían los universitarios: anda, mira, ya llegó la gorda menopáusica... Que aquí en Bilbao no tenemos calor, oye, ni aunque haga 40 grados....

Después de comer nos acercamos al hotel, que está a dos minutos, y descanso un rato. A las cinco de la tarde salgo para hacer un poco de turismo (mi compañera, más responsable que yo, se ha ido al Congreso) y me encuentro con una chicharrera digna de Sevilla. Veo un termómetro que marca 41 ºC. Pero vamos a ver, ¡¿no estamos en Bilbao?! ¿No se supone que en el Norte siempre hace más fresco y hasta llueve? Y pienso: anda, listos, los de Bilbao... salid ahora del auditorio, guapos... que no hace 40, ¡¡¡sino 41!!!


Museo Guggenheim. Bilbao.

Consigo llegar al Guggenheim sin derretirme, aunque con la cara tan roja que temo que vengan los bomberos a meterme un manguerazo (Hum... He releído esta frase, y quizá no era tan mala idea... jajaja). El Guggenheim. Un edificio muy bonito y original, la verdad, en un entorno muy bien cuidado y muy limpio. Pero el arte contemporáneo, ¿qué queréis que os diga? A mí no me gusta. No lo entiendo. Y creo que a cualquier cosa le llaman arte. Pago 8 € con audioguía incluida (me parece un precio muy razonable), pero me dicen que las plantas 1 y 2 están cerradas por cambio de exposición. ¡Vaya hombre! No habrá días en el año. Tenía que ser hoy, el día que hace 41 grados, cuándo pongan a los muchachos a hacer la mudanza. En fin. Vale, pues vamos allá.


La materia del tiempo. Richard Serra.


Lo primero que me encuentro es una exposición permanente que se llama "La materia del tiempo", de un tal Richard Serra. Se trata de siete esculturas gigantescas de acero, a las que no le veo el arte por ninguna parte, y tampoco entiendo lo de la materia, ni lo del tiempo. Son como laberintos de esos de setos, en los que te metes y te pones a dar vueltas. Mientras las miro, pienso que qué despilfarro de tiempo y dinero, y entonces... ¡ajá! ahí es dónde entiendo la relación tiempo-materia... a ver si es que de verdad va a ser arte...

En la tercera planta hay una exposición de una tal Niki de Sant Phalle, una tía francesa que, nada más empezar a ver su obra, pienso que estaba como una cabra y más adelante descubro que tenía esquizofrenia, con lo cuál, me reafirmo en mi autoestima profesional: ¡soy una crack! El arte le servía como terapia, y me parece estupendo, pero de ahí a que su obra valga millones y que la gente paguemos por verla... una tía que hace un cráneo gigante, hueco por dentro, al que llama sala de meditación, porque ahí te metes a pensar en la muerte. Que hace cuadros en relieve con herramientas oxidadas y objetos dignos de cualquier trapero. Que, cuando ¿evoluciona?, pinta cuadros a base de disparos con una escopeta, uno de ellos pensando en su padre... Eso sí, parte de su obra recuerda mucho a Gaudí, en el cuál se inspiró, y su colección de Nanas me parece muy interesante. En fin. Que del museo me llevo un poco una decepción. El perrito de fuera, muy mono.

Me reúno con mi compañera y nos vamos a cenar al casco antiguo. Las calles están a tope de gente y chavales haciendo botellón, a pesar de que es jueves. Comemos unos pintxos de escándalo en varios bares chulísimos, y además, por cuatro duros. El problema es que, como yo no bebo alcohol, en cada sitio me pido una Coca Cola, que llega un momento que ya no me caben. Con la tontería, me habré bebido litro y medio. De regreso al hotel, tenemos media hora caminando, haciéndome pis a reventar, que estoy a punto de ponerme a orinar, cuál borrachuzo, al margen del río... Cuando por fin llegamos, caigo en la cuenta que voy a compartir habitación con una chica que casi no conozco, y, lo peor de todo: a la que voy a tener que seguir viendo siete horas al día, cada día de mi futuro más próximo. ¿Y por qué digo esto? Pues porque todo el gas que entra, tiene que salir... Jaaarrrllll... Así que, deseando que se duerma, sólo me falta rezar:

Jesusito de mi vida,
como yo, te tiras pedos,
por eso te pido pronto,
que la mandes con Morfeo...

Afortunadamente, M se duerme muy pronto y puedo ir al baño a dar rienda suelta a mis intestinos... El día siguiente llega pronto. Demasiado pronto, diría yo. Desayuno un Cola Cao y un croissant vascos, esto es, tamaño XXXL. Disfruto como una enana del Congreso, debo confesarlo: escucho a gente muy buena que me hace sentir pequeña, pequeña... A mediodía comemos en el Café Iruña, un sitio emblemático de Bilbao que nos recomiendan, que está bien, pero tampoco mata, o como mínimo, tampoco lo encuentro distinto de los otros bares que visité la noche anterior. Eso sí, los pinchos, buenísimos, sobre todo uno de pastel de carne. El camarero, encantador. Me pongo como el Kiko, que pienso, ahora sí que no me va a abrochar el cinturón del avión...


Pintxos, plato típico del País Vasco.
Como suelen pasarme estas cosas, me equivoco al mirar la hora de salida del vuelo, con lo que estamos en el aeropuerto tres horas antes. En un aeropuerto tan grande, tan grande, tan grande, que al recorrer tres tiendas ya he llegado de punta a punta de las puertas de embarque. Que llega un momento que ya me conozco a las dependientas, a las azafatas y a la señora de la limpieza... Holaaa, Maruja... ¿qué tal? ¿Muy sucios hoy, los lavabos?

El avión, para hacerlo todo más sencillo, viene con retraso. Menos mal que tengo el culo sentado y buena conversación. Por fin, llego a Barcelona, dónde la recompensa es que me esperan esos pequeños energúmenos que no quieren que escriba este Blog, pero que me hacen la vida más feliz.

De camino a casa, no puedo parar de explicarles cosas. Hay que ver cómo me ha gustado Bilbado.

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