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viernes, 11 de agosto de 2017

Gracias Kiko

Mi primer novio no fue mi primer amor.

Lo conocí un día en la estación de tren de mi pueblo. Era domingo. Él venía como acompañante de los novios de mis amigas, con los que hacía poco que salían. Teníamos 15 años.

Es curiosa la mente humana. Hay cosas (algunas importantes), que no recuerdo en absoluto. Sin embargo, visualizo con precisión fotográfica cómo iba vestida aquél día: jersey de canalé rojo, minifalda de tubo y botas de ante marrón con flecos, estilo arapahoe. Una estética muy ochentera, no llevaba hombreras porque ese día llevaba jersey... :-)

Me lo presentaron. Él me miró cómo si hubiese visto a una Diosa. De arriba a abajo, con la boca abierta y el habla retirada. Más o menos como hacen las viejas de pueblo cuando están tomando el fresco y llega la forastera por la calle que da a la plaza, pero sin su mala leche. Claramente quedó impresionado. Lo que seguramente nunca supo, es que yo quedé más impresionada que él.

Y no por el muchacho, pobre, que era más bien feíto y sin nada destacable: de estética heavy, pelo largo castaño, ojos marrones, pantalones vaqueros ajustados, chupa de cuero. Lo que me impresionó es que yo, carne de bullying, pudiese impresionar a alguien en el sentido erótico-festivo del término.

Como buenos aguantavelas, nos pasamos la tarde charlando mientras mis amigas andaban en modo lapa con sus churris, descubriendo (yo) que no teníamos nada en común.

Volvió los siguientes fines de semana, hasta que un domingo, al acercarnos a casa (por entonces los chicos acompañaban a las chicas a su casa), me dijo que quería hablar un momento conmigo. Me llevó aparte, no a ningún sitio romántico, sino delante de un portal bastante cutre, y me preguntó si quería ser su novia. No lo vi venir (llamadme ingenua), y me pilló totalmente desprevenida. Aquel chico no me gustaba nada de nada, pero, ¡¿cómo le iba a decir que no al primer tío que mostraba interés en mí?! No era negociable. Así que, mientras una voz interior decía no, no, no... mis labios pronunciaron, bueno, vale... muy romántico también :-)

Oficialmente, ya tenía novio. Me duró unos dos o tres meses, viéndonos sólo los fines de semana. Apenas tengo recuerdos de qué hicimos durante ese tiempo. Sé que me pedía besos y yo le decía que no, que aún no me había besado nadie... ¡pues por eso! me decía :-) Sólo consiguió algunos piquitos inocentes. Sin lengua ni nada.

El recuerdo más nítido que tengo, aparte del día en que nos conocimos, es que un día, volviendo a casa, yo no paraba de pensar que no quería estar con él, que no me gustaba nada... y no sé si me enfadé por alguna tontería que ni recuerdo, o, simplemente, algo se activó en mi cerebro, pero el caso es que, en un impulso, atajé por un parque, en un camino alternativo al que solíamos coger, corriendo como una loca... eh, perooo... ¡correr! que ríete tú de Usain Bolt... Porque en aquella época no existían los smartphones, que si me llego a cronometrar, me ponen de personal trainer de los guepardos... ¡¡que llegué a mi casa antes de que la construyeran, tío!! Y sin mirar atrás. Yo creo que los de la peli Novia a la Fuga se inspiraron en mí... jajajaja...

En fin. Como el pobre no sabía dónde vivía (siempre nos dejaban a las cuatro en un punto común) y tampoco existían los teléfonos móviles, no me pudo encontrar ni hablar conmigo hasta la semana siguiente, cuando nos reuníamos toda la colla como de costumbre. Cuando lo vi aparecer, me quedé muerta: venía con muletas y una pierna escayolada porque se había hecho un esguince persiguiéndome. Sus amigos, muy elegantemente y en privado, me hicieron saber lo zorra e hija de la gran puta que había sido por salir corriendo de esa forma y tener al chaval siete días sin saber de mí. Oye, tenían razón... :-) Pero yo, Mata-Hari total... no le hice ni caso en toda la tarde, al pobre chico. Aunque me preguntaba qué había pasado y me pedía perdón, sin ni siquiera saber por qué. Yo caminaba a mi rollo, mientras sus colegas me decían tía, espéralo que no puede ir más rápido... qué mala fui, por favor... jajajaja...

No sé si fue esa misma tarde o alguna siguiente, pero corté con él. Él dejó de venir, pero sus amigos me decían que seguía colgado de mí. Pobre, qué mal me porté contigo... Pero tengo un muy buen recuerdo tuyo, porque fuiste la persona que me hizo descubrir que yo le podía gustar a alguien. Y, Kiko, a partir de ahí, se abrió un Universo para mí. A partir de ahí, me robaron mi primer beso con lengua, me enamoré del guapo del instituto, perseguí como una psicópata lunática a otro guapo del instituto, me pegué maratones de morreos... pero bueno, esas son otras historias :-)

Gracias. Gracias, Kiko.



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